viernes, 30 de junio de 2017

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Madre soltera

Después de 25 años de matrimonio, mi estatus cambió de repente a madre soltera. Los numerosos problemas de la vida me daban vueltas en la cabeza. Pero la tarea más grande que tenía ante mí era la educación de mi hijo adolescente Jeff.  ¿Cómo podría lograrlo sola?
Pasé las páginas de mi Biblia utilizando el procedimiento acostumbrado, pero no encontré el consejo para el asunto que me preocupaba. Los preceptos de la Palabra de Dios me daban una base sobre la cual apoyarme y encontrar seguridad, pero aún necesitaba una orientación práctica. “Señor, ayúdame”, oraba siempre. “No sé cómo hacerlo”.
Poco a poco, el pánico se hizo menor, hasta que aprendí algunas prácticas clave para tener éxito como madre soltera, y en mi crecimiento espiritual.
1. Fije sus prioridades y aférrese a ellas. Esto significó renunciar a mi sueño de convertirme en escritora a tiempo completo, teniendo que tener tres trabajos para sobrevivir. Pero tomé empleos que fueron suficientemente flexibles para atender las necesidades de Jeff. Aunque la supervivencia era necesaria, mi condición de madre seguía siendo lo principal.
2. Esté abierta al cambio. Tuve que hacer algunos cambios grandes que al final le darían a Jeff más seguridad, vendí la casa y me deshice de todo, menos de lo indispensable. En medio de esos reajustes, veíamos la manera como Dios cuidaba de nosotros. Nos dio una hermosa casa que nos rentó una mujer de quien una vez fui orientadora. No fue necesario entregarle un depósito y nos trajo una enorme caja de comestibles cuando ocupamos la casa.
3. Determinar límites firmes. Como Jeff puso a prueba los nuevos ajustes, me pareció que necesitaba responder con límites más estrictos. Cuando intentó violar la hora de regreso a casa, lo castigué negándole la salida y le compré un buscapersonas (hoy eso habría sido un teléfono celular), para recordarle la próxima vez que le quedaba poco tiempo para regresar.
4. Rechace la venganza. Yo no quería que Jeff creciera con una madre amargada, y por eso me negué a hablar negativamente de su padre. A pesar de que nuestra familia había sido destrozada, yo anhelaba que mi hijo tuviera algún día un matrimonio venturoso. Sabía que una sana relación mía con su padre contribuiría a ello. Jeff necesitaba lograr su propia sanidad sin la carga de sus padres. Los límites en cuanto a su libertad eran firmes, pero Jeff pasaba las vacaciones con su padre y visitando familiares. Yo oraba con frecuencia en esas noches cuando el natural deseo de venganza me bombardeaba el alma. Y a medida que aprendía a aferrarme al Señor, sentía que Su mano me sostenía (Salmos 63:8).
5. Preserve las tradiciones familiares. Aunque la vida era totalmente diferente, algunas cosas tenían que seguir siendo las mismas. Nos habíamos mudado, pero Jeff mantenía su nueva habitación prácticamente igual a la que había tenido antes. Seguí cocinando sus comidas favoritas, y una vez por semana él continuó haciéndose cargo de la cena y de la limpieza.
6. Traiga su dolor a Dios. La fragmentación de una familia deja una huella dolorosa que no la mitiga nada, excepto el tiempo. Sin embargo, la madre que se queda con el hijo no puede ponerse en una posición fetal y negarse a vivir. Para sentirse seguro, mi hijo necesitaba tener una mamá fuerte. Aunque le respondía con sinceridad cuando me hacía preguntas, el Señor me evitaba los momentos embarazosos. Mi dolor era profundo e increíblemente difícil de procesar, pero no quería ahogar a mi sensible hijo. Por tanto, los gritos en mi almohada los reservaba para las horas en que Jeff dormía.
7. Cuidese a sí misma. El permanecer en buena condición física elevó mi autoestima, y le enseñó a mi hijo el fundamento de una vida sana. Excepto por un ocasional resfriado, nos manteníamos en buena forma física, al mismo tiempo que Dios sanaba poco a poco nuestras almas.
La crianza de un hijo sin la compañía de un cónyuge exige siempre oración y discernimiento, pero sobre todo implica amor al hijo y un gran coraje, dos cosas que el Señor me dio.
Jeff tiene ahora 22 años, y es un joven maravilloso. Compartimos recuerdos de los años en que ahorrábamos hasta el último centavo, en que veíamos un DVD que nos prestaba la biblioteca y en que superábamos nuestro dolor. No era la vida que habíamos planeado, pero sí una vida que hoy atesoramos.

