jueves, 30 de agosto de 2012

Cuidado con quien nos ponemos de acuerdo

Mateo 18:19 "Además les digo que si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre que está en el cielo".
El Señor hace una sorprendente declaración acerca de un principio espiritual muy potente, y este principio es el poder de un acuerdo. El poder que genera un acuerdo, funciona para el bien, pero también para el mal, este es el caso de los constructores de la Torre de Babel 
Génesis 11: 1-9 En ese entonces se hablaba un solo idioma en toda la tierra.

Al emigrar al oriente, la gente encontró una llanura en la región de Sinar, y allí se asentaron.
Un día se dijeron unos a otros: "Vamos a hacer ladrillos, y a cocerlos al fuego." Fue así como usaron ladrillos en vez de piedras, y asfalto en vez de mezcla.
Luego dijeron: "Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la tierra."

Pero el Señor bajó para observar la ciudad y la torre que los hombres estaban construyendo, Y se dijo: "Todos forman un solo pueblo y hablan un solo idioma; esto es sólo el comienzo de sus obras, y todo lo que se propongan lo podrán lograr.
Será mejor que bajemos a confundir su idioma, para que ya no se entiendan entre ellos mismos." De esta manera el Señor los dispersó desde allí por toda la tierra, y por lo tanto dejaron de construir la ciudad. Por eso a la ciudad se le llamó Babel, porque fue allí donde el Señor confundió el idioma de toda la gente de la tierra, y de donde los dispersó por todo el mundo.
El versículo 5 declara que Dios descendió para ver la construcción. Nos puede resultar extraño que Dios haya descendido para ver una torre que era el símbolo de una rebelión abierta en contra de él. El punto es este: Dios siempre desciende donde hay acuerdo, ya sea para bendecir o para castigar.
Dios dijo: "Todos están de acuerdo en un solo propósito, y nada les hará desistir", de modo que él descendió y confundió sus lenguas; y esta confusión sirvió como un elemento disuasivo para romper el acuerdo y de esta manera detener la construcción.
Tengamos Sumo Cuidado Con Nuestras Conversaciones.
A la inmensa mayoría de los seres humanos nos agrada mucho conversar. Apenas nos levantamos en la mañana, habrá alguien con quien conversar, y durante todo el día hasta la noche, estamos conversando con alguien, y más de alguna vez conversamos dormidos.
Las conversaciones crean realidades espirituales, y también decretan, y establecen cosas.
2ª Corintios 13:1 Ésta será la tercera vez que los visito. "Que todo asunto se haga constar por el testimonio de dos o tres testigos."
Deuteronomio 17:6 Por el testimonio de dos o tres testigos se podrá condenar a muerte a una persona, pero nunca por el testimonio de uno solo.
Las conversaciones producen un impacto tremendo en nuestro espíritu, pues tienen el poder de aprisionarnos o liberarnos.
Proverbios 6:2 "Si verbalmente te has comprometido, enredándote con tus propias palabras.
A veces, pensamos equivocadamente que esas conversaciones que hacemos en secreto no afectarán nuestro entorno y nos apoyamos en una falsa seguridad de que después de haber hecho algún comentario en secreto con alguien, todo ha terminado allí, y que no habrá ninguna consecuencia posterior; pero no es así.
Lucas 12:3
Así que todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad se dará a conocer a plena luz, y lo que han susurrado a puerta cerrada se proclamará desde las azoteas.

Eclesiastés 10:20
No maldigas al rey ni con el pensamiento, ni en privado maldigas al rico, pues las aves del cielo pueden correr la voz. Tienen alas y pueden divulgarlo.

Las conversaciones crean lazos.
Salmos 91:3
Sólo él puede librarte de las trampas del cazador y de mortíferas plagas.

Proverbios 18:7
La boca del necio es su perdición; sus labios son para él una trampa mortal.

Respetemos a los médicos, pero pongámonos de acuerdo con Dios
Quiero usar un ejemplo cotidiano para corroborar el poder de un acuerdo: Si tú declaras el síntoma de la gripe diciendo: ¡Parece que me voy a resfriar! Y tu amigo te lo confirma diciendo: Te veo pálido y demacrado, ¿Cuál crees que será el resultado? ¡Gripe!.
Respetemos a los médicos, pero pongámonos de acuerdo con Dios; nunca olvidemos que Dios no es médico, Él es creador. Muchas veces el diagnóstico de un médico más parece una sentencia de muerte que otra cosa. Ahora bien, no neguemos la enfermedad, pero confesemos salud, pues ella es nuestro derecho legal. Debemos estar conscientes de la enfermedad, pero impresionados por nuestro gran Dios, y nunca estar conscientes de Dios e impresionados por la gran enfermedad.
Nunca Nos Convirtamos En Buscadores De Simpatía.
Cuando le hablamos a otros de nuestros problemas, generalmente es para obtener su simpatía. Es curioso, pero la mayoría de la gente se alimenta de la lástima y la simpatía de los demás, hay que vencer esa necedad y esa actitud mezquina. Entendamos bien, la lástima y la simpatía nunca podrán ayudarnos a que nos sanemos y que los dolores desaparezcan, ya que simpatía, es sólo otra persona sufriendo con uno, pero Cristo no es alguien que sufre contigo, sino alguien que sufrió por nosotros.
Seré bastante franco, lo que nosotros necesitamos no es un simpatizador sufriendo con nosotros, sino un sustituto que ya ha sufrido por nosotros. Quiero advertirte de un error importante: Muchas oraciones que se hacen por enfermos, consisten solamente en simpatía y lástima, eso nutrirá al peor enemigo que todos tenemos, que es nuestro yo herido.
Lo que nosotros necesitamos no es un simpatizador sufriendo con nosotros, sino un sustituto que ya ha sufrido por nosotros.
Lucas 10:19
Sí, les he dado autoridad a ustedes para pisotear serpientes y escorpiones y vencer todo el poder del enemigo; nada les podrá hacer daño.



Cuando alguien se acerque a nosotros para hablarnos mal de nuestro país, de nuestra ciudad, o de nuestra iglesia; al instante cancelemos esas palabras en nuestro espíritu, y determinemos bendecir y nada más que bendecir, cuando conversemos con otros. Proverbios 11:11 "La bendición de los justos enaltece a la ciudad, pero la boca de los malvados la destruye".


7 formas de orar en familia


¿Qué puede hacer su familia para incorporar la oración en su vida diaria? Considere estas ingeniosas ideas de la madre y escritora Mary DeMuth.
Usen la tecnología. Vivimos en la era digital, y nuestra familia ha aprendido el valor de la tecnología para orar los unos por los otros, utilizando el correo electrónico, los mensajes de texto, e incluso los sitios de redes sociales. He enviado mis peticiones de oración por correo electrónico a mis hijos: ellos han enviado mensajes de texto con sus peticiones, y yo les he respondido con oraciones específicas. Cuando viajo, oramos juntos por teléfono. Y cuando me escriben en Facebook acerca de sus peticiones, intercedo por ellos en mi respuesta.
Desconéctense. Muchas veces, a la oración se le da una importancia secundaria, por lo saturadas que están nuestras vidas. Cree una zona segura en su casa y un período de tiempo donde se desconecten por completo de la televisión, la música, la Internet y la computadora. En ese silencioso período, anime a sus hijos a escuchar a Dios, que es el otro lado de la oración que, con frecuencia, no practicamos. Pasen tiempo, como familia, compartiendo tranquilamente sus preocupaciones, alegrías y necesidades.
Pongan las peticiones por escrito. Cuando mis hijos eran pequeños, utilizábamos una pizarra para mantener el control de las peticiones, y para ver cómo las respondía Dios. Con tiza de colores, dividía la pizarra en tres secciones: fecha, petición y respuesta. Nos turnábamos para expresar nuestras peticiones; después, cada uno anotaba la fecha y la necesidad. Cuando Dios respondía específicamente nuestras oraciones, anotábamos la fecha y la forma como había respondido. Otras ideas son escribir las peticiones en un diario de la familia, o en una sencilla libreta. Llevar un control de la actividad de Dios, no importa la forma que se adopte, fortalecerá la fe de sus hijos y profundizará la determinación de ellos de comunicarse con Él.
Tomen un nombre para orar. Cada semana (o mes), que todos tomen al azar el nombre de otro miembro de la familia. Durante el tiempo designado, ore cada uno por esa persona.
Escuche, y luego actúe. En este mundo enloquecido algo que sus hijos necesitan es que usted los escuche con atención. Deténgase, escuche y esfuércese por escuchar lo que quieren decirle. Cuando compartan sus frustraciones o preocupaciones, ore por ellos en ese momento. No se limite a prometer que va a hacerlo después.
Utilicen los altibajos como trampolín. Cada noche, durante la cena, mencionamos las cosas buenas y malas del día. ¿Por qué no dar un paso más allá en la conversación utilizando esos altibajos como un trampolín para orar después de comer? Oren por quien esté a su izquierda o a su derecha, o al otro lado de la mesa.
Visiten lugares nuevos para orar. Piensen en la posibilidad de dar una caminata en el parque de su vecindario como otra forma de desconectarse del mundo y conectarse con el corazón de Dios en oración y estudio de su Palabra.

