Cuando el hombre no puede adquirir lo que necesita para su bienestar, se frustra y pierde fuerzas, sobre todo cuando lo ha intentado por sus propios medios, pierde confianza en sí mismo y secretamente se condena, y hasta se culpa. Esto lo lleva a perder su fe y su motivación para otros intentos de búsqueda y éxito en la vida.
El ver a otros adquirir y tener ha inspirado a muchos ciertamente, pero ha hecho decaer los brazos de cientos que han permanecido en la impotencia y el fracaso. Y para conformismo de estos es que la vida no les ha dado la oportunidad, o que Dios no lo ha querido. La frustración y la derrota son expertos en formular argumentos que excusan a la incapacidad y el motivo de la derrota. Si no hacemos responsables a otros achacamos a la falta de recursos económicos o materiales.
Sin embargo hay una perspectiva que el hombre desde su óptica natural le cuesta trabajo observar, asimilar y aprovechar, y es la influyente acción sobrenatural de Dios en beneficio del hombre sobre la tierra. Para el hombre natural esto es imposible, pero para aquellos que tenemos la mente abierta sabemos que Dios tiene una intervención directa sobre los hombres creados a su imagen, conforme a su semejanza. Su intención es el bienestar de la raza humana redimida por Cristo para dar consolación al hombre de una manera integral. La provisión de Dios es suficiente, el depósito de Dios no está en escasez, es una fuente inagotable para dar satisfacción total a cada individuo sobre la tierra durante su existencia.
Sin embargo, con todo esto, observamos la misma situación de frustración e incertidumbre en muchos que caminan con el Señor. Y nos preguntamos qué podría estar sucediendo, ¿serán inválidas las promesas de Dios en este tiempo? O que para muchos la voluntad de Dios no está ligada a la prosperidad material del hombre. Y en cuanto a lo espiritual, piensan algunos que el creyente estaría sometido a pruebas sucesivas hasta desaparecer de la tierra por el cúmulo de problemas que se suscitan alrededor de aquellos que caminan en la viña del Señor.
Definitivamente ni lo uno ni lo otro. La voluntad de Dios es que el hombre disfrute al máximo en la tierra en una vida de bendición y prosperidad, como lo dice la sentencia bíblica: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.” 3 Juan 1:2
La prosperidad de Dios para el hombre trasciende al espíritu, alma y cuerpo. Es integral para la satisfacción integral del hombre. Y el mismo Dios es proveedor de todo lo que el hombre necesita.
Pero la manera en que esa satisfacción es suplida por Dios es mediante la petición en la oración. No hay otro medio.
La manera en que el hombre natural obtiene lo natural es mediante un mecanismo natural, siempre ha funcionado así y siempre funcionará igualmente. Pero lo espiritual que trae lo natural es mediante lo espiritual. Ahora en Cristo tenemos dos naturalezas la natural y la espiritual. Tenemos la opción de obtener por lo natural y por lo espiritual. Más Dios anhela que seamos espirituales, por tanto le agradamos a él mediante la fe que se mueve en lo espiritual. Somos impulsados por el Espíritu a obtener lo natural mediante lo espiritual o sobrenatural. De allí que el elemento es la oración. Pues está escrito: “Pedid y se os dará”
La garantía de la dádiva de Dios es nuestra propia petición. Tenemos que saber que al pedir a Dios estamos garantizando nuestra dádiva. Él ha dicho que el que pide recibe, su palabra es inquebrantable.
La motivación más grande del hombre está en saber que al pedir Dios le dará conforme a su gracia. Nuestras metas y propósitos no dependen directamente de los recursos o las personas sino de nuestra petición a Dios. Nuestra confianza no está en nosotros mismos sino en Dios. Cualquier cosas que queramos que sea hecha debe redirigirse a la petición a Dios. La petición a Dios, es el epicentro de nuestra fe, la respuesta es la consecuencia. Cuando doblamos la rodillas tumbamos al gigante del impedimento y la adversidad, cae nuestro yo y aflora la perfecta voluntad de Dios que nos favorece.
Por mucho tiempo se ha hablado que hay que pedirá Dios y el hombre lo ha hecho esperando recibir algo, y muchas veces no lo ha obtenido. Pero el asunto no está en pedir para obtener sino que porque pedimos tenemos. No oremos para obtener, sino que al orar ya es nuestro lo que pedimos.
Cuando sabemos que hay algo en el refrigerador, no lo abrimos para que aparezca de la nada lo que queremos, sino que lo abrimos para sacarlo, porque sabemos que allí está. Ese es el sentido de la oración.
Pedid y se os dará.
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