jueves, 29 de junio de 2017

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Fe en Dios

Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día; deseando verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de gozo; trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.
2 Timoteo 1: 3 – 5
Es imposible no reconocer que los padres dejamos huella en nuestros hijos; nuestras virtudes o defectos, nuestras buenas o malas decisiones personales y familiares inevitablemente se reflejarán en ellos, su futuro se verá afectado.
Dios Creador puso en nuestras manos la crianza de los niños y niñas que Él nos dio, y debemos hacerlo bien, es un área importante de nuestra relación con el Señor de la que deberemos dar cuenta. Nuestra influencia puede ser tan valiosa, que la Palabra de Dios nos señala que aún podemos llevar con seguridad a nuestros hijos a la salvación: “instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”, Proverbios 22:6. Es innegable que este consejo va dirigido a los padres, pero debemos lamentar que son muchos los que no lo siguen; alguien dijo que la mejor predicación del evangelio, es aquella que se hace con la boca cerrada, ¡cuanta verdad!, el ejemplo, el testimonio, muchas veces determina la vida eterna de alguno. La instrucción debe ser amiga inseparable del testimonio. Esta es una razón de mucho peso que determinará la decisión por Cristo de nuestros hijos.
El apóstol Pablo debió reconocer que en Timoteo había un tipo especial de fe que se había transmitido de generación en generación, era tan evidente que pudo ver reflejado en el carácter cristiano del joven a dos personas, a su abuela Loida, y a su madre Eunice. En la formación de Timoteo como miembro del Cuerpo de Cristo, ambas influyeron; pero sin duda el papel de la madre fue vital. Loida había preparado eficazmente a su hija para los caminos del Señor, y partió al cielo con la tarea cumplida. Y por el resultado, observamos que Eunice se preocupó diligentemente de transmitir a su hijo los valores y principios que harían de él un muy buen cristiano.
Decíamos que no solo la instrucción, sino que el testimonio de los padres es esencial para encaminar a nuestros hijitos e hijitas en los caminos del Señor. El apóstol reparó en Timoteo esta cualidad, que también había estado en su abuela, y más directamente en su madre Eunice, y ¿Cuál es dicha cualidad?, “la fe no fingida que hay en ti”, en otras palabras, la fe no hipócrita.
Eunice, como madre, puso todos sus esfuerzos para que la fe de su hijo Timoteo fuera honesta, y deducimos que la mayor motivación que tuvo el muchacho para creer en Cristo Jesús con sinceridad, fue ver a su madre seguir los pasos del Maestro con fidelidad y devoción. Fue conducido por ella delicada pero firmemente por los senderos de la fe en Dios, siguiendo el ejemplo dado en vida por su propia madre Loida, obteniendo ambas el reconocimiento del Señor incluyéndolas nada menos que en la Sagrada Escritura.
Eunice como madre es un ejemplo a seguir en cualquier época. Su fe no fingida llevó a su hijo Timoteo a las plantas de Cristo. Desde pequeñito fue testigo de la manera en que su madre practicaba la fe, era la misma en todo lugar, sin dobleces, sin agua dulce ni amarga saliendo juntas, y quiso ser como ella.

Las alarmas deben sonar con fuerza, estridentemente, en los oídos del corazón de aquellas madres que tienen hijos o hijas sin seguir los caminos de Jesús, sin duda algo ha fallado o está fallando para que suceda así. No debería ser. Una madre ejemplar, Eunice, nos dice que efectivamente es posible, mediante una fe no fingida, llevar a nuestros hijos por los senderos de la fe en Dios.-