Lo que siembras eso cosecharas


Hay una práctica que me gusta aplicar, se llama empatía. Y el aplicarla me permite acercarme más al carácter del Señor. Me gusta ponerme en los zapatos de mis hermanos y el hacerlo hace que crezca el amor de Cristo en mí.
Admito que en ocasiones el tener esta empatía, afecta mi relación con mi yo, y en otras muchas ocasiones afecta también mi comodidad. Pero, he comprendido que lo que siembras, eso mismo cosecharás. Y si yo tuviese empatía con mis hermanos, de una u otra manera el Señor lo sumará a mi cuenta.
Me gusta extender la mano al necesitado, porque a mí me extendieron la mano y sé lo duro que es encontrar alguien con el amor de Cristo dispuesto a ayudarte. Me gusta desprenderme de lo mío con tal de dar una sonrisa o aliento a un hermano, al fin y al cabo sé que  mi Padre me sustenta. Me intereso por aquellos hermanos que el Señor pone en mi camino, tal vez no sea su Líder o Pastor, pero a mi Dios le agrada que les cuide.
Me gusta dar la milla extra, pues sé que hay un Dios justo en el cielo que hará que llegué pronto a mi destino. Me gusta estar atento a las tareas que me asigna mi Jefe, púes deseo que mis subordinados se agraden en servirme.
Acostumbro escuchar toda palabra que me habla mi Señor, pues sé que si ha caído en tierra fértil, a su tiempo le cosecharé. Acostumbro agradecerle a mi Dios por toda dadiva, por pequeña que me parezca, aunque en ocasiones pareciera que no hay nada que agradecer, púes sé que como Padre; Él quiere un hijo agradecido.
En muchas ocasiones he acatado órdenes que no son de mi agrado, pero sé que a mi Dios le agrada que respete su autoridad y Él hará que respeten en su momento  la mía. En muchas ocasiones no estoy de acuerdo con los designios de mis padres, más sin embargo debo sujetarme, no sea qué en mi descendencia exista rebeldía. En muchas ocasiones he sometido esa carne que tanto adoraba, pero Él ha sido justo y hoy puedo fluir en el espíritu.
Es muy simple, siembra amor, cosecharás amor. Siembra indiferencia, segarás indiferencia. No pretendas cosechar bendición, cuando solo maldición ha salido de tu boca. No pretendas segar rojos tomates, donde has regado solo espinos.
Yo te invito hermano a seguir trabajando esa tierra con amor, a que día a día  la riegues con empatía y a su tiempo lo que te ha costado sudor y lagrimas; con gozo segarás. “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.” Salmos 126:5-6
¿Ahora dime, haz estado sembrando fruto digno o solo regado tus viejos espinos?

Encontrar tu verdadero amor


Dos son las decisiones más importantes que cada persona debe tomar en su vida. Elegir a Jesucristo para obtener el perdón de pecados, la salvación del alma y la vida eterna, porque es el único medio para llegar a Dios (Juan 14:6).
La segunda decisión más importante que un joven o señorita necesita tomar es la elección de la persona que será su esposo (a). Esta decisión afectará el resto de la vida.
Si eres creyente en Jesucristo y deseas elegir la pareja ideal o el amor de tu vida, los siguietes principios te serán muy útiles:
Asegúrate de que tu novio (a) sea verdaderamente convertido (a)
Para asegurarte de que la persona es verdaderamente convertida, debes verificar si:
Confía en el Señor Jesucristo como su único Salvador (Hebreos 12:28).
Considera el pecado como ofensivo a Dios y lo combate y evita (2 Corintios 7:1; 1 Juan 1:8-9; 3:3).
No ama al mundo (1 Juan 2:15).
Ama a sus hermanos (Juan 13:34-35).
Toma la Palabra de Dios como su alimento espiritual (Mateo 4:4; Salmos 19:7-11).
Considera su vida como una oportunidad para cumplir con el propósito de Dios (Romanos 14:7,8).
Confía que su destino eterno descansa en Dios (Filipenses 1:21-24).
El matrimonio entre un creyente y un no creyente está prohibido por Dios (2 Corintios 6:14), porque el matrimonio no es solamente una unión física, sino también social, emocional y espiritual.
Asegúrate que el amor que se profesan es un amor verdadero
En la mayoría de los casos, los jóvenes empiezan una relación en base al amor interesado o egoísta. El Nuevo Testamento presenta la palabra “ágape”, como el amor divino. 1 Corintios 13:4 al 8 describe las bondades de este amor ágape. Lo maravilloso de la vida cristiana es, que este amor de Dios ha sido derramado en el corazón del creyente por el Espíritu Santo con el cual puede un creyente amar verdaderamente (Romanos 5:5).
Asegúrate de armonizar realmente con la persona a elegir como pareja
¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo? (Amos 3:3). Existen muchas diferencias entre todas las personas, y es necesario reconocerlas. Existen diferencias intelectuales, culturales, sociales, y aún físicas y espirituales. Estas diferencias pueden traer serias dificultades que impidan la comprensión y armonía en la relación conyugal. No se debe pasar por alto estas diferencias.
Asegúrate que tienen suficiente madurez
Madurez física. Muchos matrimonios realizados en edad temprana, terminan en el fracaso.
Madurez emocional. La madurez emocional motiva a que los jóvenes se ocupen de conocer mejor a la otra persona.
Madurez ocupacional. Si ambos todavía estudian una profesión, aún no están preparados para el matrimonio. El joven necesita recordar que es el esposo quien sustenta a la esposa y a los hijos (Efesios 5:29).
Madurez espiritual. La madurez espiritual tiene la virtud de involucrar los demás aspectos de la madurez (2 Pedro 3:18).
Asegúrate que es la persona elegida por Dios
El cristiano es llamado a vivir según la voluntad de Dios (Romanos 12:2), la cual es posible descubrir siguiendo los siguientes consejos:
Orar confiadamente (Juan 16:24; Filipenses 4:6 y 7). Estudiar la Palabra de Dios con expectativa (Salmos 119:105). Usar el sentido común, y no sólo el impulso de las emociones. Buscar el consejo de los padres o de los ancianos de la iglesia.
Caminar en plena comunión con Dios (Josué 1:8b).
Conclusión
La elección de la pareja es una decisión difícil de tomar y a la vez una de las más importantes de nuestra vida. Es tan importante asegurarte de que la persona que piensas elegir sea un (a) verdadero (a) convertido (a); que ambos tengan amor verdadero; que armonicen realmente; que tengan suficiente madurez; que sea la persona elegida por Dios. No es preciso apresurarse en una decisión tan importante, porque requiere tiempo, oración y meditación.

