sábado, 26 de febrero de 2022

Éxodo 20:6


 

Éxodo 3:12

 


Éxodo 23:25


 

Éxodo 33:14


 

Génesis 9:13


 

Génesis 15:5


 

Génesis 2:18


 

Génesis 28:15


 

Génesis 12:2


 

Poder de una promesa

El Poder De Una Promesa de Dios

Una buena definición de una promesa podría ser:  Una promesa de Dios es una declaración de parte de El que lleva en sí el poder para cumplirse, siempre y cuando las condiciones se cumplan.

Al pasar tiempo estudiando las escrituras es fácil encontrar muchísimas promesas hechas por Dios.  Existen promesas en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, promesas que tocan cada área de la vida.  Los pactos, o compromisos que Dios ha hecho con el hombre a lo largo de los siglos., se basan en promesas. 

Cuando Dios escogió a Abram (Abraham) para ser su hombre de pacto, El le hizo promesas que todavía tienen poder hoy en día.  “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición . . . y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3).  La nación de Israel y la raza judía es el resultado de esta promesa, y los propósitos de Dios no han cambiado con los siglos.  A través de esta promesa salió del linaje de Abraham un salvador, Jesucristo, cuyo propósito fue bendecir a todas las familias de la tierra.  De hecho, Pablo declaró que, “si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa”  (Gálatas 3:29).  La promesa que Dios hizo hace miles de años sigue vigente, y la bendición de la promesa está disponible para quienes viven por fe.  ¡Cuán importante es tener conocimiento de las promesas de Dios!

También, bajo el pacto de la ley podemos encontrar las promesas que Dios hizo para bendecir a su pueblo.  Por supuesto, existían condiciones que ellos tenían que cumplir para recibir el beneficio de la promesa.  Por ejemplo, en Deuteronomio 28, Dios declara, “si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy (Condiciones), también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra.  Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones . . .” (Resultado) (Deuteronomio 28:1-2).  Así trabaja Dios con su pueblo.

Un Mejor Pacto

Cuando hablamos de los pactos es necesario que entendamos que Dios ha hecho pactos a través de la historia para el beneficio del hombre.  Por medio de Jesucristo, Dios hizo su último pacto, el más poderoso de todos.  “Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo (Jesús), cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas” (Hebreos 8:6).

Cuando construimos un edificio, lo primero que tenemos que poner es el cimiento.  Es el cimiento el que da fuerza y permanencia al edificio.  Construimos un edificio sobre el cimiento.  Podemos vivir tranquilos en el edificio,  pues no se moverá porque tiene un cimiento sólido.  Sin un buen cimiento, el edificio podría caer facilmente.  En el mundo espiritual existe un mejor pacto (contrato), establecido (construido) sobre promesas.  Son las promesas las que dan fuerza, poder y autoridad al pacto.  Sin las promesas, el pacto está vacío.  Todo lo que Dios hace en el mundo lo hace a través de sus promesas.  Lo que Dios quiere hacer en tu vida lo hará por sus promesas.  Sus deseos para ti dependen de tu conocimiento de las promesas que Dios te ha dado.

Un buen ejemplo es la promesa de salvación que existe bajo el Nuevo Pacto.  Dios declara a través de Pablo, “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9). 

Ahora, veamos el poder de la promesa.  Si crees en el corazón, y confiesas con la boca que Jesús es el Señor, ¿está Dios obligado a salvarte?  ¿Es posible que Dios te pueda decir, “No, no te voy a salvar a pesar de tu fe y tu confesión?”  Por supuesto la respuesta es, “No.”  Cuando se cumple con las condiciones, Dios está OBLIGADO a cumplir con su parte.  ¡Realmente, la salvación es NADA MAS que fe en una promesa!  Todos los creyentes en el mundo están basando sus vidas en la promesa de salvación y nada mas.  Ciertamente, nuestra fe en la promesa desata la gracia de Dios en la vida, y todo el poder que la acompaña.  Sin embargo, el resultado proviene de la fe en la promesa y en la convicción de que quien promete no mienta.  Dios estableció su pacto sobre tales promesas.

