jueves, 16 de agosto de 2012

Decepción


El avión con destino a Los Ángeles aun no había despegado y ya la persona que ocupaba asiento 23-E, aparentemente cansado, dormía plácidamente mientras los asientos D y F permanecían vacíos. De pronto, alguien lo interrumpió:
-¿Me permite? Tengo el 23-F; ventanilla, claro -y sonrió contento del privilegio de la posición.
-¡Hombre, no faltaba más! -respondió éste educadamente y acto seguido recogía los pies para dejarlo pasar.
Al escuchar estas palabras el recién llegado, algo confundido, comenzó a reflexionar: “Esa voz… esa voz la he oído antes, ¿pero dónde, Dios mío?” Se preguntaba en sus pensamientos sin encontrar respuesta.
En breve, el avión despegó y el que dormía se acomodó nuevamente, pero el de la ventanilla no pudo controlar su curiosidad y quiso salir de dudas:
-¿Es usted de Los Ángeles o de Miami?
-No, vivo en Miami.
-¿Va de paseo a Los Ángeles?
-No, voy a predicar en una cruzada cristiana en Pasadena. Soy un humilde servidor de Jesucristo.
El hombre de la ventanilla permaneció exhausto “¿Cómo no lo había reconocido antes?, es el conductor de mi programa favorito de radio”, y resueltamente se preparó para una muy deseada charla.
-¡Oh, qué torpe he sido! -dijo el de la ventanilla- Usted es el Dr. H. J. Limonta, el de mi programa radial Encontrando la verdad, mi favorito. Claro, nunca había tenido la oportunidad de conocerle personalmente, sólo le escuchaba por radio, pero creo que bien pude identificarlo desde el primer momento, su voz es inconfundible. Quiero decirle que usted es alguien muy importante para mí, y su programa me ha ayudado grandemente, como también a toda mi familia. Porque todos le escuchamos diariamente y, a la verdad, usted nos ha sido de gran bendición. Cuando le cuente a mi esposa que viajé con el Dr. H. J. no me lo va a creer y se morirá de celos. Bueno, es que realmente usted es un genio y tiene tanta sabiduría y habilidad para llevar su mensaje a los demás que da gusto oírle. ¡A propósito! ¿No le molestaría si conversáramos durante el viaje, verdad? Tengo tantas preguntas que hacerle.
-Lo siento -dijo el doctor Limonta-. Pero sí me molestaría.
-¿Cómo dijo?
-Que no puedo darme el lujo de conversar. Tengo rato sin dormir, y quiero aprovechar las cinco horas que nos tomará el vuelo de Miami a Los Ángeles para reponerme. Me espera una dura jornada, y necesito descansar. Lo siento, amigo.
Y acto seguido volvió a cerrar los ojos. Aquella respuesta dejó desconsolado al pasajero de la ventanilla; nunca hubiera esperado algo así de quien consideraba su modelo a seguir. Eso, definitivamente, no era lo que cada día le escuchaba por la radio. Miró de nuevo al doctor antes que éste reanudara su sueño y, completamente decepcionado, le dijo:
-A la verdad que todo el que ponga su mirada en alguien más que Jesucristo, está completamente perdido.
El predicador súbitamente abrió los ojos, se incorporó, y le dijo:
-Hasta ahí quería llevarlo, amigo: Hemos escuchado que Jesucristo nos fue sustituto en su muerte redentora, pagando por nuestros pecados. Pero lo que usted no oirá es que un hombre le haya sustituido jamás, en ninguna circunstancia. Como dijera un amigo haciendo referencia a Salmos 23: “El Señor es mi pastor… el pastor no es mi Señor” -y concluyó- A usted poco le faltó para hacerme más importante que el Señor. Ahora que sabe hacia dónde debe dirigir su mirada y a quién verdaderamente buscar, con mucho gusto hablaremos de lo que desee.
Amigo lector; nuestros guías espirituales, sin dudas, son importantes en nuestras vidas. A ellos les debemos respeto, admiración, lealtad y apoyo. También son seres humanos y cometen errores por los cuales no debemos juzgarlos, sino ayudarlos. Pero no podemos confundirnos apartando la mirada de Cristo (el modelo) para ponerla en ellos, y así evitaremos una estridente decepción.

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