Platicar con Dios


¿Se pregunta usted, por qué pareciera que a sus oraciones les faltara algo? ¿Algunas veces se pregunta si al orar está haciendo algo mal?
La oración es uno de los privilegios más maravillosos que Dios nos ha dado, pero no siempre pensamos que es así. Aunque siempre tenemos la oportunidad de acercarnos confiadamente al trono de la gracia, y ser escuchados de inmediato por el Padre celestial, a veces nos preguntamos si nuestro tiempo delante de Él de verdad importa. Sí, somos rápidos para buscar a Dios cuando el sufrimiento o los problemas llaman a nuestra puerta, pero en realidad, ¿para qué más es la oración?
La prioridad de la oración
Dios nos creó para relacionarnos con Él, y la oración es parte vital de nuestra interacción con el Señor. Piense en su mejor amigo. ¿Cómo se desarrolló esa amistad? Lo más probable es que exigió que conversaran y pasaran tiempo juntos. Eso es exactamente lo que se necesita para cultivar una relación estrecha con el Señor. Sin la comunicación, Dios puede parecer un extraño. Él nos conoce por dentro y por fuera, pero a menos que hagamos de la oración una prioridad en nuestras vidas, no le conoceremos. Perder la oportunidad de conocer al Señor íntimamente, es una de las mayores tragedias en la vida del creyente.
¿Se da cuenta de que lo que Dios quiere es que la totalidad de su ser le pertenezca a Él, para comunicarse con usted, revelársele y mostrarle su amor? Todos sabemos que debemos amarlo, ¿pero ha pensado alguna vez en lo mucho que Él disfruta de su relación con usted? Al Señor le encanta pasar tiempo con usted. La vida cristiana no consiste solamente en cuánto usted sirve, con cuánta generosidad da, o en lo mucho que asiste a la iglesia. Lo único realmente importante es pasar tiempo a solas con Él para experimentar su maravillosa presencia.
Si quiere ver un ejemplo perfecto, basta mirar a Jesús. Aunque era el inmaculado Hijo de Dios, y Dios mismo, hizo de la oración su prioridad. Marcos 1.29-39 nos describe un día de su vida. Después de enseñar durante toda la mañana en la sinagoga, fue a casa de Pedro y sanó a su suegra. La noticia del milagro que hizo corrió rápidamente, y cuando llegó la noche toda la ciudad se agolpó a la puerta. Sin embargo, aun después de una noche muy atareada echando fuera demonios y sanando enfermos, Jesús se levantó temprano en la mañana cuando todavía estaba oscuro, y se fue a un lugar apartado a orar. Pero sus discípulos lo encontraron pronto, y comenzó otro día de duro trabajo.
¿No se identifica usted con esta historia? Por nuestros agitados estilos de vida, uno de los problemas más grandes que tenemos es apartar tiempo para la oración. Pero, a diferencia de Jesús, a menudo ponemos excusas. Me levanté tarde, y estoy demasiado cansado para orar. Tengo tanto que hacer, y no tengo tiempo. Es inútil; cada vez que lo intento, alguien o algo me interrumpen. Pero Jesús no permitió que las exigencias de este mundo le impidieran pasar tiempo a solas, de forma habitual, con su Padre. El Señor “se apartaba a lugares desiertos, y oraba” (Lc 5.16). De hecho, en una ocasión, cuando tuvo que tomar una decisión muy importante (la elección de sus doce discípulos), “pasó la noche orando a Dios” (Lc 6.12, 13). El tiempo con su Padre no era una cuestión de conveniencia para Él, sino una necesidad absoluta que a veces requería un sacrificio.
Si Jesús consideraba esencial la oración, ¿cuánto más debemos hacerlo nosotros? Al igual que Cristo, necesitamos desarrollar la práctica de pasar prolongados períodos de tiempo a solas con el Señor. Y puesto que se trata de una conversación, para escuchar su voz hablando a nuestros corazones, debemos incluir siempre a la Biblia. Por medio de la Palabra de Dios, el Espíritu Santo nos guía, para que sepamos qué pedir. Al aclarar el Espíritu Santo el significado en sus páginas, aprendemos quién es Dios, sus caminos, y lo que Él ha prometido hacer. Cuando abrimos nuestros corazones para escuchar su voz apacible y delicada, y alineamos nuestras vidas con la suya, nuestra fe crece.
Obstáculos para la oración
Sin embargo, a pesar de todas las promesas de Dios, y considerando todos nuestros problemas, ¿por qué permitimos que la oración se convierta en algo secundario en nuestras vidas? Para ayudarle a evaluar y reconocer la prioridad que usted le está dando a la oración, responda esta pregunta: ¿Cuánto tiempo pasó a solas con el Señor la semana pasada —y no me refiero en su automóvil yendo al trabajo? ¿Serían cinco, diez o quince minutos? Tal vez ya es hora de que se haga un autoexamen para que determine si hay algo que le está impidiendo dar a la oración la prioridad absoluta en su vida.
EL AJETREO. Una agenda exigente es probablemente el mayor obstáculo para pasar tiempo con el Señor. Nuestra sociedad exige tanto de nosotros que estamos en peligro de ir tras lo urgente e inmediato, y no ver lo que es más imperativo para nuestra salud espiritual y, en última instancia, para nuestro éxito permanente —la intimidad con Dios. ¿Ha dejado que otras cosas sean más importantes para usted que su relación con el Padre celestial? Tómese su tiempo para pensar en las consecuencias a largo plazo de lo que usted está haciendo. Mucho de lo que hacemos no significa nada en la eternidad, pero el tiempo invertido con el Señor siempre rinde beneficios eternos.
LA FALTA DE INTERÉS. Por más difícil que pueda ser esta verdad, la realidad es que a veces no tenemos interés en la oración. Si le parece que Dios es un extraño, no tendrá ningún deseo de relacionarse con Él. La solución para este problema es familiarizarse con Él, y puesto que la Biblia revela quién es Dios, hay que comenzar por allí. Cuando lea su Palabra, inicie una conversación con el Señor; hable con Él y hágale preguntas. Después, escuche su voz apacible hablando a su corazón. A medida que pase tiempo con Él, su conocimiento, su confianza y su amor crecerán hasta el punto de que estar con el Señor se convertirá en un gozo.
LA DECEPCIÓN. A veces, nos decepcionamos de la oración, porque parece que Dios no está respondiendo nuestras peticiones. Nos parece inútil seguir haciéndolo, así que no seguimos. El problema aquí es doble. Primero, hemos limitado la oración a una operación de “pedir y recibir”, en vez de centrarnos en crear una relación con nuestro tierno Padre celestial. Segundo, hemos dado por hecho que si no conseguimos lo que pedimos, fue una pérdida de tiempo y esfuerzo. Pero Dios es muy sabio y misericordioso, y por eso no nos da todo lo que le pedimos. Al igual que un padre amoroso, hace pasar nuestras peticiones por el filtro de su voluntad perfecta, y nos da lo que es mejor, aunque eso nos cause una decepción o dificultades en el momento.
EL OLVIDO. Cuando la vida funciona sin problemas, cuando las bendiciones están fluyendo, y todo está bien, podemos tener la tentación de olvidarnos de Dios. Incluso podemos comenzar a pensar que podemos manejar la vida por nuestra cuenta. Lamentablemente, muchos cristianos hacen esto — solo buscan el Señor cuando se ven en una situación difícil. Pero el propósito de Dios cuando nos creó fue que experimentáramos una estrecha comunión con Él. Aunque el Señor puede valerse de pruebas para llamar nuestra atención y acercarnos más a Él, no debemos olvidarle en los tiempos de bendición. Recordemos que “toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre” (Stg 1.17). Nuestros tiempos de bonanza debieran recordarnos la manera tan perfecta y maravillosa como el Señor nos da las cosas. Por tanto, debemos tomar esas oportunidades para expresar nuestro amor y gratitud a Él.
Uno de los mayores problemas del olvido de la oración, es que nuestros sentidos espirituales se insensibilizan. Corremos el peligro de no poder escuchar a Dios cuando nos hable por medio de su Palabra, ya que no podemos sentir lo que Él está haciendo en nuestras vidas.
Pero si usted pasa cada día cultivando una enriquecedora relación con el Señor, cuando los problemas le golpeen podrá escuchar su voz, entender sus propósitos y confiar en Él. Las ventajas de desarrollar una relación con Dios por medio de la oración, son interminables y eternas.
Compromiso con una vida de oración
Un joven pastor me preguntó una vez: “Si usted pudiera darme un consejo, ¿que me diría?” Le dije que lo más importante de su ministerio era su tiempo a solas con el Señor. Si dejaba que le faltara eso, todo lo que tenía que ver con su vida y con su ministerio se vería afectado. Es lo mismo que yo le diría a usted. Mantener una relación íntima con Dios es crucial si quiere ser efectivo y fructífero.
La mayoría de los creyentes queremos tener esta clase de vida de oración. Nuestro problema no es la falta de deseo, sino de compromiso. Como todo lo de valor verdadero, hay que buscarla, pues no sucederá por accidente. Es posible que tenga que hacer cambios en su vida, pero cualquier sacrificio no será nada comparable con lo que ganará. Dios anhela reunirse con usted cada día. ¿No quisiera usted darle al Señor esto que tanto desea?

