miércoles, 26 de agosto de 2015
Reflexión
Había una vez una joven de origen humilde, pero increíblemente hermosa, famosa en toda la comarca por su belleza. Ella, conociendo bien cuánto la querían los jóvenes del reino, rechazaba a todos sus pretendientes, esperando la llegada de algún apuesto príncipe.
Este no tardó en aparecer, y nada más verla, se enamoró perdidamente de ella y la colmó de halagos y regalos. La boda fue grandiosa, y todos comentaban que hacían una pareja perfecta.
Pero cuando el brillo de los regalos y las fiestas se fueron apagando, la joven princesa descubrió que su guapo marido no era tan maravilloso como ella esperaba: se comportaba como un tirano con su pueblo, alardeaba de su esposa como de un trofeo de caza y era egoísta y mezquino.
Cuando comprobó que todo en su marido era una falsa apariencia, no dudó en decírselo a la cara, pero él le respondió de forma similar, recordándole que sólo la había elegido por su belleza, y que ella misma podía haber elegido a otros muchos antes que a él, de no haberse dajado llevar por su ambición y sus ganas de vivir en un palacio.
La princesa lloró durante días, comprendiendo la verdad de las palabras de su cruel marido. Y se acordaba de tantos jóvenes honrados y bondadosos a quienes había rechazado sólo por convertirse en una princesa. Dispuesta a enmendar su error, la princesa trató de huir de palacio, pero el príncipe no lo consintió, pues a todos hablaba de la extraordinaria belleza de su esposa, aumentando con ellos su fama de hombre excepcional. Tantos intentos hizo la princesa por escapar, que acabó encerrada y custodiada por guardias constantemente.
Uno de aquellos guardias sentía lástima por la princesa, y en sus encierros trataba de animarle y darle conversación, de forma que con el paso del tiempo se fueron haciendo buenos amigos. Tanta confianza llegaron a tener, que un día la princesa pidió a su guardián que la dejara escapar. Pero el soldado, que debía lealtad y obediencia a su rey, no accedió a la petición de la princesa. Sin embargo, le respondió diciendo:
- Si tanto queréis huir de aquí, yo sé la forma de hacerlo, pero requerirá de un gran sacrificio por vuestra parte.
Ella estuvo de acuerdo, confirmando que estaba dispuesta a cualquier cosa, y el soldado prosiguió:
- El príncipe sólo os quiere por vuestra belleza. Si os desfiguráis el rostro, os enviará lejos de palacio, para que nadie pueda veros, y borrará cualquier rastro de vuestra presencia. Él es así de ruin y miserable.
La princesa respondió diciendo:
- ¿Desfigurarme? ¿Y a dónde iré? ¿Que será de mí, si mi belleza es lo único que tengo? ¿Quién querrá saber nada de una mujer horriblemente fea e inútil como yo?
- Yo lo haré - respondió seguro el soldado, que de su trato diario con la princesa había terminado enamorándose de ella - Para mí sois aún más bella por dentro que por fuera.
Y entonces la princesa comprendió que también amaba a aquel sencillo y honrado soldado. Con lágrimas en los ojos, tomó la mano de su guardián, y empuñando juntos una daga, trazaron sobre su rostro dos largos y profundos cortes...
Cuando el príncipe contempló el rostro de su esposa, todo sucedió como el guardían había previsto. La hizo enviar tan lejos como pudo, y se inventó una trágica historia sobre la muerte de la princesa que le hizo aún más popular entre la gente.
Y así, desfigurada y libre, la joven del bello rostro pudo por fin ser feliz junto a aquel sencillo y leal soldado, el único que al verla no apartaba la mirada, pues a través de su rostro encontraba siempre el camino hacia su corazón.
Este no tardó en aparecer, y nada más verla, se enamoró perdidamente de ella y la colmó de halagos y regalos. La boda fue grandiosa, y todos comentaban que hacían una pareja perfecta.
Pero cuando el brillo de los regalos y las fiestas se fueron apagando, la joven princesa descubrió que su guapo marido no era tan maravilloso como ella esperaba: se comportaba como un tirano con su pueblo, alardeaba de su esposa como de un trofeo de caza y era egoísta y mezquino.
Cuando comprobó que todo en su marido era una falsa apariencia, no dudó en decírselo a la cara, pero él le respondió de forma similar, recordándole que sólo la había elegido por su belleza, y que ella misma podía haber elegido a otros muchos antes que a él, de no haberse dajado llevar por su ambición y sus ganas de vivir en un palacio.
