“Si estás recién muerto Dios te habla suave, pero si hace días que estás muerto te va a gritar: ¡Sal de la cueva, hoy es el día que camines en victoria!”
Cómo voy a ser más que un vencedor, si nunca tengo nada que vencer.
“Hasta que yo Débora me levanté, me levanté como madre en Israel”.
Las victorias que vengan a nuestras vidas, dependerán de Dios y de la disposición que nosotros tengamos para alcanzarlas. Siempre hay un paso de fe que tenemos que dar, y que sólo a partir de allí, obtendremos el favor sobrenatural de Dios. Él actúa, pero primero nosotros tenemos que decidir levantarnos en fe para emprender la batalla.
Hubo una mujer que vivió en la época de Los Jueces, era la época “en que cada uno hacía lo que bien le parecía”. O sea el pueblo de Israel siempre estaba sometido a otros pueblos por su desobediencia a Dios, sin embargo el Señor en su misericordia, cada tanto, les levantaba un juez para que los defendiera de los ataques de sus enemigos. En este caso, usó a Débora, que era jueza y también profetisa. Tenía conocimiento, una profunda sabiduría y piedad extraordinarios, fue instruida en los conocimientos divinos por el Espíritu de Dios, y acostumbrada a interpretar la divina voluntad, había llegado a tener una influencia extensa y gozaba del respeto general; ejercía todos los deberes especiales de juez, excepto el de dirigente militar.
Se levantó como una madre:
Ella podría haber dicho, “me levanté como jueza o me levanté como profetisa”, pero sin embargo dijo: “Me levanté como madre”.
Una madre es la que lo entrega todo por sus hijos, es la que no mide el sacrificio que tiene que hacer por ellos, es la que está presente en todos los momentos de su vida, es la que los guía en todas sus actividades para que no se olviden de ninguna cosa.
Por eso ella dijo luego: “Mi corazón es para vosotros, jefes de Israel”, porque puso todas sus fuerzas, todos sus sentimientos y todo su valor por su pueblo. Ella puso toda su pasión para pelear esta batalla, junto con toda su gente.
Se rodeó de gente definida:
Organízate cada día con una estrategia diferente. No siempre vamos a contar con las personas que pensamos que nos van a apoyar en tal o cual emprendimiento, porque muchas veces al principio, te prometen ayudarte pero luego desisten. Por eso tienes que orar al Espíritu Santo y pedirle ideas de oro. Por ejemplo Débora contó con algunas tribus que iban a salir a pelear contra Sísara el general del ejército de Jabín, el rey cananeo, pero no todas las tribus la apoyaron.
“De Efraín vinieron los radicados en Amalec, en pos de ti, Benjamín entre sus pueblos; de Maquir descendieron príncipes, y de Zabulón los que tenían vara de mando. Caudillos también de Isacar fueron con Débora”.
Siempre va a haber gente que Dios pondrá en nuestro camino para pelear la buena batalla de la fe. Él sabe que solos no podemos, por eso debemos rodearnos de gente de fe, con resolución, con ánimo pronto. Llenos de la unción del Espíritu Santo, con esa gente podemos ir al frente porque sin duda vamos a vencer.
Dice la Escritura que una vez que ellos se decidieron a luchar por su pueblo, DIOS PUSO A LA NATURALEZA A FAVOR DE ELLOS. “Desde los cielos pelearon las estrellas; desde sus órbitas pelearon contra Sísara. Los cuerpos celestes actuaron a favor del ejército de Israel. “Los barrió el torrente de Cisón”: era un arroyo pequeño, pero ahora, por la gran lluvia que había caído, había crecido de tal manera, que llegó a convertirse en un profundo y rápido torrente; así que se ahogaron cuantos intentaron atravesarlo vadeando o nadando.
Dios suplió lo que les faltaba en cuanto a fuerza militar, porque: “El da mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”.