miércoles, 29 de agosto de 2012

Como conocer la voluntad de Dios


¿Qué carrera debo elegir? ¿Debo tomar esta opción de trabajo? ¿Con quién me casaré?
Muchas interrogantes de este tipo asaltan nuestros pensamientos día a día; muchas veces aparecen más dudas, una más grande que la otra, y nos parece difícil encontrar la respuesta. Nuestro deseo es estar seguros que todos nuestros anhelos estén dentro del plan de Dios, y que no sean sólo nuestros planes y decisiones.
Para este propósito debemos percibir y conocer claramente los medios por los que nuestro Señor nos habla y nos guía. Mostraré cinco vías de comunicación que Dios usa con nosotros, cada una de ellas importante para poder entender Su voluntad.
1. Por medio de su Espíritu Santo:
Cuando Dios nos habla por el Espíritu Santo, se revela a sí mismo (en su nombre, su naturaleza y su carácter), sus propósitos, planes y sus caminos.
Nosotros como creyentes tenemos al Espíritu Santo en nuestros corazones; la voz del Espíritu Santo siempre nos guía, no nos obliga; siempre nos llevará a obedecer al Señor. Las siete cartas de Apocalipsis terminan así: “El que tiene oídos para oír, oiga”. Si tienes oídos, oye; para entender esa voz siempre debemos pasar por el filtro de la Palabra de Dios, teniendo cuidado de no confundir la “voz de la carne” con la “voz del Espíritu”.
2. A través de su Palabra, la Biblia:
El hábito de leer la Palabra de Dios, la Biblia, y meditar sobre ella diariamente es muy importante. Si nuestro espíritu está alimentado y nuestro carácter moldeado por la Palabra, tendremos mayor habilidad para entender la voluntad de Dios para nuestra vida. Si mantenemos una relación íntima de amor con él, aprenderemos a reconocer su voz y su guía.
¿Cuantas veces al día lees tu Biblia? Antes de encarar una decisión, qué opción mejor que consultar con él que te creó, Dios mismo; él no se equivoca al aconsejarte para que tomes las decisiones correctas.
Por eso la importancia de tener todos los días tu tiempo a solas con Dios en donde leas Su Palabra. Salmos 1:2; Josué 1:8.
Para muchos casos la palabra de Dios nos da órdenes y directivas permanentes que debemos seguir; por lo tanto no es necesario preguntar a Dios lo que quiere de nosotros, porque esto está comunicado claramente en su Palabra.
3. Por medio de la oración:
La oración es una relación y no simplemente una actividad religiosa.
Esta relación está diseñada para que te ajustes a Dios, y no para que Dios se ajuste a ti. Dios no necesita tu oración, pero él quiere que ores. En esta comunicación más cercana con Dios, su Espíritu te ayudará a ordenar tus pensamientos y emociones y te dará paz sobre el próximo paso correcto. Sin embargo, sólo funciona como guía para tomar decisiones, cuando coincide con los otros puntos aquí mencionados y cuando sinceramente quieres saber y obedecer la voluntad de Dios.
4. A través de las circunstancias:
Debemos colocar nuestras vidas a Su disposición, allí donde él está obrando, de modo que realice sus propósitos a través de nosotros. Cuando enfrentes circunstancias difíciles, no empieces a acusar a Dios. Pídele que te revele su verdad en esas circunstancias.
Varias veces, Dios cierra puertas para negarnos algo o dejar que esperemos su tiempo o modo de concedérnoslo, pero también abre puertas para que lo aprovechemos y le glorifiquemos. Sea que nos lo niegue o conceda, siempre podemos confiar en la bondad de nuestro Padre celestial.
5. A través de consejos de hermanos espirituales y experimentados:
La Iglesia es un cuerpo, el cuerpo de Cristo. Dios nos ha hecho mutuamente interdependientes. Nos necesitamos el uno al otro. Separado del cuerpo no puedes conocer completamente la voluntad de Dios.
No tengas temor de permitir que hermanos en Cristo, que viven una vida entregada al Señor, te ayuden a conocer la voluntad de Dios (Pr 15:22). Si la enseñanza bíblica, la paz que Dios te da cuando oras, las circunstancias y los consejos de otros creyentes coinciden, lo puedes entender como guía del Señor y seguir adelante con confianza.
Tal vez digas, “pero no conocen mi iglesia, no puedo depender de ellos para conocer la voluntad de Dios”. Ten cuidado, eso demuestra que dudas del poder de Dios; estás diciendo que no crees que Dios pueda obrar incluso a través de esas personas.
Dios puede utilizar la vida de hermanos en Cristo y usar sus consejos para guiarte por el Espíritu Santo.
Conclusión: Estas cinco vías de comunicación de Dios con nosotros, coincidiéndo una con otra, te ayudarán y serán de guía en tu vida a la hora de tomar decisiones, ya que todo lo que haces gira en torno a lo que Dios quiere hacer a través tuyo, porque él te creó, te dio vida para glorificarlo por medio de tus buenas decisiones y deleitarte en ellas. Él tiene los mejores pensamientos sobre ti.
Te dejo estos tres versículos para que sean tu oración cada día en cada aspecto de tu vida, ya que a diario tomarás decisiones:
“Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud”. Salmos 143:10
“El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón”. Salmos 40:8
“Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos”. Salmos 32:8