La princesa lloró durante días, comprendiendo la verdad de las palabras de su cruel marido. Y se acordaba de tantos jóvenes honrados y bondadosos a quienes había rechazado sólo por convertirse en una princesa. Dispuesta a enmendar su error, la princesa trató de huir de palacio, pero el príncipe no lo consintió, pues a todos hablaba de la extraordinaria belleza de su esposa, aumentando con ellos su fama de hombre excepcional. Tantos intentos hizo la princesa por escapar, que acabó encerrada y custodiada por guardias constantemente.
Uno de aquellos guardias sentía lástima por la princesa, y en sus encierros trataba de animarle y darle conversación, de forma que con el paso del tiempo se fueron haciendo buenos amigos. Tanta confianza llegaron a tener, que un día la princesa pidió a su guardián que la dejara escapar. Pero el soldado, que debía lealtad y obediencia a su rey, no accedió a la petición de la princesa. Sin embargo, le respondió diciendo:
- Si tanto queréis huir de aquí, yo sé la forma de hacerlo, pero requerirá de un gran sacrificio por vuestra parte.
Ella estuvo de acuerdo, confirmando que estaba dispuesta a cualquier cosa, y el soldado prosiguió:
- El príncipe sólo os quiere por vuestra belleza. Si os desfiguráis el rostro, os enviará lejos de palacio, para que nadie pueda veros, y borrará cualquier rastro de vuestra presencia. Él es así de ruin y miserable.
La princesa respondió diciendo:
- ¿Desfigurarme? ¿Y a dónde iré? ¿Que será de mí, si mi belleza es lo único que tengo? ¿Quién querrá saber nada de una mujer horriblemente fea e inútil como yo?
- Yo lo haré - respondió seguro el soldado, que de su trato diario con la princesa había terminado enamorándose de ella - Para mí sois aún más bella por dentro que por fuera.
Y entonces la princesa comprendió que también amaba a aquel sencillo y honrado soldado. Con lágrimas en los ojos, tomó la mano de su guardián, y empuñando juntos una daga, trazaron sobre su rostro dos largos y profundos cortes...
Cuando el príncipe contempló el rostro de su esposa, todo sucedió como el guardían había previsto. La hizo enviar tan lejos como pudo, y se inventó una trágica historia sobre la muerte de la princesa que le hizo aún más popular entre la gente.
Y así, desfigurada y libre, la joven del bello rostro pudo por fin ser feliz junto a aquel sencillo y leal soldado, el único que al verla no apartaba la mirada, pues a través de su rostro encontraba siempre el camino hacia su corazón.
lunes, 24 de agosto de 2015
Transformación
Cuando Lot se acercó a Sodoma, no tenía idea del error que cometía. Él no llegó hasta allí con intensiones de meterse en Sodoma, él no pensó que su familia completa iba a ser seducida por Sodoma; pero, poco a poco, se fue metiendo en Sodoma, hasta que, un día, ya estaba allí adentro.
Y hay problemas que no aparecen de un día para otro, no es que un día te metiste con la persona equivocada, sino que pasa poco a poco. Son pecados que nos seducen y nos van adentrando en ellos, poco a poco.
En Éxodo 33, Dios le dice al pueblo que sacaría de delante de ellos al cananeo y al amorreo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, representativos de pasiones bajas, y añade: Hasta que te multipliques y tomes posesión de la tierra.
Hasta que tu carácter comience a dar frutos, vas a ir tomando posesión poco a poco. Lo que Dios le estaba diciendo al pueblo de Israel era que todo lo que tenía que hacer era dar un paso a la vez, un paso hacia adelante, un paso hacia al frente, tomar posesión, multiplicar lo que tenían delante, y poco a poco podrían vencer todo aquello.
Poco a poco podemos ir ganando terreno. Poco a poco, un día a la vez.
Se entra en problemas, poco a poco; respondiendo a una llamada que no debiste responder, quedándote unos minutos más tarde en el trabajo, cuando no te debiste quedar, teniendo conversaciones con personas que no debiste; pero así también Dios nos guía de su mano, para salir de los problemas.
