En Deuteronomio 32:11, se nos habla de lo que el águila hace con sus polluelos. Dice que el águila excita su nidada, que agita sus alas con el propósito de provocar algo, que no es otra cosa que sacar a sus polluelos de su lugar de comodidad y llevarlos a un lugar desde el cual puedan remontar vuelo, de manera segura.
Es Dios quien mueve las alas para empujarte fuera de tu zona de comodidad. Has pensado que son los problemas los que te han llevado hasta el lugar donde te encuentras, y por eso has decidido volver al nido; pero, en realidad, ha sido Dios que ha estado impulsándote, sacándote del estado en el que te encuentras.
Llega un momento en que el nido, aunque áspero, se convierte en una zona de comodidad. El aguilucho está allí protegido, allí le llega el alimento, no tiene que luchar por la comida, no tiene que enfrentar ningún obstáculo. Y así hay mucha gente; su nido es áspero, aunque lleno de circunstancias se ha convertido en zona de comodidad.
Cuando la Biblia habla de la salida del pueblo de Israel de tierra de Egipto, hay versiones que dicen que Dios los estaba empujando fuera. Dios no estaba sacando a los egipcios, sino que estaba sacando fuera, empujando fuera, al pueblo de Israel. Era el pueblo de Israel el que tenía que ser llevado fuera de aquel lugar. Y eso es lo que hace Dios. Él te quiere llevar fuera.
Dios le habla a Abraham y le dice: Sal de la casa de tu padre y de tu parentela, a un lugar donde yo te voy a llevar. Dios comienza a impulsarlo fuera. El nido es bueno por un tiempo, tiene sus funciones, pero llega un momento en que el aguilucho tiene que valerse por sí solo; y el águila comienza a impulsar al aguilucho, no tan solo para que vuele, sino para que esté parado, no meramente en el nido, sino sobre la roca sobre la cual está el nido.
Hay muchos momentos en nuestra vida en que es Dios quien comienza a impulsarnos y a sacarnos fuera de nuestra zona de comodidad, para llevarnos a un lugar más seguro. El nido no es seguro para toda la vida del águila. Es bueno por una temporada, por un tiempo; por lo que el águila no tan solo necesita aprender a volar, sino que tiene que saber dónde reposar, donde pararse, un lugar seguro, de estabilidad. Si el águila se queda toda su vida en su zona de comodidad, nunca desarrolla todas las características que hay dentro de ella.
Si te quedas dentro de tu zona de comodidad, no vas a ver más allá de tu nido. Si te quedas en tu zona de comodidad, no vas a extender tus alas hacia aquello que te rodea. Y así hay personas, que no han aceptado los retos que Dios les ha estado dando, y se han atrofiado las cualidades y los talentos que Dios depositó en ellos. Hay gente que andan fuera de ritmo, gente que era hábil para ciertas cosas, pero se mantuvieron en su zona de comodidad y ahora, al intentarlo nuevamente, piensan que ese, en realidad, nunca fue su talento, pero no es así, sino que se acomodaron a su zona de comodidad, en vez de a una zona segura.
Dios quiere moverte de una zona cómoda, a una zona de seguridad. Y no hay mayor seguridad que nos brinde la palabra de Dios, que estar parado sobre la roca. Quizás no es el lugar más cómodo, pero en la roca tienes todas tus habilidades disponibles, puedes remontarte cuando quieras y mostrarle al mundo lo que llevas dentro.
Dios te va a sacar de tu zona de comodidad, pero en Él tú vas a estar seguro. Él te va a sacar, te va a poner en tierra firme, en un lugar seguro, desde el que vas a poder mirar tu vida y apreciar el panorama como nunca antes lo habías visto.
En la palabra del Señor, vemos la parábola que dice que un hombre construyó sobre la arena, mientras que otro construyó sobre la roca y, cuando vino la tormenta, aquel que había construido sobre la arena, perdió todo; mientras que, la casa de aquel que construyó sobre la roca, permaneció.
El nido se puede caer cuando llega la tormenta, pero no hay tormenta que derrumbe roca alguna y, cuando hay un águila parada sobre la roca, que es Cristo, ese águila puede ver todo lo que viene a su paso, ese águila sabe qué hacer y sabe que sus garras están seguras en un lugar del que nada ni nadie le va a poder mover.
Agárrate de Cristo como nunca antes.
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