miércoles, 28 de junio de 2017

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Tiempo para ti

“Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin”.
Mujer, no importa la edad que tengas, hoy me dirijo a ti a corazón abierto. Mientras reflexionaba sobre algún tema para escribir que pudiera traer bendición a tu vida, recordé las palabras del proverbista Salomón en el libro de Eclesiastés. El capítulo 3 nos habla de cómo en esta vida todo tiene su tiempo. Aunque a veces pareciera que las horas del día no nos dan para hacer todo lo que queremos, debemos encontrar tiempo.
Por eso quiero dirigirme a ti, que valga la redundancia, has tomado tiempo de tu ajetreada agenda y entre tus muchos quehaceres has tomado la decisión de leerme.
Desconozco cual sea la lucha personal con la que tengas que lidiar frecuentemente, pero hoy te hago una invitación para que te veas a ti misma frente al espejo y explores en los rincones más íntimos de tu alma. Quiero que comiences por preguntarte si eres feliz. ¿Te sientes realizada o entusiasmada contigo misma? ¿Cuándo fue la última vez que realizaste algo que querías hacer? ¿Sigues soñando o renunciaste a las cosas que querías y que te propusiste algún día lograr?
Reflexionando un poco acerca de la creación y remontándome al cuadro de cuando Dios diseñó a la mujer, pienso que si Dios hubiese querido que el hombre estuviera o se realizara solo, entonces no hubiera creado a Eva para que fuera la ayuda idónea de Adán. Con toda humildad y espero no ser malinterpretada podría decir que el mundo es mejor gracias a que existen hermosas mujeres como tú. Talentosas, amorosas, apasionadas, entregadas a sus tareas, adoradoras del Dios omnipotente y tantas cosas más. Es trascendental que entiendas que tienes un sello de Dios que te hace especial y diferente al resto de la creación. Tienes tú lugar en este mundo y Dios te ha llamado a ser victoriosa.
Tal vez como amiga, madre, hija, esposa, trabajadora y en cada faceta de tu vida, has cumplido o ayudado a cumplirse los sueños de esas personas a quienes amas y eso está muy bien.
Pero, ¿has realizado tus sueños? ¿Has cumplido con aquello que entiendes que es el propósito específico en el cual Dios quiere utilizarte? Cuidas de los demás, pero, ¿tomas tiempo para cuidar de ti misma? Si no lo has hecho, este es el momento y el día para que pienses también en ti. Y pensar también en ti no implica que seas egoísta o vanidosa. Es muy necesario y a la vez provechoso que tomes un periodo del día para realizar aquellas cosas que te agradan. ¿Quién te dijo que no podías? ¿Qué ya estás muy vieja para alcanzar aquella meta que deseas? ¿Quién lastimó tanto tu corazón haciéndote sentir equivocadamente que tienes poco valor? ¿Quién te menospreció y socavó los rincones más íntimos de tu ser? ¿Por qué soportas que te hieran, agredan, griten, maltraten o te falten el respeto? ¿Comprendes que para que otros te valoren es necesario que tú te valorices primero? ¿Por qué sigues insistiendo en estar en una relación que sabes que nada bueno te traerá?
Con esto no quiero decir que patrocine el divorcio o que ante el primer problema o percance que surja, salgas corriendo. Hablo a aquellas mujeres que han caído en patrones de maltratos. Que viven soportando infidelidades, infidelidades que en ocasiones traen consigo entre muchas consecuencias, enfermedades que pueden terminar en muerte. Mujeres que sufren calladamente muchas agonías en su matrimonio y por temor al que dirán o a que nadie las pueda entender, siguen viviendo en un vía crucis y dependiendo de alguien que realmente dice en ocasiones amarla, pero que con sus acciones demuestra todo lo contrario. Esto porque cuando uno ama algo, lo cuida, lo protege, lo preserva y trata de no lastimarlo. Hablo de señoritas que tienen a sus novios y permiten que ellos destrocen su autoestima, que las traten mal, que decidan sobre sus vidas. ¿Qué te hace pensar que si te casas con él cambiará? Recuerda el refrán que dice: “que sobre aviso no hay engaño”.
¿Por qué callas cuando sabiamente has tenido las respuestas ante situaciones o problemas difíciles? ¿Por qué has dejado de ocupar tu lugar? Dios te ha dado un espíritu, una vida, un intelecto para que lo utilices. Tú puedes lograr grandes cosas tomada de la mano de Dios. Puede que en este momento alguna de las mujeres que me esté leyendo, piense que no puede salir de ese laberinto en el que se encuentra, pero quiero decirte, que tú sola tal vez sientes que no puedas, pero Dios te va a dar la fortaleza y la sabiduría que necesitas para afrontar los grandes retos que tengas que asumir. Tú no estás sola, tú eres bella por ser quien eres, independientemente de que la belleza sea relativa y de las opiniones o conceptos que han estigmatizado tu vida. Eres rosa en el jardín primoroso de Dios. ¿Por qué vivir atada a tus miedos cuando Dios quiere que seas libre? Que te remontes alto, vueles y desafíes los mares tempestuosos. Tú tienes ímpetu, ganas y tantas cosas más. ¡Lucha, no te quedes a la deriva!
Ahora quiero dirigirme a ti, mujer que has experimentado en tu vida un divorcio. A ti que tal vez, jugaron con tus emociones y sentimientos. A ti que te sientes engañada y sin fuerzas para volver a continuar. A ti que en la soledad de la noche no puedes dormir saturada de tantas preguntas para las cuales no tienes respuestas o no logras entender su lógica. A ti que luchas por sobrevivir y que muchas veces, el solo hecho de levantarte de la cama y hacer las tareas del día sientes que es una proeza, porque no tienes energías o porque piensas que la vida ya no tiene sentido. Te pido por favor que reacciones. ¡Levántate de donde te encuentras y vive! Vuelve a darte la oportunidad de sentir, de sonreír, de mimarte, de conocerte más, de descubrir nuevas facetas en tu vida, de realizar nuevas aventuras y proyectos. No dejes que los momentos tristes te aprisionen, que la vida se te vaya en lamentos e incertidumbre. Si lo crees en tu corazón, sabrás que no eres cualquier cosa, que eres una mujer de propósitos y que fuiste diseñada para marcar estos tiempos. Mujer, tú que me lees en estos momentos, toma tiempo para ti.