En Mateo 15, vemos un ejemplo de una persona que fue ganando terreno, poco a poco, un paso firme a la vez. Desde el verso 21, en adelante, se nos narra el momento en que la mujer cananea la implora al Maestro por liberación para su hija, quien era atormentada por un demonio. Jesús la ignoró, y los discípulos le instaban que la despidiera; pero ella insistió. Entonces, Jesús le dijo que él no había sido enviado a ella, y fue entonces cuando ella le dijo que aun los perrillos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos, a lo que Jesús respondió: Mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y dice la Biblia que su hija fue sanada en aquel instante.
Muchos de nosotros, de la primera, si Jesús nos hubiese cerrado la puerta, nos hubiésemos ido, pensando que él no fue enviado para nosotros o que no hace milagros; pero esta mujer insistió. Jesús todavía la insultó un poco más, al decirle que no era prudente dar la comida de los hijos a los perros. Pero replicó que aun de migajas los perros pueden alimentarse.
Esta mujer es ejemplo de alguien que recibió su milagro, alguien que recibió la respuesta, porque fue ganando terreno poco a poco, un paso a la vez.
El pueblo de Dios pudo haber entrado y tomar posesión de aquella tierra en aquel mismo momento, pero pereció en el desierto porque, cuando vieron al cananeo, dijeron: Con eso no nos vamos a mezclar, sin saber que Dios les había dado el poder de ganar aquella tierra. Cuando ellos entraran allí, y comenzaran a multiplicarse, aquel pueblo se iba a extinguir delante de ellos.
Quizás tú has sido atormentado con decisiones del pasado, quizás hoy estás metido en un problema; Dios te dice: Hijo, toma en tus manos lo que te he entregado, presta atención a las cosas de Dios, enfócate, comienza a multiplicar, a ganar terreno, y poco a poco todo eso va a salir de delante de ti.
Vas a ser libre. Poco a poco vas a tener la victoria, vas a poder levantar tu cabeza, vas a poder levantar tus manos. Dios te va a dar la victoria, él está de tu lado. Dios puede transformar todas las cosas, en un momento.
viernes, 21 de agosto de 2015
Cristo
En Deuteronomio 32:11, se nos habla de lo que el águila hace con sus polluelos. Dice que el águila excita su nidada, que agita sus alas con el propósito de provocar algo, que no es otra cosa que sacar a sus polluelos de su lugar de comodidad y llevarlos a un lugar desde el cual puedan remontar vuelo, de manera segura.
Es Dios quien mueve las alas para empujarte fuera de tu zona de comodidad. Has pensado que son los problemas los que te han llevado hasta el lugar donde te encuentras, y por eso has decidido volver al nido; pero, en realidad, ha sido Dios que ha estado impulsándote, sacándote del estado en el que te encuentras.
Llega un momento en que el nido, aunque áspero, se convierte en una zona de comodidad. El aguilucho está allí protegido, allí le llega el alimento, no tiene que luchar por la comida, no tiene que enfrentar ningún obstáculo. Y así hay mucha gente; su nido es áspero, aunque lleno de circunstancias se ha convertido en zona de comodidad.
Cuando la Biblia habla de la salida del pueblo de Israel de tierra de Egipto, hay versiones que dicen que Dios los estaba empujando fuera. Dios no estaba sacando a los egipcios, sino que estaba sacando fuera, empujando fuera, al pueblo de Israel. Era el pueblo de Israel el que tenía que ser llevado fuera de aquel lugar. Y eso es lo que hace Dios. Él te quiere llevar fuera.
Dios le habla a Abraham y le dice: Sal de la casa de tu padre y de tu parentela, a un lugar donde yo te voy a llevar. Dios comienza a impulsarlo fuera. El nido es bueno por un tiempo, tiene sus funciones, pero llega un momento en que el aguilucho tiene que valerse por sí solo; y el águila comienza a impulsar al aguilucho, no tan solo para que vuele, sino para que esté parado, no meramente en el nido, sino sobre la roca sobre la cual está el nido.
Hay muchos momentos en nuestra vida en que es Dios quien comienza a impulsarnos y a sacarnos fuera de nuestra zona de comodidad, para llevarnos a un lugar más seguro. El nido no es seguro para toda la vida del águila. Es bueno por una temporada, por un tiempo; por lo que el águila no tan solo necesita aprender a volar, sino que tiene que saber dónde reposar, donde pararse, un lugar seguro, de estabilidad. Si el águila se queda toda su vida en su zona de comodidad, nunca desarrolla todas las características que hay dentro de ella.
