No importa a donde vayas, Dios va contigo.
No importa cuán grande es tu sufrimiento, Dios va contigo.
Y cuando solo tienes alegrías, Dios va contigo.
Cuando estás sola y caída, Dios va contigo.
Cuando lo defraudas y fallas, Dios va contigo.
Cuando tienes miedos y dudas, Dios va contigo.
Cuando nadie más te acompaña, Dios va contigo.
Cuando parece que tu barca se hunde, Dios va contigo.
Cuando vas a esos lugares donde nadie quiere ir, Dios va contigo.
Cuando no encuentras consuelo, Dios va contigo.
Cuando hay mucha gente e igual te sientes sola, Dios va contigo.
Cuando te hirieron, te lastimaron, y descartaron, Dios va contigo.
Cuando te esfuerzas y no logras nada, Dios va contigo.
Cuando las cosas te son difíciles y parecen imposibles, Dios va contigo.
Cuando no tienes fuerzas, Dios va contigo.
Cuando empiezas de cero otra vez, Dios va contigo.
Cuando no tienes aliento, Dios va contigo.
Cuando hay una posibilidad entre mil, Dios va contigo.
Cuando sales a diario a pelear la vida, Dios va contigo.
Cuando brillas o cuando estás gris, Dios va contigo.
Cuando estás feliz y plena, Dios va contigo.
Cuando actúas con sensatez o con una sana cuota de locura, Dios va contigo.
Cuando parece que no existe salida o solución, Dios va contigo.
Cuando tu esperanza está pobre, tu fe escasa,
y tu vida espiritual en su nivel más bajo, Dios va contigo.
Cuando lloras arrepentida, Dios va contigo.
Cuando pides perdón, Dios va contigo.
Cuando perdonas, Dios va contigo.
Cuando naces, creces, vives, envejeces y mueres, Dios va contigo.
Siempre en toda y ante toda circunstancia, Dios va contigo.
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