jueves, 22 de noviembre de 2012

Cerca de tu milagro que esperas


En Mateo 14, se nos narra el momento en que, acabando de recibir la noticia de que Juan, aquel que le abrió camino, acababa de morir, el Maestro alimenta una multitud de cinco mil.
Jesús estaba triste, adolorido, por la muerte de Juan el bautista; por esto, se fue al desierto solo. Pero la gente le siguió. Ya que Jesús había sido expuesto era imposible esconderse. Y, cuando la gente lo sigue, como todo buen líder, su enfoque deja de ser su necesidad. Su enfoque era ahora la necesidad de la gente. Tuvo compasión de ellos, y los sanó a todos.
Transcurriendo el día, los discípulos llegan donde el Maestro, con una complicación. Si prestamos especial atención a las expresiones de los discípulos, podemos notar su percepción de las cosas. Tres cosas estaban pasando en aquel lugar: 1. El lugar era desierto – un lugar desierto, es un lugar donde no vemos posibilidades, ni potencial, ni oportunidades; 2. Ya anochecía; 3. La hora ya se había pasado. Los discípulos concluyeron que lo mejor era que Jesús mandara a la gente a las ciudades.
Además, los discípulos dijeron: No tenemos si no cinco panes y dos peces. Ellos tenían. Tenían cinco panes y dos peces, pero comienzan diciendo: No tenemos.
Las circunstancias – el lugar desierto, el hecho de que era tarde en la noche, y que la hora ya había pasado – los había hecho concluir que era mejor regresar a la ciudad, y no podían ver el potencial de la provisión que tenían en sus manos.
Lamentablemente, llegan momentos a la vida del creyente en que pensamos de esa manera. Nos encontramos en situaciones en las que, cuando miramos a nuestro alrededor, el lugar está desierto, no vemos posibilidades, no podemos ver oportunidades; ya anochece, va desapareciendo la luz, la visión va cayendo, comienza una etapa oscura; y, una de las peores emociones que puede tener un creyente, es que la hora se le haya pasado, comenzando a conformarse con el estado natural en el que vive y dejando de creer, tomando su presente como si fuera su futuro.
Cuando pensamos de esta manera, cometemos los errores más grandes. Aquella gente salió de las ciudades buscando a Cristo, y los discípulos querían mandarlos de regreso. ¿Por qué habían salido de aquellas ciudades? Porque en aquellas ciudades no encontraban lo que Jesús les prometía. Pero, ante la primera inconveniencia, la primera reacción es volver al lugar de donde salimos con expectativa.
Quizás, en algún momento, has pensado en renunciar, en dejar al Señor, en volver atrás. Si este es tu caso, recuerda que tú dejaste atrás lo que antes hacías, y comenzaste a servirle a Cristo, porque lo que estabas haciendo no traía satisfacción. Tú saliste con expectativa, creyendo que algo iba a pasar. Es cierto que te cogió la noche, quedaste en un lugar desierto, y piensas que la hora ya ha pasado, pero eso no quiere decir que no estás más cerca del milagro.
A aquella gente le cogió la noche, estaban en el desierto, y la hora se les había pasado, pero estaban más cerca del milagro que ellos habían estado buscando.
Tú no puedes renunciar, estando tan cerca de lo que Dios tiene para ti.

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