Si te quedas dentro de tu zona de comodidad, no vas a ver más allá de tu nido. Si te quedas en tu zona de comodidad, no vas a extender tus alas hacia aquello que te rodea. Y así hay personas, que no han aceptado los retos que Dios les ha estado dando, y se han atrofiado las cualidades y los talentos que Dios depositó en ellos. Hay gente que andan fuera de ritmo, gente que era hábil para ciertas cosas, pero se mantuvieron en su zona de comodidad y ahora, al intentarlo nuevamente, piensan que ese, en realidad, nunca fue su talento, pero no es así, sino que se acomodaron a su zona de comodidad, en vez de a una zona segura.
Dios quiere moverte de una zona cómoda, a una zona de seguridad. Y no hay mayor seguridad que nos brinde la palabra de Dios, que estar parado sobre la roca. Quizás no es el lugar más cómodo, pero en la roca tienes todas tus habilidades disponibles, puedes remontarte cuando quieras y mostrarle al mundo lo que llevas dentro.
Dios te va a sacar de tu zona de comodidad, pero en Él tú vas a estar seguro. Él te va a sacar, te va a poner en tierra firme, en un lugar seguro, desde el que vas a poder mirar tu vida y apreciar el panorama como nunca antes lo habías visto.
En la palabra del Señor, vemos la parábola que dice que un hombre construyó sobre la arena, mientras que otro construyó sobre la roca y, cuando vino la tormenta, aquel que había construido sobre la arena, perdió todo; mientras que, la casa de aquel que construyó sobre la roca, permaneció.
El nido se puede caer cuando llega la tormenta, pero no hay tormenta que derrumbe roca alguna y, cuando hay un águila parada sobre la roca, que es Cristo, ese águila puede ver todo lo que viene a su paso, ese águila sabe qué hacer y sabe que sus garras están seguras en un lugar del que nada ni nadie le va a poder mover.
Agárrate de Cristo como nunca antes.
jueves, 20 de agosto de 2015
Decisiones sabias
“Me ama, no me ama, me ama, no me ama”… ¿Alguna vez arrancó los pétalos a una margarita amarilla uno por uno, deseando que el último le diera la respuesta más importante de su vida? ¡Esta es una forma poco confiable de tomar decisiones correctas!
Así de inseguras son las decisiones que tomamos guiándonos por los sentimientos. Las decisiones sabias se toman entendiendo la voluntad de Dios y Dios se deleita en revelar su voluntad a quienes están dispuestos a hacerla.
“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”. (Santiago 1:22)
Ocho pruebas para tomar Decisiones Correctas
Antes de tomar decisiones hágase las siguientes preguntas
1. Prueba de las Escrituras—“¿Ha dicho Dios algo sobre esto en su Palabra?” (2 Timoteo 3:16)
2. Prueba del secreto—“¿Me avergonzaría que todos supieran cuál fue mi decisión?” (Proverbios 11:3)
3. Prueba del seguimiento—“¿Qué pasaría si todos siguieran mi ejemplo?” (1 Timoteo 4:12)
4. Prueba del Espíritu Santo—“¿Me dejo guiar por la presión externa,razones personales o permito que me guíe el Espíritu?” (Gálatas 1:10)
5. Prueba del tropiezo—“¿Podría ser tropiezo para alguna persona?” (Romanos 14:21)
6. Prueba de la tranquilidad—“¿He orado y siento paz en esta decisión?” (Filipenses 4:6–7)
7. Prueba de la santificación—“¿Me impedirá esta decisión crecer a semejanza de Cristo?” (2 Corintios 3:18)
8. Prueba suprema—“¿Glorifica mi decisión a Dios?” (1 Corintios 10:31)
Versículo para memorizar:“Andad como hijos de luz… comprobando lo que es agradable al Señor”. (Efesios 5:8, 10)
Prioridades
Nuestras acciones dejan saber cuáles son verdaderamente nuestras prioridades.
En una ocasión, Jesús tuvo que corregir a Marta, y decirle: Tú estás afanada y cargada con lo que nadie te ha pedido. Y, muchas veces, tenemos gente cargada, afanada, con lo que nadie le ha pedido. En cuanto al exterior de tu nido, encárgate de asegurar las ramas que necesites para la circunferencia, pero, el resto, tienes que invertirlo dentro del nido, tienes que ocuparte de los detalles de adentro del nido.