Las Promesas Siguen Vigentes

Las promesas representan la manera que Dios usa para establecer su voluntad en el mundo.  Nuestra ignorancia o pasividad en cuanto a las promesas de Dios puede determinar la calidad de nuestra vida. 

En 2 Corintios 1:20, encontramos una declaración sorprendente.  “Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios.”  En otras palabras, cada promesa que Dios ha hecho al hombre durante la historia sigue vigente, y está disponible para quien la tome.  Existen promesas inferiores bajo el Antiguo Pacto, y promesas superiores bajo el Nuevo.  Pero todas son en él Sí y Amén. 

Es como el chofer de un taxi que siempre encuentra los semáforos con luz verde y   nunca tiene que parar, porque la luz siempre está verde cuando él pasa en su auto.  Así es nuestro Dios.  Todo lo bueno que él ha prometido al hombre está disponible para el creyente.  Pero las condiciones se tienen que cumplir.  La frase, “por medio de nosotros,” significa que somos nosotros quienes determinamos si recibimos el beneficio de la promesa o no.

Por ejemplo, en la promesa de salvación que ya hemos visto, depende del hombre si va a creer y confesar que Jesús es el Señor.  Al creer y confesar la promesa, ésta se activa y se cumple.  Pero depende del hombre.  Dios quiere salvar a todos, pero no todos desatan el poder de la promesa.

Ahora, veamos la importancia que Dios da a sus promesas.  “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegáseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1:3-4).  Déjenme ponerlo en términos más entendibles:

1.  Todo lo que necesitamos para vivir nos ha sido dado.  Ya está disponible.

2.  Ahora depende de nuestro conocimiento de Dios y sus princípios.

3.  Su gloria y excelencia nos han dado promesas.

4.  Para que por ellas participemos en la vida de Dios . . .

5.  . . . y huyamos de la corrupción que existe en el mundo.

Cuando dice, “para que por ellas,” Dios declara claramente que la forma que El ha elegido para que nosotros participemos en la vida abundante, y que tengamos protección del mundo contaminado, es a través de sus promesas.  Es LA manera que Dios ha escogido.

Si no vives por las promesas de Dios, no estás viviendo la vida que Dios tiene para ti.  Estás solamente ‘sobreviviendo.’  Dios quiere cumplir sus propósitos y su voluntad en tu vida, pero solamente lo va hacer por sus promesas.  Si eres ignorante de las promesas, o pasivo en cuanto a ellas, jamás disfrutarás de los beneficios y bendeciones que buscas.

Una Promesa Es Una Semilla

Una promesa de Dios representa lo que El quiere hacer en tu vida.  El poder para cumplir la promesa se encuentra en la misma palabra de la promesa, como el poder para que crezca una manzana se encuentra en la semilla de la manzana.  Mientras uno no siembra la semilla, no verá el fruto que potencialmente existe dentro.  El poder para que brote un manzano, está dentro de la semilla.  Es siempre “Si y Amén.”  Simplemente requiere que sea sembrada en la tierra. 

Así funcionan las promesas de Dios también.  El poder para ser salvo se encuentra en la palabra de Dios sobre la salvación.  Cualquiera que la escucha y la recibe puede creer, confesar y ser salvo.  El poder para recibir la sanidad se encuentra en las promesas que el Señor ha hecho sobre la sanidad.  Cualquiera que las escucha y las crea puede ser sano.  “Así que la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios” (Romanos 10:17).  Nuestra fe y nuestra confesión (declaración) desata el poder de la promesa y la promesa comienza cumplirse.

Dios nos ha dado promesas que cubren cada área de la vida.  No existe ninguna circunstancia ni ningún tema sin una promesa que se pueda desatar para experimentar la voluntad de Dios en lugar de “la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1:3-4).

