En los últimos tiempos el enemigo común, Satanás, está golpeando con gran efectividad en uno de los puntos más vulnerable de los creyentes: EL MATRIMONIO.
El diablo sabe que su fin está muy cerca, que Jesucristo viene pronto para acabar con toda su maldad, y antes que esto suceda prefiere llevarse, con él, el mayor número de personas entre los cuales, los cristianos figuran como sus preferidos, puesto que a los impíos ya los considera como suyos. Es por ello que los records están arrojando cifras elevadas de matrimonios cristianos con serios problemas de inestabilidad y en muchos de los casos de separación. Teniendo en cuenta esta situación tan agravante, en esta predicación nos vamos a referir a algunos de los problemas del matrimonio, y en especial, a la separación.
Del mismo modo que Dios bendijo al matrimonio y mandó que dejaran de ser dos para pasar a ser uno solo, y estar juntos en las buenas y en las malas, que el hombre fuera la cabeza y la mujer la ayuda idónea; constituye un acto contra Él, la separación de la pareja. Veamos qué dice la Biblia al respecto.
Mateo 19:3-9 - Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? 4 Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, 5 y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? 6 Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. 7 Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? 8 El les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así. 9 Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera.
La voluntad de Dios referente al matrimonio es, que se establezca a través de un solo cónyuge y un matrimonio para toda la vida. Dios no comparte la idea de que los matrimonios se separen para formar nuevas parejas, y le llama a esto, adulterio. Jesús admitió la fornicación como el único motivo excepcional para la separación.
La fornicación es un pecado que incluye el adulterio y otras depravaciones dentro de la pareja, como el abuso y la violencia. La infidelidad conyugal es un pecado tan cruel contra el otro cónyuge que aunque el divorcio sea un gran problema, el inocente tiene el derecho –no la obligación- de terminar el matrimonio mediante un divorcio basado en adulterio, y queda en libertad de casarse con otro creyente.
Los esposos tienen que cuidarse mucho de las tentaciones que le presenta el enemigo para que caiga en el adulterio y así romper el matrimonio; pero una vez que esta situación se haya consumado, por una debilidad incontrolable de uno en la pareja, el matrimonio debe -antes de la ruptura- poner en una balanza el nivel de arrepentimiento del trasgresor, y el nivel de perdón de la víctima. Si ambos se corresponden tanto como que la balanza se equilibre, se puede hablar de la salvación del matrimonio. De otro modo, la unión sería para hacerse daño mutuamente, sacándole cada uno al otro, los actos impropios que otrora cometiera.
NO PERMITA QUE EL ENEMIGO DESTRUYA SU MATRIMONIO, usted puede salvarlo, aún cuando su cónyuge sea un incrédulo, porque con su diario trabajo, ministrándolo sistemáticamente, sin cansarlo ni aburrirlo, sino aprovechando los momentos propicios, podrá llegar su compañero a aceptar a Cristo, y ser salvo.
1 Corintios 7:8-16 - Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo; 9 pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando. 10 Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; 11 y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer. 12 Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. 13 Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. 14 Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos. 15 Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios. 16 Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?
Mi querido hermano, si usted forma un matrimonio creyente, no pierda de vista que el enemigo lo estará tentando para destruírselo, no lo permita. No caiga en las tentaciones y mantengan, ambos, un nivel de tolerancia que ajuste y consolide la pareja. Si en un momento dado, uno se tambalea, el otro está para sujetarlo y levantarlo.
Mi querido hermano, si usted forma un matrimonio creyente, no pierda de vista que el enemigo lo estará tentando para destruírselo, no lo permita. No caiga en las tentaciones y mantengan, ambos, un nivel de tolerancia que ajuste y consolide la pareja. Si en un momento dado, uno se tambalea, el otro está para sujetarlo y levantarlo.
Si su caso es el de un matrimonio que su pareja no es creyente, ya el enemigo se valdrá de un mensajero que le dirá que en yugo desigual no se debe andar, lo cual es muy cierto a la hora de elegir; pero lo más seguro que cuando usted eligió a su pareja, tampoco era creyente. De manera que la palabra de Dios le dice que no lo abandone, a menos que lo haga él, luche por salvarlo ya que puede ser santificado en usted.
Si usted forma parte de una pareja que ninguno de los dos es creyente, entonces yo le pido que dé un paso al frente y acepte a Jesucristo como su Señor, y será salvo.
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