Conversar con Dios


¿Se pregunta usted, por qué pareciera que a sus oraciones les faltara algo? ¿Algunas veces se pregunta si al orar está haciendo algo mal?
La oración es uno de los privilegios más maravillosos que Dios nos ha dado, pero no siempre pensamos que es así. Aunque siempre tenemos la oportunidad de acercarnos confiadamente al trono de la gracia, y ser escuchados de inmediato por el Padre celestial, a veces nos preguntamos si nuestro tiempo delante de Él de verdad importa. Sí, somos rápidos para buscar a Dios cuando el sufrimiento o los problemas llaman a nuestra puerta, pero en realidad, ¿para qué más es la oración?
La prioridad de la oración
Dios nos creó para relacionarnos con Él, y la oración es parte vital de nuestra interacción con el Señor. Piense en su mejor amigo. ¿Cómo se desarrolló esa amistad? Lo más probable es que exigió que conversaran y pasaran tiempo juntos. Eso es exactamente lo que se necesita para cultivar una relación estrecha con el Señor. Sin la comunicación, Dios puede parecer un extraño. Él nos conoce por dentro y por fuera, pero a menos que hagamos de la oración una prioridad en nuestras vidas, no le conoceremos. Perder la oportunidad de conocer al Señor íntimamente, es una de las mayores tragedias en la vida del creyente.
¿Se da cuenta de que lo que Dios quiere es que la totalidad de su ser le pertenezca a Él, para comunicarse con usted, revelársele y mostrarle su amor? Todos sabemos que debemos amarlo, ¿pero ha pensado alguna vez en lo mucho que Él disfruta de su relación con usted? Al Señor le encanta pasar tiempo con usted. La vida cristiana no consiste solamente en cuánto usted sirve, con cuánta generosidad da, o en lo mucho que asiste a la iglesia. Lo único realmente importante es pasar tiempo a solas con Él para experimentar su maravillosa presencia.
Si quiere ver un ejemplo perfecto, basta mirar a Jesús. Aunque era el inmaculado Hijo de Dios, y Dios mismo, hizo de la oración su prioridad. Marcos 1.29-39 nos describe un día de su vida. Después de enseñar durante toda la mañana en la sinagoga, fue a casa de Pedro y sanó a su suegra. La noticia del milagro que hizo corrió rápidamente, y cuando llegó la noche toda la ciudad se agolpó a la puerta. Sin embargo, aun después de una noche muy atareada echando fuera demonios y sanando enfermos, Jesús se levantó temprano en la mañana cuando todavía estaba oscuro, y se fue a un lugar apartado a orar. Pero sus discípulos lo encontraron pronto, y comenzó otro día de duro trabajo.
¿No se identifica usted con esta historia? Por nuestros agitados estilos de vida, uno de los problemas más grandes que tenemos es apartar tiempo para la oración. Pero, a diferencia de Jesús, a menudo ponemos excusas. Me levanté tarde, y estoy demasiado cansado para orar. Tengo tanto que hacer, y no tengo tiempo. Es inútil; cada vez que lo intento, alguien o algo me interrumpen. Pero Jesús no permitió que las exigencias de este mundo le impidieran pasar tiempo a solas, de forma habitual, con su Padre. El Señor “se apartaba a lugares desiertos, y oraba” (Lc 5.16). De hecho, en una ocasión, cuando tuvo que tomar una decisión muy importante (la elección de sus doce discípulos), “pasó la noche orando a Dios” (Lc 6.12, 13). El tiempo con su Padre no era una cuestión de conveniencia para Él, sino una necesidad absoluta que a veces requería un sacrificio.
Si Jesús consideraba esencial la oración, ¿cuánto más debemos hacerlo nosotros? Al igual que Cristo, necesitamos desarrollar la práctica de pasar prolongados períodos de tiempo a solas con el Señor. Y puesto que se trata de una conversación, para escuchar su voz hablando a nuestros corazones, debemos incluir siempre a la Biblia. Por medio de la Palabra de Dios, el Espíritu Santo nos guía, para que sepamos qué pedir. Al aclarar el Espíritu Santo el significado en sus páginas, aprendemos quién es Dios, sus caminos, y lo que Él ha prometido hacer. Cuando abrimos nuestros corazones para escuchar su voz apacible y delicada, y alineamos nuestras vidas con la suya, nuestra fe crece.
Obstáculos para la oración
Sin embargo, a pesar de todas las promesas de Dios, y considerando todos nuestros problemas, ¿por qué permitimos que la oración se convierta en algo secundario en nuestras vidas? Para ayudarle a evaluar y reconocer la prioridad que usted le está dando a la oración, responda esta pregunta: ¿Cuánto tiempo pasó a solas con el Señor la semana pasada —y no me refiero en su automóvil yendo al trabajo? ¿Serían cinco, diez o quince minutos? Tal vez ya es hora de que se haga un autoexamen para que determine si hay algo que le está impidiendo dar a la oración la prioridad absoluta en su vida.
EL AJETREO. Una agenda exigente es probablemente el mayor obstáculo para pasar tiempo con el Señor. Nuestra sociedad exige tanto de nosotros que estamos en peligro de ir tras lo urgente e inmediato, y no ver lo que es más imperativo para nuestra salud espiritual y, en última instancia, para nuestro éxito permanente —la intimidad con Dios. ¿Ha dejado que otras cosas sean más importantes para usted que su relación con el Padre celestial? Tómese su tiempo para pensar en las consecuencias a largo plazo de lo que usted está haciendo. Mucho de lo que hacemos no significa nada en la eternidad, pero el tiempo invertido con el Señor siempre rinde beneficios eternos.
LA FALTA DE INTERÉS. Por más difícil que pueda ser esta verdad, la realidad es que a veces no tenemos interés en la oración. Si le parece que Dios es un extraño, no tendrá ningún deseo de relacionarse con Él. La solución para este problema es familiarizarse con Él, y puesto que la Biblia revela quién es Dios, hay que comenzar por allí. Cuando lea su Palabra, inicie una conversación con el Señor; hable con Él y hágale preguntas. Después, escuche su voz apacible hablando a su corazón. A medida que pase tiempo con Él, su conocimiento, su confianza y su amor crecerán hasta el punto de que estar con el Señor se convertirá en un gozo.
LA DECEPCIÓN. A veces, nos decepcionamos de la oración, porque parece que Dios no está respondiendo nuestras peticiones. Nos parece inútil seguir haciéndolo, así que no seguimos. El problema aquí es doble. Primero, hemos limitado la oración a una operación de “pedir y recibir”, en vez de centrarnos en crear una relación con nuestro tierno Padre celestial. Segundo, hemos dado por hecho que si no conseguimos lo que pedimos, fue una pérdida de tiempo y esfuerzo. Pero Dios es muy sabio y misericordioso, y por eso no nos da todo lo que le pedimos. Al igual que un padre amoroso, hace pasar nuestras peticiones por el filtro de su voluntad perfecta, y nos da lo que es mejor, aunque eso nos cause una decepción o dificultades en el momento.
EL OLVIDO. Cuando la vida funciona sin problemas, cuando las bendiciones están fluyendo, y todo está bien, podemos tener la tentación de olvidarnos de Dios. Incluso podemos comenzar a pensar que podemos manejar la vida por nuestra cuenta. Lamentablemente, muchos cristianos hacen esto — solo buscan el Señor cuando se ven en una situación difícil. Pero el propósito de Dios cuando nos creó fue que experimentáramos una estrecha comunión con Él. Aunque el Señor puede valerse de pruebas para llamar nuestra atención y acercarnos más a Él, no debemos olvidarle en los tiempos de bendición. Recordemos que “toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre” (Stg 1.17). Nuestros tiempos de bonanza debieran recordarnos la manera tan perfecta y maravillosa como el Señor nos da las cosas. Por tanto, debemos tomar esas oportunidades para expresar nuestro amor y gratitud a Él.
Uno de los mayores problemas del olvido de la oración, es que nuestros sentidos espirituales se insensibilizan. Corremos el peligro de no poder escuchar a Dios cuando nos hable por medio de su Palabra, ya que no podemos sentir lo que Él está haciendo en nuestras vidas.
Pero si usted pasa cada día cultivando una enriquecedora relación con el Señor, cuando los problemas le golpeen podrá escuchar su voz, entender sus propósitos y confiar en Él. Las ventajas de desarrollar una relación con Dios por medio de la oración, son interminables y eternas.
Compromiso con una vida de oración
Un joven pastor me preguntó una vez: “Si usted pudiera darme un consejo, ¿que me diría?” Le dije que lo más importante de su ministerio era su tiempo a solas con el Señor. Si dejaba que le faltara eso, todo lo que tenía que ver con su vida y con su ministerio se vería afectado. Es lo mismo que yo le diría a usted. Mantener una relación íntima con Dios es crucial si quiere ser efectivo y fructífero.
La mayoría de los creyentes queremos tener esta clase de vida de oración. Nuestro problema no es la falta de deseo, sino de compromiso. Como todo lo de valor verdadero, hay que buscarla, pues no sucederá por accidente. Es posible que tenga que hacer cambios en su vida, pero cualquier sacrificio no será nada comparable con lo que ganará. Dios anhela reunirse con usted cada día. ¿No quisiera usted darle al Señor esto que tanto desea?