Para vivir la vida abundante que Jesús nos prometió (Juan 10:10), es necesario activar las promesas en cada área de la vida.  Muchos activan la promesa de la salvación pero nunca desatan el poder de las otras promesas.  El perdón de los pecados es solamente una de las mejores promesas que existen en el Nuevo Pacto.  Hay promesas para recibir el poder del Espíritu Santo,  salud,  ayuda espiritual; hay promesas de oración, de sabiduría, de fe, para la soledad, para el temor, promesas de autoridad sobre el diablo, promesas para la familia, el trabajo, los recursos, la protección, etc.  Y es solamente a través de las promesas que podemos participar de la naturaleza divina de Dios. Eso es la vida abundante.

¿Cómo podemos activar las promesas de Dios?

1.  Llena tu mente y tu corazón con una visión de la promesa ya cumplida

            - Medita en la promesa día y noche hasta que sea real en tu corazón (Josué 1:8).

            - Mantén los ojos en la promesa y no en las circunstancias(2 Corintios 4:18).

2.  Proclama la promesa en voz alta constantamente. 

- Declara que ya es tuya.   (2 Corintios 4:13, Proverbios 18:20-21)

3.  Actúa y habla como si fuera la verdad(Santiago 1:23-25)

4.  Nunca dudes del poder de la promesa de Dios

            - Decide que vas a recibir lo que Dios dice(Santiago 1:6-8)

5.  No dejes de creer, hablar y actuar hasta que haya llegado la manifestación..

            - No te rindes nunca   (Hebreos 6:12)

            - Sigue haciendo la voluntad de Dios(Hebreos 10:35-36)

Cuando uno capta el potencial que existe en las promesas de Dios, y entiende que todo se puede desatar por fe, la vida cristiana se transforma de una rutina religiosa y aburrida en una aventura de fe, victoria y triunfo.  Las circunstancias negativas no representan nuestro destino, sino que son obstáculos temporales que tienen que rendirse frente al poder de la Palabra de Dios a través de sus promesas.  El creyente llega a ser el canal que Dios utiliza para realizar su voluntad en la tierra. 

¡Levántate ahora!  Busca las promesas de Dios y úsalas como herramientas divinas para construir tu vida. 

“Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibísteis la palabra (promesa) de Dios que oísteis de nosotros, la recibísteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1 Tesalonicences 2:13)

Promesas de Dios

 Hay muchas, muchas promesas de Dios en las Escrituras. En cada promesa, Dios promete que algo puede o no hacerse, darse o suceder. No son promesas frívolas y casuales como las que solemos hacer; estas promesas de Dios son compromisos sólidos como una roca, inequívocos, que hace el mismo Dios. Puesto que Dios es fiel, los destinatarios de las promesas divinas pueden tener la plena seguridad de que lo que Dios ha prometido en realidad se cumplirá (Números 23:19).


Aquí están algunas de las promesas que Dios ha hecho:

Promesas de Dios en el Antiguo Testamento.
Dios prometió bendecir a Abraham y, a través de sus descendientes, al mundo entero (Génesis 12:2-3). Esta promesa, llamada la Alianza Abrahámica, apuntaba al Mesías venidero que esperaba Abraham (Juan 8:56).

Dios prometió a Israel ser su Dios y hacerlos Su pueblo (Levítico 26:12-13). La historia del Antiguo Testamento está repleta de ejemplos del cumplimiento de esta promesa por parte de Dios.

Dios prometió que si lo buscamos lo encontraremos (Deuteronomio 4:29). No se hace el difícil. "nuestro Dios está cerca de nosotros cada vez que lo invocamos" (Deuteronomio 4:7).

Dios prometió protección para Sus hijos (Salmo 121). Él era el guardián vigilante de todo Israel.

