viernes, 2 de noviembre de 2012

Olor fragante




Los muchos sacrificios del servicio sacerdotal israelita hablaban simbólicamente del único sacrificio de nuestro Señor Jesucristo. Dios mismo proporcionó este sacrificio: dio a su Hijo, hecho hombre, para que muriera en la cruz. Allí derramó su sangre para el perdón de nuestros pecados. Este sacrificio del Señor también fue el resultado de su completa entrega a Dios hasta la muerte, y desde la cruz subió un olor fragante y agradable a Dios.
“De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito” (Juan 3:16).
“Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos” (1 Timoteo 2:5-6).
“Cristo… a su tiempo murió por los impíos… Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:6 y 8).
“Ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado”. “En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre”. “Con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”(Hebreos 9:26; 10:10 y 14).
“Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Efesios 5:2)

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