Aprender a esperar


Esta reflexión se me hizo muy importante, ya que para mi no es fácil esperar.
Las lecciones son parte de la vida que nunca acaban. Aunque la educación formal llegue a su fin, nunca dejamos de aprender lecciones vitales. Las verdades que Dios nos enseña afectan el desarrollo de nuestro carácter, las decisiones que tomamos, y nuestro estilo de vida. Su influencia trasciende nuestra vida terrenal, hasta la eternidad.
Una de las lecciones más difíciles en cuanto a la fe que aprenderemos en esta vida, es esperar en el Señor. Quizás usted está enfrentando ahora una decisión crítica y no sabe qué camino tomar. O tal vez ha estado orando por un asunto, pero Dios no le ha respondido. ¿Se trata de una situación difícil o dolorosa que le está consumiendo?
En esos momentos, lo único que queremos es tener dirección o alivio inmediatos, pero Salmo 27.14 dice:“Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová”. Esperar en el Señor significa mantenernos en nuestras circunstancias o condiciones presentes hasta que Él nos dé más instrucciones. Lejos de estimular la pasividad, este versículo llama a la decisión activa de descansar confiados en el Señor y en su tiempo perfecto. No es el cese de las actividades, sino la paz de espíritu que nos acompaña durante todo el día.
Por qué hacernos esperar
La espera es particularmente difícil cuando una situación es estresante, o demanda una decisión. Pero comprender el porqué Dios no ha respondido nuestras oraciones, dado alivio o dirección, puede ayudarnos a confiar en su sabiduría y tiempo perfecto.
A veces, no estamos preparados para dar el siguiente paso. Dios tiene planes para nosotros, pero a veces nos hace detenernos para cambiar nuestros corazones. Quizás hemos estado tolerando un pecado en nuestra vida, o necesitamos ocuparnos de una mala actitud, o de una manera de pensar pecaminosa. El Señor tiene lugares adonde llevarnos, y conoce aquello que debemos dejar atrás.
La demora puede tener el propósito de prepararnos para su llamado. David fue ungido rey siendo joven, pero pasó muchos años en el desierto, huyendo de Saúl. Por medio de todas las dificultades, el Señor depuró su carácter y agudizó sus habilidades para el liderazgo. Cuando llegó el momento apropiado, Dios lo puso en el trono.
Asimismo, Dios puede mantenerle a usted en una situación incómoda, una labor aburrida, o una situación difícil. Pero recuerde esto: Él le está preparando para algo mucho mejor. Coopere con Dios mientras espera, sabiendo que sus planes son buenos.
Es posible que los detalles de la voluntad de Dios no estén todavía donde deberían estar. El Señor es el dueño del tiempo, y Él lleva a cabo su plan con soberanía. No hay oración o ayuno que haga mover su mano antes de que esté dispuesto a actuar. Cuando Moisés vio la opresión de los israelitas, trató de corregir la situación matando a un egipcio abusivo (Éx 2.11-12). Pero el Señor usó esta situación para enviarlo al desierto por cuarenta años hasta que murió el rey de Egipto (vv. 23-25). Después puso en acción su plan de liberación, utilizando a un Moisés de 80 años mucho más humilde.
Tal vez, las demoras del Señor tienen el propósito de aumentar nuestra fe. Si Él nos diera de inmediato todo lo que quisiéramos, nunca aprenderíamos a caminar por fe. Pero cuando lo único que tenemos es una promesa de la Biblia sin una evidencia visible en la cual confiar, entonces nuestra fe es puesta a prueba. ¿Confiaremos en Él o en nuestras circunstancias? Al aferrarnos confiadamente a la Palabra de Dios, sabiendo que Él nunca ha dejado de cumplir sus promesas, veremos la evidencia de su fidelidad todo el tiempo.
Dios quiere enseñarnos perseverancia. Nos guste o no, la capacidad de perseverar en circunstancias difíciles, es un ingrediente esencial de la vida cristiana. Romanos 5.3, 4 (NVI) nos dice que “el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza”.Nuestras tribulaciones tienen el propósito, no de aplastarnos, sino de moldearnos a imagen de Cristo. Cuando soportamos la presión con absoluta confianza en el Señor, con su fortaleza y perspectiva, emergemos pareciéndonos más a nuestro Salvador.
Posiblemente nuestra atención necesita reenfocarse en Cristo. Es fácil llegar a estar tan absorbidos por nuestros asuntos, que nos olvidamos del Señor, pero nada capta tanto nuestra atención como una situación difícil o inquietante. Si Dios no se apresura a darnos una respuesta o a solucionar el problema, entonces, en nuestra desesperación, comenzamos a hacer de Él nuestro enfoque principal.
Sin embargo, hay una diferencia entre buscar al Señor, y buscar su intervención. Si nuestra única intención es que Él haga a nuestro favor lo que queremos, habremos errado el blanco. Esperar en el Señor significa estar enfocados en Él, no simplemente en el resultado que deseamos.
Cómo debemos esperar
El provecho de nuestro tiempo de espera dependerá mucho de nuestra actitud y disposición mental. Ponerse nervioso y caminar de un lado a otro no solo es inútil, sino que perturba emocionalmente. El Señor sabe qué es lo que hay que hacer.
Esperar con paciencia, tranquilidad y confianza. Esta clase de actitud es posible solo para quienes se han sometido a la autoridad de Dios. Si creemos y aceptamos que Él quiere lo mejor para nosotros, y que todo lo hace para nuestro bien, entonces podremos descansar en su derecho de elegir el método y el momento adecuados. Si verdaderamente confiamos en Él, no maniobraremos, no manipularemos, y no nos apresuraremos.
Descanse en la Palabra de Dios. La Biblia es nuestra ancla en los tiempos de espera. Una de las cosas más sabias que usted puede hacer es leer las Sagradas Escrituras todos los días, y pedirle al Señor que le dé pasajes que traigan tranquilidad a su vida. Cuando hojeo mis Biblias viejas, encuentro versículos marcados que me ayudaron en los momentos difíciles. No confíe simplemente en la oración cuando tenga dificultades o necesite dirección. Aférrese a una palabra específica de Dios, lo que le dará la perspectiva y la promesa de Él para usted. Entonces podrá decir con confianza: “Señor, esto es lo que me has prometido en tu Palabra. Tú nunca vas en contra de tus promesas, y por eso me aferro a esta verdad mientras espero en ti”.
Esperar confiadamente, creyéndole a Dios. Después de habernos sometido al Señor y anclado en su Palabra, podemos esperar confiadamente en que su voluntad se hará presente. Él sabe exactamente qué hacer y cuándo lograrlo. El Señor tiene el poder de reacomodar cualquier detalle para llevar a cabo su plan. Lo único que tenemos que hacer es creerle, y esperar su intervención.
Impedimentos de la espera
Sabiendo que la voluntad del Señor se hace presente en quienes esperan pacientemente en Él, ¿por qué preferimos arreglar las cosas por nosotros mismos?
Porque tenemos un estilo de vida apresurado. Estar quietos y esperar la dirección de Dios parece contraproducente, y por eso nos apresuramos a actuar. Además, sentarse en silencio con el Señor toma demasiado tiempo. Preferimos pedirle orientación en el automóvil de camino al trabajo. Nuestras agendas están llenas, y la perspectiva de pasar un tiempo sin prisas y sin interrupciones para saber qué piensa Cristo, nos parece imposible. Pero es la única manera de escuchar su voz y de saber qué quiere.
Porque tenemos una perspectiva de corto plazo. Los restaurantes de comida rápida y los cajeros automáticos, son prueba de la mentalidad de nuestra sociedad de “tener las cosas ya”. Si duda de esto, observe la impaciencia de las personas cuando están en la fila del supermercado o esperando el cambio de luz en un semáforo. Queremos todo rápido, pero no hay una vía rápida hacia la madurez espiritual, y aprender a esperar en el Señor es un elemento crucial para lograrlo. Nuestra exigencia de una gratificación inmediata nos ha cegado a los beneficios de la espera, que nos da una recompensa mayor. Al aprender a confiar en el Señor y descansar en su tiempo perfecto, nos beneficia a lo largo de nuestra existencia, y también en el cielo.
Porque buscamos la orientación de otros. ¿A quién acude usted cuando no sabe qué hacer? Si toma el teléfono y describe su situación a tres o cuatro amigos, es muy probable que reciba consejos diferentes de cada uno de ellos. Aunque el consejo de otras personas puede ser útil, siempre debe pasar por el filtro de la verdad de la Palabra de Dios. Convierta en un hábito buscar primero la dirección del Señor antes de cualquier otra. Al fin y al cabo, solamente Dios conoce los planes específicos que Él tiene para usted.
Porque dudamos de la ayuda de Dios. Cuando se acerca amenazadoramente la fecha tope para tomar una decisión, o cuando situaciones indeseables siguen sin cambiar, podemos comenzar a preguntarnos si el Señor intervendrá realmente. Nuestras circunstancias gritan: “¡Dios se olvidó de mí!” Pero, el hecho de no poder ver lo que está sucediendo, no significa que el Señor no está involucrado. “El Señor recorre con su mirada toda la tierra, y está listo para ayudar a quienes le son fieles”
(2 Cr 16.9 NVI). Cuando sus ojos no puedan ver la evidencia, confíe en lo que usted sabe que es verdad.
Los resultados de la espera
¿Qué recibirán los que deciden esperar en el Señor? Ante todo, Él promete escuchar y responder a quienes esperan pacientemente en Él (Sal 40.1) para darles instrucciones claras a fin de que puedan seguir el camino de Jehová (Sal 25.4, 5). También experimentarán todo lo bueno que Él tiene reservado para ellos, porque han permanecido en su voluntad (Lm 3.25).
Uno de los resultados más sorprendentes será la renovación de las fuerzas (Is 40.31). Normalmente, nos sentimos fuertes cuando estamos al frente de una responsabilidad, haciendo planes y ejecutándolos. Pero los caminos de Dios son muy diferentes a los nuestros. Él promete fortalecer a quien se mantenga quieto y en silencio delante de Él, escuchando activamente su voz. El Señor nos da poder para soportar la espera, y cuando finalmente habla, nos da las fuerzas para hacer lo que nos pide.
No sé lo que usted está esperando, pero sí sé que si cree en lo que Dios le dice en su Palabra, y descansa con paciencia en la decisión y en el tiempo perfecto de Él, experimentará un nuevo espíritu de gozo y confianza. Crea en sus promesas y descanse confiadamente en la seguridad de Isaías 49.23: “No se avergonzarán los que esperan en mí”.