lunes, 26 de junio de 2017

Si Dios

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Salmo 109

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Santos

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Dios

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Vivir en fe

Piensen en algunas situaciones de la vida que son desesperantes, por ejemplo:
-la mujer que tiene que mantener una familia porque su esposo no tiene trabajo (esposa de un desocupado)
-la mujer que quedó viuda y ahora tiene que mantener el hogar.
-la mujer que es madre soltera y está en la misma situación.
-tener hijos que necesitan de una medicación constante y que es muy cara etc.…
Hoy vamos a hablar de una mujer cuyo entorno social era desesperante:

Ella era esclava
 (no salía nunca de compras, no iba a ningún shopping, no estudiaba ninguna carrera,  ni siquiera podía elegir lo que iba a comer o qué iba a preparar para su familia. No manejaba ningún horario para ella o los suyos….simplemente se sometía a recibir órdenes y a obedecer, y a trabajar todo el día)
A pesar de todo eso ella había formado una familia, se había enamorado y había tenido hijos.
Esta mujer se llamó Jocabed. ¿Qué otro problema podía tener aparte de este?
Ella vivía bajo el imperio egipcio y el rey de Egipto al ver que el pueblo de Israel crecía tanto, decidió que muriesen todos los recién nacidos hijos varones de los israelitas. Así que imagínense, justo en ese momento Jo cabed estaba esperando un bebé seguramente que desearía que fuera nena, pero al nacer, era un varón y muy hermoso. No sabemos si ella se pasó todo el embarazo bajo esta amenaza, o ya estaba por tener cuando se dio la orden de la matanza, pero de una u otra forma esto era desesperante!
De nosotras depende que va a pasar con nuestro futuro.
Es nuestra decisión si queremos vivir o queremos morir. O sea si decidimos vivir la circunstancia o salirnos de ella.
Me gustaría que conozcan tres características de Jocabed  que hicieron que ella se mantuviera en medio de la prueba.
En primer lugar:
Jocabed tenía en su interior un tesoro preciosísimo llamado Fe
¿Qué es la fe? Fe entre otras cosas  es:
        •       Es anticipar y esperar lo bueno, aunque las circunstancias sean malas. “Muchas son las aflicciones del justo pero de todas ellas los librará el Señor”
        •       Es permanecer en las promesas de Dios y no en nuestros propios razonamientos. El razonamiento nos lleva al plano de la duda.
        •       Es disfrutar de la presencia de Dios en medio de la prueba. “mi presencia irá contigo y te daré descanso”
¿Dónde vemos en la vida de Jocabed que ella tenía fe? He.11.23
Vemos la fe de esta mujer en que escondió a su hijo porque no le tuvo miedo al rey. El enemigo número uno de la fe es el miedo.  La fe anticipa y espera lo bueno, y el miedo también anticipa y espera, solo que anticipa y espera lo malo. Una mujer que no tiene miedo a las amenazas de los hombres, es una mujer valerosa, una mujer que conoce a su Dios, ella puede decir confiadamente: “no temeré lo que me pueda hacer el hombre” –Sal.27-
Las pruebas vienen a nuestra vida para que salga hacia afuera lo que hay dentro de nosotras. Dios ya sabe lo que hay, pero quiere que nosotras lo comprobemos. Para que sepamos en qué nivel de fe nos encontramos, ya que cada una de nosotras tiene una medida de fe que hay que hacer crecer. Esto no tiene que ver con lo que hago, sino con quien soy.