Dios prometió que Su amor nunca fallaría (1 Crónicas 16:34). Él es fiel en todos los sentidos.

Dios prometió a Israel que su pecado podría ser perdonado, su prosperidad restaurada y su nación sanada (2 Crónicas 7:14). El arrepentimiento abrió el camino a la comunión y la bendición.

Dios, bajo los términos del Pacto de Moisés, prometió prosperidad a Israel por la obediencia y destrucción por la desobediencia (Deuteronomio 30:15-18). Desafortunadamente, Israel finalmente eligió desobedecer, y la nación fue destruida por Asiria y Babilonia.

Dios prometió bendición para todos los que se deleitaran en Su Palabra (Salmo 1:1-3). Una fe sencilla tiene sus recompensas.

Las promesas de Dios en el Nuevo Testamento.
Dios prometió salvación a todos los que creen en Su Hijo (Romanos 1:16-17). No hay mayor bendición que el regalo gratuito de la salvación de Dios.

Dios prometió que todas las cosas obrarían para el bien de Sus hijos (Romanos 8:28). Este es el panorama más amplio que evita que nos desalentemos por las circunstancias actuales.

Dios prometió consuelo en nuestras pruebas (2 Corintios 1:3-4). Él tiene un plan, y un día podremos compartir el consuelo que recibimos.

Dios prometió una nueva vida en Cristo (2 Corintios 5:17). La salvación es el comienzo de una nueva existencia.

Dios prometió toda bendición espiritual en Cristo (Efesios 1:3). Mientras que en el Antiguo Testamento, Israel tenía la promesa de la bendición física, a la iglesia de hoy se le han prometido bendiciones espirituales "en los lugares celestiales". Nuestra herencia está reservada para nosotros (1 Pedro 1:4).

Dios prometió terminar la obra que comenzó en nosotros (Filipenses 1:6). Dios no hace nada a medias. Él comenzó la obra en nosotros, y se asegurará de terminarla.

Dios prometió paz cuando oramos (Filipenses 4:6-7). Su paz es protección. "Guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo".

Dios prometió suplir nuestras necesidades (Mateo 6:33; Filipenses 4:19). Esto no significa que vayamos a conseguir todo lo que queremos, sino que nuestras necesidades serán suplidas. Somos más valiosos que las aves, y nuestro Padre Celestial las alimenta (Mateo 6:26).

Las promesas de Jesús en los Evangelios.
Jesús prometió descanso (Mateo 11:28-30). Las cargas se levantan en el Calvario.

Jesús prometió vida abundante a los que le siguen (Juan 10:10). Seguir a Jesús nos da más satisfacción espiritual de la que podíamos haber previsto.

Jesús prometió vida eterna a aquellos que confían en Él (Juan 4:14). El Buen Pastor también prometió mantenernos seguros: "Nadie me las arrebatará de mi mano" (Juan 10:28).

Jesús prometió a Sus discípulos poder de lo alto (Hechos 1:8). Con este poder, "trastornan el mundo" (Hechos 17:6).

Jesús prometió que regresaría por nosotros (Juan 14:2-3). A partir de entonces, estaremos siempre con Él.

Hay muchas más promesas de Dios que se podrían enumerar. Todas ellas encuentran su último cumplimiento en Jesucristo, "el resplandor de la gloria de Dios" (Hebreos 1:3). "No importa cuántas promesas haya hecho Dios, ellas son 'Sí' en Cristo" (2 Corintios 1:20).

viernes, 25 de febrero de 2022

Arca del pacto

 Recibe también el nombre de Arca de Dios, Arca del Testimonio, Arca de Jehová. Era el cofre sagrado del Tabernáculo y del Templo. Estaba hecha de madera de acacia, recubierta por dentro y por fuera de oro puro. Tení­a 2-1/2 codos de longitud y 1-1/2 codos de anchura y de altura, con una corona o cornisa de oro a su alrededor. Tení­a a cada lado anillas de oro donde se insertaban las barras con las que era transportada. Su cubierta, sobre la que habí­a dos querubines totalmente de oro, recibí­a el nombre de PROPICIATORIO.

