jueves, 10 de enero de 2013

Meditación de la ley de Dios= Prosperidad



La biblia llama bienaventurado al varón cuya delicia está en la ley de Jehová, y en ella medita de día y de noche. Lo compara con un árbol plantado junto a aguas, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no cae, y todo lo que toca prospera.
La persona que asegura la prosperidad en su vida, es aquella que tiene la palabra de Dios por la mañana, por la tarde, y por la noche.
El problema de nuestra sociedad, y que se ha metido en la iglesia, es la creencia de que, si se siente bien, podemos hacerlo. Si se obtienen los resultados esperados, se asume que se están haciendo las cosas correctas. Pero la realidad es que puedes estar teniendo ciertos resultados, pero esos resultados no van a perdurar, si no están basados en el fundamento correcto, que es el fundamento de la palabra de Dios.
Aquellos que tienen grandes resultados en la vida, aquellos que admiramos, son aquellos que no hacen lo que sienten, sino que hacen lo que nadie quiere hacer para obtener lo que ellos obtienen. El que logra alcanzar grandes cosas, en cualquier área de su vida, es aquel que no hace lo que siente, sino que hace lo que tiene que hacer.
La prosperidad no es magia. La prosperidad no es otra cosa que hábitos correctos.
Tienes que estar dispuesto a creer en una información que Dios te ha dado, en una revelación, y tienes que estar dispuesto a hacer lo que otros no están dispuestos a hacer. No es hasta que el hombre entiende esto, que entonces tiene la información correcta para vivir.
En Deuteronomio 6, Dios le da los mandamientos al pueblo de Israel y, dice la escritura que, aquellos mandamientos eran para que sus días fueran prolongados.
En esta escritura no se le está hablando a cualquier generación, no se le está hablando a la gente del desierto. Estos mandamientos no eran para prolongar la vida en medio del desierto. Estas palabras iban dirigidas a la generación que estaba entrando a la tierra prometida. Dios quería que los días del pueblo de Israel, en la tierra prometida, fueran prolongados, pero, para esto, tenían que guardar sus estatutos.
Sigue diciendo la escritura que debían poner por obra los estatutos, para que les fuera bien en la tierra que fluye leche y miel. Quizás estás en la tierra prometida, pero no te has dado cuenta, porque no estás guardando la ley, no estás guardando la palabra de Dios.
Mucha gente ama a Dios, y se agarran de la palabra, cuando están en el desierto, para que Dios los saque. A mucha gente, Dios los saca de Egipto con mano fuerte, los pasa por el desierto, los saca del desierto, y los lleva a la tierra prometida y, el fracaso más grande de muchos creyentes no está en Egipto, ni en el desierto, sino que su mayor fracaso está al llegar a la tierra prometida. Dios les restaura el matrimonio, le da un buen carro, una buena casa, los prospera, los bendice, tienen una vida cómoda, una vida tranquila, y ahora descuidan lo que los llevó hasta allí, y descuidan lo que va a prolongar todas estas bendiciones.
¿Quieres un buen matrimonio? Tienes que hacer todos los días lo que hiciste para enamorar a tu cónyuge. Cuando Dios te mete a la tierra prometida, es cuando más tú deberías estar buscando su palabra, porque tú quieres prolongar esa vida. Tú quieres prolongar un buen matrimonio, la buena prosperidad.
¿Por qué servirle a Dios, si ya eres salvo? Porque quieres prolongar esa salvación, la salud, la victoria. Por eso necesitas escuchar continuamente la palabra de Dios, y meditar en ella. 

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