Brevemente les mencionaré los tres niveles de fe:
El primer nivel  de fe es:
 Fe como un grano de mostaza: la fe es como una semilla, es la primera fe que Dios te da. Cuando recibís a Jesús; es la fe que te enseña a adorar, la fe que te enseña a orar, a pedir por la ropa, por la comida, es la fe de los primeros pasos. Aprendes a pensar de otra manera, ahora no robas, no mentís, panzas con los pensamientos de Dios, lees la Biblia, te congregás, das, servís etc.
Esta es la fe para las cosas cotidianas, para que cuando aprendas a pensar como lo hace el Señor estés lista a pasar al segundo nivel de fe, donde la semilla se hace planta.
El segundo nivel de fe:
La planta de fe; es la fe para las crisis.
La semilla crece y se hace planta. Cuando te vienen pruebas, ataques, luchas , dificultades, tu fe crece, se fortalece, porque ya no es semilla, ahora es planta que resiste las pruebas, presiones y luchas. Y es justamente aquí donde Dios va a formar tu carácter.
En el nivel uno Dios cambió tu manera de pensar, pero ahora tiene que formar tu carácter y para eso hacen falta pruebas, hacen falta luchas.
El tercer nivel de fe:
 Fe para conquistar cosas grandes.
Dios te va a pasar por el nivel uno, por el nivel dos, para que tu fe crezca, y sea árbol.  No sea semilla, ni planta, seas árbol y dejes de ser un consumidor, para ser alguien que  pase de soportar la prueba a se alguien que conquiste los sueños y cosas grandes. Hay gente que tiene fe para estar en medio de la prueba pero no para salir de ella.
En segundo lugar:
 Jocabed  ministraba fe a su familia-
(Sus tres hijos siguieron a Dios)
Crió a Moisés lo suficiente como para que le quede grabado quién era Su Dios,
He.11.24 su hijo “rehusó llamarse…..” no le importó su estrato social y escogió el maltrato…porque tenía la mirada puesta en el galardón…”
Moisés pudo rehusar, porque tenía una marca de fe en su corazón, tenía una fibra espiritual muy profunda, no es fácil decirle que no al placer, al deleite si no es por algo que sea mucho más grande y poderoso que eso, bueno la fe lo es, tal es así que dice la Biblia que es más preciosa que el oro!!.
Su hijo tenía su carácter, no tenía miedo del rey, porque se sostuvo “como viendo al invisible”
En tercer lugar,:
la vida de Jocabed fue una declaración de fe:  “Es pues la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”
Ella probablemente no vio a Moisés nunca más después de aquel día que lo dejó en la corte del rey. Pero ella en fe, esperaba algo grande aunque no lo pudo ver… Ella no fue nombrada en el libro de Hebreos como otras mujeres, ella está dentro del grupo de los anónimos, de ese grupo donde dice: “conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y  saludándolo, …” Heb.11.13-16
Jocabed cumplió su sueño, llegó al tercer nivel de fe, su hijo liberó a su pueblo de la esclavitud, por eso Satanás quería matarlo, él siempre quiere matar nuestros sueños y nuestra esperanza.
Solo una fe que no titubea puede alcanzar estos sueños.  Ella levantaba cada día en adoración, el escudo de la fe para apagar todos los dardos de fuego del maligno, que le decían: “no vas a poder Jocabed, te van a descubrir, van a matar a tu hijo…” Pero ella no escuchó esas voces, porque alineó sus pensamientos con los de Dios, que le decían: “Para el que cree todo es posible”.