El arca era un tipo de Cristo en que era figura de la manifestación de la justicia divina (oro) en el hombre; el propiciatorio era el trono de Jehová, el lugar de Su morada en la tierra. En el arca se colocaron las dos tablas de piedra (la justicia que Dios demandaba del hombre) y después el vaso de oro conteniendo maná, y la vara de Aarón que reverdeció. Con respecto al lugar del arca y de cómo era desplazada, TABERNACULO. Durante el primer viaje de los hijos de Israel desde el monte Sinaí­ el arca del pacto fue delante de ellos, “buscándoles lugar de descanso”, ejemplificando el bondadoso cuidado de Dios hacia ellos (Nm. 10:33). Cuando llegaron al Jordán, el arca era llevada por los sacerdotes 2.000 codos por delante de las huestes, para que supieran por dónde debí­an ir (Jos. 3:3, 4), y el arca permaneció sobre los hombros de los sacerdotes en el lecho del rí­o, hasta que todos hubieron pasado (Jos. 3:17). Esto es un tipo de la asociación en la muerte y resurrección de Cristo. 

El arca les acompañó en su primera victoria en Jericó. Es sólo por el poder de Cristo en resurrección que el creyente puede tener la victoria. El tabernáculo fue plantado en Silo, e indudablemente el arca quedó allí­ (Jos. 18:1). En los dí­as de Elí­, al verse derrotado por los filisteos, los israelitas fueron a buscar el arca a Silo, para que ella los salvara. Se vieron de nuevo derrotados, y el arca, sobre la que habí­an depositado su confianza, en lugar de en Jehová, fue tomada por los filisteos (1 S. 5:1). Pero el arca les provocó tales desgracias que decidieron devolverla a los israelitas y la dispusieron a bordo de un carro nuevo. Este, tirado por dos vacas que criaban, sin conducción alguna, se alejó de sus terneros, milagrosamente, y se dirigieron a Bet-semes. Allí­, Dios hirió a los hombres de aquel lugar por haber mirado dentro del arca. Quedó después en casa de Abinadab (1 S. 6; 7:1, 2), en Quiriat-jearim. Años después David quiso llevar el arca a Jerusalén, imitando la manera en que lo habí­an hecho los filisteos, que ignoraban las instrucciones precisas de Dios en la ley acerca de cómo ésta debí­a ser llevada. De ello sobrevino una desgracia, pues David debí­a conocer la Ley, y fue culpable de descuido en las cosas sagradas, juntamente con aquellos que le rodeaban. Llevada a casa de Obed-edom, Dios bendijo esta casa. Entonces David hizo llevar el arca de nuevo, esta vez siguiendo el orden divino, a hombros de los levitas (2 S. 6). 

Cuando Salomón hubo construido el templo, el arca fue llevada allí­, y fueron quitadas las varas con que era llevada: el arca habí­a hallado ahora su lugar de reposo en el reino de Salomón, que tipifica el reino milenial. Habí­a allí­ solamente las dos tablas de piedra de la ley (1 R. 8:11). El maná habí­a cesado cuando comieron del fruto de la tierra, que tipifica al Cristo celestial; y no se precisaba del testimonio de la vara de Aarón ahora que estaban en el reino teocrático. Las circunstancias del desierto, en las que eran tan precisos el maná y el sacerdocio de Cristo, habí­an ahora pasado. Esto se menciona en Hebreos (He. 9:4) porque allí­ lo que se considera es el tabernáculo y no el templo; la peregrinación y no el reposo. No se hace más mención del arca; se supone que fue llevada con las vasijas sagradas a Babilonia y que nunca volvió. Si es así­, no hubo arca en el segundo templo ni en el templo erigido por Herodes. Tampoco leemos de ningún arca en relación con el templo descrito por Ezequiel. En Apocalipsis se ve el arca del pacto de Dios en el templo de Dios en el cielo (Ap. 11:19). Se trata de un sí­mbolo de la reanudación de los tratos de Dios con su pueblo terreno de Israel.