Se desvinculó de los que ponían excusas:
También se mencionan a los que no quisieron pelear:
“Entre las familias de Rubén hubo grandes resoluciones del corazón”; ¿Por qué te quedaste entre los rediles, para oír los balidos de los rebaños?
Esta tribu representa a la gente que “hablan pero no hacen”, en los rediles estaban más seguros que el campo de batalla, y se excusaron de acudir por resultarles inconveniente el dejar a sus rebaños. Siempre va a haber algo que te ata, para que no salgas a la batalla; pero tú decides si seguir viviendo sometida al enemigo o cortar totalmente con los vínculos que te atan a él.
“Galaad se quedó al otro lado del Jordán”:
Prefirió quedarse a reposar en la altiplanicie, al otro lado del Jordán, antes que acudir a prestar su ayuda contra el enemigo en común.
La comodidad nos atrae poderosamente, pero no trae ningún resultado a nuestra vida. “El perezoso no ara a causa del invierno; pedirá, pues, en la siega, y no hallará”.
“Y Dan, ¿Por qué se estuvo junto a las naves? Se mantuvo Aser a la ribera del mar”:
Estas dos tribus, se negaron igualmente a acudir. Ambas tribus estaban asentadas a orillas del Mediterráneo. Dan estaba muy a gusto comerciando con sus naves, y no quiso renunciar a las ventajas del negocio terrenal. Aser, por su parte, se había contentado con unos primeros intentos de invasión, y se hallaba muy tranquila junto a los fenicios en sus ensenadas.
“El que ama al mundo, el amor del Padre no está en él”.
“Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Jehová; maldecid severamente a sus moradores, porque no vinieron al socorro de Jehová contra los fuertes”:
Quien se lleva la peor maldición es Meroz. Esta tribu estaba cerca precisamente del camino de los fugitivos de la batalla por lo que sus habitantes tenían una magnífica oportunidad de ayudar al ejército de Israel. De seguro tuvieron miedo a los carros herrados de Jabín, y prefirieron salvar el pellejo. Parece ser que la ciudad era a la sazón, no sólo de posición estratégica, sino también de población alta, por lo que se esperaba mucho de ella y por eso, es digna de especial maldición.
Se vistió de fuerza y honor y salió a la batalla:
Ella no peleó como un soldado, hizo algo más poderoso, ella peleó en el Espíritu, sabía muy bien que la victoria no se la daría, ni el ejército, ni la espada, sino el Santo Espíritu de Dios. Por eso le dijo a Barac, el que iba delante del ejército: “levántate, porque este es el día en que jehová ha entregado a Sísara en tus manos. ¿No ha salido jehová delante de ti?”
Ella tenía Convicción, sabía que la palabra de Dios nunca vuelve vacía, por eso en las estrofas de su canto dijo:
“Despierta, despierta, Débora; Despierta, despierta, entona cántico. Marcha oh alma mía con poder… perezcan todos tus enemigos, oh jehová; Mas lo que te aman sean como el sol cuando sale en su fuerza. Y la tierra reposó cuarenta años”
Siempre va a haber un recordatorio de todos los hechos trascendentales de nuestra vida. Y así como nosotros no los olvidamos, porque de hecho fueron muy importantes. De la misma manera el Señor los tiene muy presentes. Este cántico, es un registro de aquellos eventos, que compuso la misma Débora y que quedaron como ejemplo para que nosotros elijamos el nivel de victoria que queremos para nuestra vida. Eso dependerá de la actitud que tengamos, es lo más importante que existe, la diferencia entre obstáculo y oportunidad es la actitud. Estamos a una actitud de nuestra bendición. Es lo que llevamos puesto en nosotros las 24 horas del día. Tienes que ser líder en todo lo que emprendas, porque sólo los que tienen pasión, son los que rompen con todos los límites que aparecen. Y elige rodearte de gente de fe, que vive lo que dice y que ejecuta con prontitud lo que le pides. No ponen excusas, siempre están dispuestos a la nueva orden que Dios les dará.
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