martes, 28 de agosto de 2012

Divorcio??


La forma en que una persona conduzca su vida matrimonial puede ser determinante para el destino de su alma.
El salón de reuniones de la iglesia está decorado hermosamente con palmas plantadas en macetas. Arden las velas en los candelabros. En la media luz, el público de personas allegadas escucha y observa con toda atención y reverencia. La joven pareja, vestida con más cuidado y arreglo que el de costumbre, está de pie ante el predicador. En este momento de mayor emoción, en la cúspide de sus vidas, se les hace la pregunta: “¿Toma usted a la mujer, cuya mano tiene en la suya, para ser su esposa y vivir en unión de ella de acuerdo con las ordenanzas de Dios en el santo estado del matrimonio? ¿Promete amarla, cuidarla, honrarla y guardarla en enfermedad y salud y, renunciando a lo demás, dedicarse solamente a ella mientras ambos vivan?”.
Es entonces cuando el novio contesta: “SI”. Luego se hace la misma pregunta a la novia, que a su vez contesta: “SI”. Luego se pide al novio que repita con el ministro el siguiente voto: “Yo te tomo a ti para ser mi esposa, para tenerte y guardarte desde este día, para bien o para mal, en riqueza o pobreza, enfermedad o salud para amarte, quererte, hasta que la muerte nos separe, conforme a la santa ordenanza de Dios; en prueba de lo cual te empeño mi palabra”. Unos momentos después, la joven repite el mismo voto. Esta pareja ha prometido amarse mutuamente para toda la vida. El predicador los declara marido y mujer.
UN CONTRATO CON DIOS
En este solemne instante de sus vidas, el hombre y la mujer han hecho un pacto entre sí, pero no se trata únicamente de esto. El matrimonio es un lazo indisoluble que debe durar mientras ambos contrayentes vivan. Los votos matrimoniales son indestruc tibies, no sólo porque constituyen un serio compromiso entre dos determina das personas sino también porque es un compromiso que se extiende ante Dios. El matrimonio se originó en la mente divina para el bien y felicidad del hombre. Por lo tanto, debe llevarse delante de acuerdo con el plan ordenado por Dios. Este plan es dicho en pocas palabras: “Un hombre para una mujer, por toda la vida”.
LOS PASAJES BIBLICOS
En el capítulo segundo del primer libro de la Biblia leemos que dijo Adán: “Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Génesis 2: 23-24).
Muchos siglos más tarde, Cristo se refirió a estas palabras atribuyendo las a Dios quien evidentemente había guiado a Adán a expresarse así: “El, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera.” (Mateo 19: 4-6,9).
LA APLICACION PARA NOSOTROS
En estos tiempos en que el divorcio se ha convertido en una fórmula fácil y respetable, los cristianos debemos recordar que:
*    La única forma honorable para que un matrimonio termine es con la muerte de uno de los contrayentes.
*    Cuando el matrimonio termina con el divorcio, al menos uno de los contrayentes es condenado a los ojos de Dios.
*    El matrimonio para toda la vida fue hecho con el fin de que la humanidad sea más buena y más feliz, y toda distorsión del plan divino trae como consecuencia la infelicidad y el sufrimiento de quienes violan ese plan quedando especialmente los niños como víctimas de ese proceder.
*    El hecho de que el divorcio esté legalizado por las leyes del hombre, esto no lo convierte en legalizado ante Dios.
*    Dado que el matrimonio tiene un significado tan profundo, no debe contraerse en forma precipitada o superficial, sino que solamente deberá llegarse a él después de cuidadosa consideración y mucha oración.
*    Que la forma en que una persona conduzca su vida matrimonial puede ser determinante del destino de su alma.