Arca del pacto


 

Josué 6:18


 

Josué 24:15


 

Josué 1:5


 

miércoles, 23 de febrero de 2022

Josué

 Según los textos bíblicos, Josué fue el sucesor de Moisés en las campañas militares llevadas a cabo por los hebreos en la conquista de Canaán.​Era hijo de Nun, de la tribu de Efraín.​ Nació en Egipto y tenía probablemente la misma edad que Caleb, con quien suele relacionársele. Participó en los acontecimientos narrados en el Éxodo como ayudante de Moisés. Fue el comandante de los israelitas en la batalla contra los amalecitas en Refidín.8

Se convirtió en el lugarteniente de Moisés, y lo esperó a mitad de camino cuando este subió al Monte Sinaí a recibir los Diez Mandamientos.​ Fue también uno de los doce exploradores enviados por Moisés a la tierra de Canaán,​ y el único, junto con Caleb, en traer un informe alentador. Su nombre original era Osea u Oseas y Moisés le puso el nombre de Josué, cuyo significado en hebreo es Yahveh salva o Yahveh de salvación, y de hecho Yahveh lo elige como instrumento para realizar su plan de conquista de la tierra prometida.

"Josué ora a Dios para que el sol se detenga". Grabado de Gustave Doré.

Conquistó Jericó, cuyas murallas se derrumbaron cuando los sacerdotes que custodiaban el Arca de la Alianza marcharon frente al pueblo de Israel y dieron una vuelta durante 7 días al rededor de la ciudad y al séptimo día dieron 7 vueltas, ese día tocaron los shofarim (trompetas de cuerno de cordero), siguiendo las órdenes de Yahvé.11​ Todos los habitantes de la ciudad, incluyendo mujeres y niños, fueron muertos, a excepción de Rahab, que había colaborado con los espías enviados por Josué, y su familia. La ciudad fue destruida por completo, y Josué maldijo a quien intentara reconstruirla.

Al intentar atacar la ciudad de Hai, sus tropas sufrieron una derrota a causa del pecado de Acán, quien se había apropiado de objetos preciosos que Yahvé había decidido que fueran destruidos. Acán fue lapidado, y Josué logró finalmente conquistar Hai, mediante una hábil estrategia. Los habitantes de Hai sufrieron la misma suerte que los de Jericó. El total de hombres y mujeres exterminados fue de 12 000.12​ Posteriormente, Josué levantó un altar a Yahvé en el monte Ebal.

A causa de los éxitos de Josué, los hititas, amorreos, cananeos, pereceos, jebeos y jebuseos establecieron una alianza contra los israelitas. Los gabaonitas consiguieron evitar ser exterminados por los israelitas gracias a una estratagema.13​ Josué venció a continuación a una alianza de cinco reyes amorreos que pretendían atacar a los gabaonitas; durante la batalla, para ayudar a los israelitas, Yahvé hizo que el sol se "detuviera" en el cielo.14​ Tras la victoria, Josué ejecutó personalmente a los cinco reyes.15

A continuación Josué conquistó las ciudades de Maquedá, Libná, Laquis, Eglón, Hebrón y Debir.

En todas ellas fueron exterminados todos sus habitantes: "todo lo que tenía vida lo exterminó, como Yahveh, Dios de Israel, se lo había mandado".16​Después venció a Yabín, rey de Jasor, y consumó la conquista de la tierra prometida.