¡Si elegís vivir en fe… Dios te asegura un final de victoria!

domingo, 25 de junio de 2017

Abrazo

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No hay nadie

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Proezas

“Si estás recién muerto Dios te habla suave, pero si hace días que estás muerto te va a gritar: ¡Sal de la cueva, hoy es el día que camines en victoria!”
Cómo voy a ser más que un vencedor, si nunca tengo nada que vencer.
“Hasta que yo Débora me levanté, me levanté como madre en Israel”.
Las victorias que vengan a nuestras vidas, dependerán de Dios y de la disposición que nosotros tengamos para alcanzarlas. Siempre hay un paso de fe que tenemos que dar, y que sólo a partir de allí, obtendremos el favor sobrenatural de Dios. Él actúa, pero primero nosotros tenemos que decidir levantarnos en fe para emprender la batalla.
Hubo una mujer que vivió en la época de Los Jueces, era la época “en que cada uno hacía lo que bien le parecía”. O sea el pueblo de Israel siempre estaba sometido a otros pueblos por su desobediencia a Dios, sin embargo el Señor en su misericordia, cada tanto, les levantaba un juez para que los defendiera de los ataques de sus enemigos. En este caso, usó a Débora, que era jueza y también profetisa. Tenía conocimiento, una profunda sabiduría y piedad extraordinarios, fue instruida en los conocimientos divinos por el Espíritu de Dios, y acostumbrada a interpretar la divina voluntad, había llegado a tener una influencia extensa y gozaba del respeto general; ejercía todos los deberes especiales de juez, excepto el de dirigente militar.
Se levantó como una madre:
Ella podría haber dicho, “me levanté como jueza o me levanté como profetisa”, pero sin embargo dijo: “Me levanté como madre”.
 Una madre es la que lo entrega todo por sus hijos, es la que no mide el sacrificio que tiene que hacer por ellos, es la que está presente en todos los momentos de su vida, es la que los guía en todas sus actividades para que no se olviden de ninguna cosa.
Por eso ella dijo luego: “Mi corazón es para vosotros, jefes de Israel”, porque puso todas sus fuerzas, todos sus sentimientos y todo su valor por su pueblo. Ella puso toda su pasión para pelear esta batalla, junto con toda su gente.
Se rodeó de gente definida:
Organízate cada día con una estrategia diferente. No siempre vamos a contar con las personas que pensamos que nos van a apoyar en tal o cual emprendimiento, porque muchas veces al principio, te prometen ayudarte pero luego desisten. Por eso tienes que orar al Espíritu Santo y pedirle ideas de oro. Por ejemplo Débora contó con algunas tribus que iban a salir a pelear contra Sísara el general del ejército de Jabín, el rey cananeo, pero no todas las  tribus la apoyaron.
“De Efraín vinieron los radicados en Amalec, en pos de ti, Benjamín entre sus pueblos; de Maquir descendieron príncipes, y de Zabulón los que tenían vara de mando. Caudillos también de Isacar fueron con Débora”.
Siempre va a haber gente que Dios pondrá en nuestro camino para pelear la buena batalla de la fe. Él sabe que solos no podemos, por eso debemos rodearnos de gente de fe, con resolución, con ánimo pronto. Llenos de la unción del Espíritu Santo, con esa gente podemos ir al frente porque sin duda vamos a vencer.
Dice la Escritura que  una vez que ellos se decidieron a luchar por su pueblo, DIOS PUSO A LA NATURALEZA A FAVOR DE ELLOS. “Desde los cielos pelearon las estrellas; desde sus órbitas pelearon contra Sísara. Los cuerpos celestes actuaron a favor del ejército de Israel. “Los barrió el torrente de Cisón”: era un arroyo pequeño, pero ahora, por la gran lluvia que había caído, había crecido de tal manera, que llegó a convertirse en un profundo y rápido torrente; así que se ahogaron cuantos intentaron atravesarlo vadeando o nadando.
Dios suplió lo que les faltaba en cuanto a fuerza militar, porque: “El da mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”.