Fracaso en el matrimonio


¿Qué puede hacer una persona que ha fracasado en su matrimonio para rehacer su vida? ¿Puede divorciarse?
Recuerde que los fracasos a los ojos de los hombres, son solamente oportunidades a los ojos de Dios. Donde terminan las posibilidades del hombre, allí comienzan las posibilidades de Dios. Digo esto para que nadie piense que ya no hay solución a su problema matrimonial.
No se debe perder la esperanza. Ese aparente fracaso en el matrimonio puede llegar a ser el punto de partida para que, cual ave fénix, el matrimonio se levante de las cenizas. Es necesario dejar entrar a Dios en la solución del problema. Cuando Dios interviene en un matrimonio y ambas partes deciden someterse a lo que Dios dice, el matrimonio se puede levantar y la relación entre los dos puede llegar a ser hermosa. Esta es la voluntad de Dios para los matrimonios.
La Biblia jamás aconseja a las parejas con problemas matrimoniales que se divorcien. La Biblia enseña la permanencia del matrimonio. Aun cuando uno o los dos cónyuges han caído en adulterio, es posible una restauración cuando las dos partes están de acuerdo en propiciar esa restauración. Dios tiene todo el poder para curar las heridas que deja la infidelidad en el matrimonio y de esa manera evitar que el matrimonio se destruya.
Pero para que esto funcione en la práctica se debe partir de un deseo voluntario en los dos cónyuges de no permitir que el matrimonio se destruya. Si esto no existe, no se pueden dar pasos hacia la restauración del matrimonio. De modo que esto de que una persona ha fracasado en su matrimonio, es muy relativo, porque a partir de ese fracaso puede surgir el impulso para arreglar ese matrimonio.
Sólo hay que dar a Dios una oportunidad. Dios no va a hacer su obra de preservar un matrimonio en contra de la voluntad de alguien. Todo esto para ayudar a reflexionar a las parejas en conflicto, en cuanto a que la felicidad de cada uno no está en divorciarse y volverse a casar con otra persona. El problema está en la persona, si la persona se divorcia y se vuelve a casar, el problema persistirá. La única diferencia será que el conflicto será entonces con una persona diferente.
El divorcio jamás ha sido una solución a los problemas conyugales en la pareja. El divorcio mata algo que Dios ha creado. Cuando dos personas se unen en matrimonio, Dios hace de los dos una sola carne. El divorcio mata lo que Dios ha creado. El divorcio se parece mucho al aborto, en el sentido que ambas acciones matan la obra creativa de Dios. En la concepción, Dios hace de dos, uno; el aborto mata esa obra que Dios ha hecho. En el matrimonio, Dios hace uno de dos; el divorcio mata esa obra que Dios ha hecho. Las parejas que se divorcian y las parejas que practican un aborto cometen el mismo crimen contra algo que ha sido el resultado de la obra de Dios.
Todo esto para que Ud. tome conciencia en cuanto a que el divorcio no es la voluntad de Dios. Pero a pesar de lo dicho, es triste reconocer que existe el divorcio. No se puede cerrar los ojos a esta lacerante realidad. El divorcio es como el pecado. Aún cuando no es la voluntad de Dios, existe en el mundo. La Biblia dice que es por la dureza del corazón del hombre. A pesar de que el hombre sabe que el divorcio es contrario a la voluntad de Dios, lo realiza, y en eso manifiesta la dureza de su corazón.
En la época que Cristo estuvo en este mundo en la persona de Jesús, el divorcio era la práctica común de las parejas. Jesús afrontó fuertemente esta práctica y advirtió que el divorcio por cualquier motivo estaba dando lugar a una avalancha incontenible de adulterio. Lo mismo pasa con el divorcio en la actualidad. Sin embargo, cuando ha habido fornicación de por medio y una total negativa a reconocer y apartarse de este pecado en uno de los cónyuges, es decir, cuando habiendo fornicación se han agotado todas las posibilidades de restauración, entonces el divorcio, no es que es aconsejado u ordenado por la Biblia, sino que simplemente es permitido con todo el dolor y la angustia que esto conlleva porque se estará haciendo algo que no es el ideal de Dios.
Los conflictos de pareja no se arreglan con divorcio. Se arreglan con sumisión a los principios bíblicos para el matrimonio.

Sexo en el noviazgo?? Porque esperar??


¿Son malos nuestros cuerpos? ¿Es malo el sexo? ¡No! Nuestros cuerpos están esforzándose, incluso hasta sufriendo, por eso para lo que fueron diseñados. Pero por más que fueron pedidos (y deseados) para tener sexo, no es el tiempo. Esto no es lo que Dios tenía en mente para ti. El cuerpo no fue hecho para esto. Bueno, entonces, ¿para qué fue hecho? (¡Esa es la pregunta de los $10,000,000!)
1. Tu cuerpo fue hecho para tu cónyuge
¿Recuerdas como Dios dispuso el Jardín del Edén? Un hombre y una mujer debían convertirse en <>, lo que involucraba una unión física, psicológica y espiritual. Si eso no es suficiente para convencerte para esperar, esta es la principal, la mejor razón de todas, para esperar en el plan de Dios para el sexo.
2. ¡Tu cuerpo fue hecho para el Señor!
Tu cuerpo fue creado para ser usado por el Señor para las cosas que Él tenía en mente, para estar unido a Él. No es siquiera tu cuerpo; le pertenece a Dios. Él lo hizo, pagó por él y vive en él (ver 1 Corintios 6:19-20).
Pregunta: ¿Qué pasa si te conviertes en “una carne”, unido con alguien que no es tu cónyuge? Respuesta:¡Arrastras a tu futuro cónyuge (para el o la que debió haber sido) a esa relación también! En un nivel físico, la epidemia del SIDA ha traído este principio claramente a foco. Cuando tienes sexo con cualquiera, tienes sexo con esa persona y con todas las personas con las que anteriormente ha tenido sexo. Esa es la realidad física.
Pero quiero decirte que hay todavía un nivel mucho más profundo de violación —uno espiritual— que ha ocurrido. Cuando tienes sexo con alguien que no es la persona que Dios tiene en mente para ti, tú arrastras a esa persona a tu futura relación con tu cónyuge. Deja que te explique: Hace unos años, salió una película titulada La última tentación de Cristo. En esta película, presentan a Jesús teniendo sexo con una mujer. Cuando esta película salió al mercado, muchos cristianos se sintieron ultrajados. ¡Cómo podía alguien atreverse a presentar a Jesús haciendo algo tan inmoral! ¿Cuál es la diferencia cuando nosotros, sobre todo nosotros, que declaramos ser seguidores de Cristo y de que Él vive dentro de nosotros, nos unimos a parejas que no son nuestros cónyuges? Hemos hecho literalmente lo mismo.
Una noche después de la iglesia, un joven se me acercó y exclamó: “No entiendo cuál es el problema con este asunto del sexo. Me refiero a que todos los animales tienen urgencias sexuales. Es sólo un acto físico”.
¡Sí, claro! Digamos que un día sales de tu casa y encuentras en la entrada a tu gato teniendo sexo con otro gato. Tú sólo levantas los ojos y mueves la cabeza. Pero al siguiente día, ves a tu gato en un árbol teniendo sexo con un gato diferente. ¿Qué vas a pensar? Dudo mucho que vayas tras él y le grites: “¡Gato malo, fácil, gato barato, sinvergüenza!”. Seguramente sólo te vas a reír y decir: “Los gatos siempre serán gatos”. Eso es lo que esperas. Es lo que hacen los gatos.
Ahora, digamos que tú y la persona que amas acaban de terminar de tener sexo. Tu pareja se acerca a ti y te dice al oído: “Esto estuvo realmente muy divertido. Mañana, voy a hacerlo con otra persona”. ¿Cómo te sentirías? ¿Fue sólo un acto físico? No lo creo.
En la película Indecent Proposal (Proposición indecente), un millonario le da un millón de dólares a una pareja por pasar una noche con la esposa del otro hombre. A pesar que ambos esposos aceptaron la proposición, al decir que “era sólo sexo”, el matrimonio empezó a desmoronarse poco después de esa noche. La mayor parte de la película es acerca de los problemas por los que pasa este matrimonio como resultado de aquel “trato”. Al final, el dinero es tirado y la pareja empieza un largo y difícil proceso de curación.
¿Sólo un acto físico? Es más que la unión de dos cuerpos en un acto sexual. Es la culminación de intimidad que Dios diseñó para el matrimonio como el compartir máximo. Dios lo creó para el matrimonio y lo bendice dentro de él. Fuera del matrimonio, lo llama equivocado y fuera de límites. ¡Lo llama pecado! Cuando tienes sexo antes del matrimonio, estás engañando a tu futura pareja y estás cometiendo adulterio contra Dios.
¿Por qué esperar a tener sexo hasta el matrimonio? Porque tienes un propósito más alto. Porque has sido creado exclusivamente para otra persona en esta tierra. Porque tu cuerpo ha sido creado para uso de Dios. Él lo hizo. Él lo compró con su sangre. Él vive en él, él está en control y dice: “¡Espera!”.