Repartió el territorio conquistado entre las tribus de Israel (Jos. 13-21). En su ancianidad convocó una asamblea en Siquem y recomendó a los israelitas que mantuvieran su fidelidad a Yahveh. Según el Libro de Josué, falleció a los ciento diez años de edad, y fue sepultado «su heredad en Timnat-sera, que está en los montes de Efraín, al norte del monte Gaas».17

La tradición judía se refiere a Josué como «Yehoshúa ben Nun» y le atribuye los diez últimos psukim del quinto libro de Moisés (texto al que se conoce como Devarim, Deuteronomio).18

lunes, 21 de febrero de 2022

Pecado


 

Creer


 

Números 23:19


 

Números 6:24-26


 

Números 24:17


 

Números 23:21


 

Números

 El Libro de los Números o simplemente Números es el cuarto libro del Tanaj 


Los babilonios destruyeron la ciudad y el Templo de Salomón, ejecutaron a los hijos del rey delante de él y lo cegaron, y se lo llevaron a él y a muchos otros al exilio en Babilonia. ​Estos eventos deben de haber representado una gran crisis religiosa: ¿por qué el dios Yahvé había permitido que esto sucediera? ¿Qué había pasado con la promesa de que los descendientes de David reinarían para siempre? Las respuestas están registradas en el Libro de Ezequiel, el Libro de Jeremías y el Libro de Isaías, y en la historia deuteronomista, la colección de obras históricas desde el Libro de Josué al Libro Primero de los Reyes: Yahvé no había abandonado a Israel, sino que Israel había abandonado a Yahvé, y el exilio en Babilonia era un castigo de Yahvé por la falta de fe de Israel (según Dawes, págs. 14-16).


El exilio en Babilonia duró aproximadamente 48 años: empezó en 586 a. C. y terminó cuando los persas conquistaron Babilonia en 538 a. C. El nuevo gobernante persa, Ciro II el Grande, decidió permitir que los exiliados de distintos pueblos regresaran a sus patrias. De acuerdo con el Libro de Esdras y el Libro de Nehemías, los judíos regresaron a Palestina bajo la dirección conjunta de un descendiente del último rey y del último sumo sacerdote. Reconstruyeron el templo y reconstituyeron Judá (ahora se llama Yehud) como una comunidad santa gobernada por sacerdotes.


viernes, 18 de febrero de 2022

Levítico 26:1


 

¿Qué debo hacer?


 

Vivir


 

Santidad


 

Levítico 11:45


 

Levítico 19:28


 

Levitico

 El libro se denomina Levítico porque se trata, en esencia, de un manual religioso para uso de los levitas, sacerdotes encargados del culto, escogidos de entre los miembros de la tribu de Leví . La tradición judeocristiana lo atribuye a la pluma del patriarca Moisés, como los demás libros del Pentateuco.

Este libro ritualista, lleno de instrucciones sobre el culto y disposiciones de carácter legal, encierra un mensaje de alto valor religioso, en el que la santidad aparece como el principio teológico predominante.

El Señor, el Dios de Israel, el Dios santo, requiere del pueblo escogido como suyo que igualmente sea santo: “Santos seréis, porque santo soy yo, El Señor, vuestro Dios” (19.2).

En consecuencia, todas las normas y prescripciones del Levítico están ordenadas al fin último de establecer sobre la tierra una nación diferente de a las demás, apartada para su Dios, consagrada enteramente al servicio de su Señor.

Por eso, todas las formulas legales y todos los elementos simbólicos del culto vestiduras, ornamentos, ofrendas y sacrificios, tienen una doble vertiente:

1. Por un lado, alabar y rendir el debido homenaje al Dios eterno, creador y Señor de todas las cosas.

2. Por otro, hacer que Israel entienda el significado de la santidad y disponga de instrumentos jurídicos, morales y religiosos para ser el pueblo santo que Dios quiere que sea.