Se desvinculó de los que ponían excusas:
También se mencionan a los que no quisieron pelear:
 “Entre las familias de Rubén hubo grandes resoluciones del corazón”; ¿Por qué te quedaste entre los rediles, para oír los balidos de los rebaños?
 Esta tribu representa a la gente que “hablan pero no hacen”, en los rediles estaban más seguros que el campo de batalla, y se excusaron  de acudir por resultarles inconveniente el dejar a sus rebaños. Siempre va a haber algo que te ata, para que no salgas a la batalla; pero tú decides si seguir viviendo sometida al enemigo o cortar totalmente con los vínculos que te atan a él.
“Galaad se quedó al otro lado del Jordán”:
Prefirió quedarse a reposar en la altiplanicie, al otro lado del Jordán, antes que acudir a prestar su ayuda contra el enemigo en común.
 La comodidad nos atrae poderosamente, pero no trae ningún resultado a nuestra vida. “El perezoso no ara a causa del invierno; pedirá, pues, en la siega, y no hallará”.
“Y Dan, ¿Por qué se estuvo junto a las naves? Se mantuvo Aser a la ribera del mar”:
Estas dos tribus, se negaron igualmente a acudir. Ambas tribus estaban asentadas a orillas del Mediterráneo. Dan estaba muy a gusto comerciando con sus naves, y no quiso renunciar a las ventajas del negocio terrenal. Aser, por su parte, se había contentado con unos primeros intentos de invasión, y se hallaba muy tranquila junto a los fenicios en sus ensenadas.
 “El que ama al mundo, el amor del Padre no está en él”.
“Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Jehová; maldecid severamente a sus moradores, porque no vinieron al socorro de Jehová contra los fuertes”:
Quien se lleva la peor maldición es Meroz. Esta tribu estaba cerca precisamente del camino de los fugitivos de la batalla por lo que sus habitantes tenían una magnífica oportunidad de ayudar al ejército de Israel.  De seguro tuvieron miedo a los carros herrados de Jabín, y prefirieron salvar el pellejo. Parece ser que la ciudad era a la sazón, no sólo de posición estratégica, sino también de población alta, por lo que se esperaba mucho de ella y por eso, es digna de especial maldición.
Se vistió de fuerza y honor y salió a la batalla:
Ella no peleó como un soldado, hizo algo más poderoso, ella peleó en el Espíritu, sabía muy bien que la victoria no se la daría, ni el ejército, ni la espada, sino el Santo Espíritu de Dios. Por eso le dijo a Barac, el que iba delante del ejército: “levántate, porque este es el día en que jehová ha entregado a Sísara en tus manos. ¿No ha salido jehová delante de ti?”
Ella tenía Convicción, sabía que la palabra de Dios nunca vuelve vacía, por eso en las estrofas de su canto dijo:
 “Despierta, despierta, Débora; Despierta, despierta, entona cántico. Marcha oh alma mía con poder… perezcan todos tus enemigos, oh jehová; Mas lo que te aman sean como el sol cuando sale en su fuerza. Y la tierra reposó cuarenta años”
Siempre va a haber un recordatorio de todos los hechos trascendentales de nuestra vida. Y así como nosotros no los olvidamos, porque de hecho fueron muy importantes. De la misma manera el Señor los tiene muy presentes. Este cántico, es un registro de aquellos eventos, que compuso la misma Débora y que quedaron como ejemplo para que nosotros  elijamos el nivel de victoria que queremos para nuestra vida. Eso dependerá de la actitud que tengamos,  es lo más importante que existe, la diferencia entre obstáculo y oportunidad es la actitud. Estamos a una actitud de nuestra bendición. Es lo que llevamos puesto en nosotros las 24 horas del día. Tienes que ser líder en todo lo que emprendas, porque sólo los que tienen pasión, son los que rompen con todos los límites que aparecen. Y elige rodearte de gente de fe, que vive lo que dice y que ejecuta con prontitud lo que le pides. No ponen excusas, siempre están dispuestos a la nueva orden que Dios les dará.

¡Vístete de poder y marcha hacia el nuevo desafío sin dudar, pues en Dios harás grandes proezas y valentías!