Hay gente que olvida lo que es verdaderamente importante. Si tú quieres tener una familia, puedes tenerla con o sin la casa de tus sueños. Pero hay una mentalidad que permea que nos lleva a pensar que hay que esperar a tener ciertas cosas o a que ciertas cosas ocurran, para entonces poder pasar a alcanzar lo que, en nuestra mente, sería lo próximo.
Dios nos llamó a las alturas y, para elevarnos, tenemos que tener las prioridades correctas en nuestra vida. Muchas veces nos toca subir a las alturas con peso, con las experiencias negativas, con los errores de nuestro pasado, pero, mientras nos mantenemos cerca de la palabra, con la altura que podamos aguantar, y entendamos que el exterior no es tan importante, sino que lo importante es lo que está adentro, nos vamos a elevar.
En Génesis 15:9-12, la Biblia nos habla de una ofrenda muy específica que presentó Abraham. Él tomó ciertos animales y los partió a la mitad, todos, excepto las aves; y descendían aves de rapiña sobre los cuerpos muertos y Abraham las ahuyentaba. Mas a la caída del sol le sobrecogió un sueño a Abraham.
Forcejear con aquellas aves de rapiña no era cosa fácil. El sueño que sobrecogió a Abraham nos lo confirma. Y los siguientes versos nos hablan de cómo Dios se comprometió con Abraham, y cómo Dios le bendijo por causa de aquella semilla.
Quizás hoy tú estás cansado, afanado, quizás has estado invirtiendo tu tiempo en el exterior de tu nido, quizás ya estás exhausto, porque ha sido difícil subir con tanto peso, ha sido difícil cargar las ramas secas de tu nido, ha sido difícil llevar contigo todo lo que has tenido que cargar para tener lo que tienes en el día de hoy, quizás estás agotado porque vives la vida ahuyentando aquello que quiere llevarse tu bendición; pero el verdadero valor está en lo que has sembrado en el cuidado de tu nido, en la formación de tu casa, de tu familia; lo que verdaderamente es importante es lo que está en el corazón, en el interior.
Quizás la aspereza de lo que has tenido que cargar ha sido demasiado para ti, o quizás has estado demasiado ocupado ahuyentando aquello que ha atentado en contra de tu nido, pero Dios te dice hoy: Descansa en mí, pon tus prioridades correctas, y permite que yo haga la obra porque, si te llamé a las alturas, es porque te voy a bendecir también en las alturas.
miércoles, 19 de agosto de 2015
Talentos
En Mateo 25:16-17, la Biblia nos habla de la Parábola de los Talentos. En esta parábola, el señor le dio talentos a tres de sus siervos. A los que se le dio cinco y dos talentos, tomaron el riesgo de negociarlos para obtener ganancias. Estos siervos tuvieron la capacidad de pensar en que, si tomaban el riesgo de negociar los talentos que se les fueron dados, tenían la probabilidad de ganar.
Sin embargo, en el verso 18, dice: Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Su señor, al momento de repartir los talentos, reconoció que este tercer siervo era el que menos capacidad tenía de los tres, y por esto le dio solamente un talento. Aun así, el señor de esta parábola esperaba que, en su capacidad, este siervo produjera y multiplicara lo que se le fue dado; sin embargo, el tercer siervo tomó el talento y lo escondió. Pero las cosas no quedaron ahí… en el verso 19, dice que un día el señor, después de mucho tiempo, fue a arreglar cuentas con los tres.
En los versos 21-23, a los siervos que multiplicaron el dinero, el señor les dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Les había dado poco, pero les dijo: Hiciste bien y eres un buen siervo. El señor pudo probar que eran buenos siervos, el pudo ver su capacidad y ¿qué fue lo que demostró su capacidad? Que pudieron multiplicar lo poco que se les dio.
Lo que te hace un buen siervo y lo que lleva a Dios a darte más de lo que tienes es tu capacidad de tomar riesgos para multiplicar.
El Señor entiende y conoce tu capacidad. Hasta el día de hoy, posees lo que Dios ha entendido que eres capaz de manejar, pero no significa que Él no tiene más para darte. Hay gente que, a diario, se ven diciendo: Si Dios me diera un poquito más, pero, para que eso suceda, deben demostrarle a Dios que tienen la capacidad de manejar lo que actualmente poseen y entonces Dios les dará mucho más de lo que pudieran imaginar. Él ha prometido darte por encima de lo que pides y esperas.
martes, 18 de agosto de 2015
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