La primera parte del Levítico está dedicada al ritual de los sacrificios (caps. 1-7). Luego vienen el ceremonial para la investidura de los sacerdotes (caps. 8-10), y la ley sobre lo puro y lo impuro (caps. 11-15), que concluye con el ritual para el gran Día de la Expiación (cap. 16). Los caps. 17-26 contienen la así llamada “Ley de Santidad”, que se cierra con una serie de bendiciones y maldiciones. A modo de Apéndice, el cap. 27 determina las condiciones para el rescate de las personas, los animales y los bienes consagrados al Señor.
El Levítico pertenece en su totalidad a la tradición “sacerdotal”. De allí su estilo minucioso y preciso, sobrecargado de términos técnicos y de repeticiones. Esta es una característica de todas las legislaciones cultuales, que se extienden hasta los más mínimos detalles para asegurar la eficacia de los ritos.
Aunque el Libro recibió su forma definitiva en la comunidad postexílica, algunos de los elementos que lo integran tienen un origen muy antiguo. Las prohibiciones alimenticias (cap. 11) y las reglas relativas a la pureza (caps. 13-15) conservan vestigios de una edad primitiva, cargada de tabúes y concepciones mágicas. El ceremonial del gran Día de la Expiación (cap. 16) yuxtapone a un rito arcaico un concepto muy elevado del pecado.
Como en el resto del Pentateuco, las leyes están encuadradas en un marco narrativo. Pero en el Levítico ese marco es muy simple, y se reduce casi siempre a una fórmula convencional, que hace depender todo el culto israelita de una orden dada por Dios a Moisés en el Sinaí. Así se pone de relieve la relación del culto con la Alianza.
La lectura del Levítico deja casi inevitablemente la impresión de que su contenido pertenece a una cultura lejana y extraña al hombre moderno. Esto es verdad, pero visto en su contexto histórico, el Libro atestigua un sentido muy profundo de la trascendencia divina y de la preocupación por formar un Pueblo santo, consagrado al culto del verdadero Dios en medio de las naciones paganas.
La antigua Ley no era más que “la sombra de los bienes futuros” (Heb. 10. 1), y el único Sacrificio de Cristo hizo caducar todo el ceremonial del antiguo Templo. Pero las exigencias de santidad y de pureza en el servicio de Dios siguen siendo siempre válidas, y la referencia al Levítico es indispensable para entender muchos pasajes del Nuevo Testamento, que nos hablan de Cristo y de su Sacrificio redentor.
EL RITUAL DE LOS SACRIFICIOS
Para Israel –como para toda religión– el acto de culto por excelencia, la expresión más natural y espontánea del reconocimiento debido a la absoluta soberanía de Dios, es el “sacrificio”. Al ofrecer un sacrificio, el hombre se despoja de algo valioso, de un alimento necesario para su vida, y lo consagra al Señor sobre el fuego del altar. El humo que sube de la ofrenda es como un lazo de unión entre el cielo y la tierra.
El sacrificio puede ofrecerse en acción de gracias, o para implorar del Señor algún beneficio. También hay sacrificios de expiación por el pecado, donde la sangre cumple una función purificadora. Otras veces, sólo una parte de la víctima se quema sobre el altar; la otra porción es compartida en un banquete sagrado, estableciéndose así un vínculo de comunión con la divinidad, de quien proceden la fuerza y la vida.
El ritual israelita despoja a los sacrificios de todo elemento mágico y hace resaltar el aspecto personal. Pero estos ritos, como toda acción litúrgica, están expuestos a convertirse en prácticas puramente exteriores, desprovistos de espíritu. Israel incurrió muchas veces en este pecado, y los profetas tuvieron que alzar su voz para recordar que Dios detesta el humo de los sacrificios, cuando faltan la justicia y la fidelidad a sus mandamientos (Is. 1. 10-20; Os. 6.6; Am. 5. 21-25Sal. 50. 7-15). Por eso, el Sacrificio por excelencia es el de Cristo, que aceptó “por obediencia la muerte y muerte de cruz” (Flp. 2. 8).