Como aprendimos anteriormente, todo ministerio verdadero es una respuesta a una dirección o a un impulso de Dios. El Espíritu Santo nos sensibiliza a la voz de Jesús para que podamos discernirla con más facilidad. Pero la clave de lo que el Espíritu Santo quiere llevar a cabo en nuestras vidas tiene que ver con nuestra cooperación con Él, permitirle guiar nuestros pasos.
Esta es la verdadera naturaleza de lo que llamamos inspiración, ser inspirados por, espiritualizados (literalmente, Dios-sopló-dentro, ser guiados a decir, pensar o hacer lo que de otra forma no vendría a nuestras mentes. Jesús quiere que recibamos capacidades y poderes milagrosos con el fin de llevar Su misión completamente a cabo para que la extendamos a los que nos rodean.
En armonía con el Espíritu Santo, recibimos revelación incluso más allá de las habilidades naturales más genuinas, conociendo y haciendo cosas en forma sobrenatural. En forma similar a la manera en que el Espíritu vino sobre María de modo que pudiera dar a luz al “Hijo de Dios”, se nos da la bienvenida (no al mismo grado, por supuesto, o con el mismo resultado) para recibir semillas sobrenaturales de revelación y verdad del Espíritu.
Hablar o hacer lo que el Espíritu nos impulsa a decir o hacer dará vida abundante y rescate a otras personas. Pero debemos tener una entusiasta disposición fundamental para cooperar con el Espíritu y ofrecernos voluntariamente como María diciendo: “Hágase conmigo conforme a Tu palabra.” Centrarnos (toda nuestra vida cristiana) en aprender a funcionar en cooperación con el Espíritu Santo nos lleva a una de las experiencias más antiguas y tangibles con el Espíritu Santo disponible para un creyente en Jesús. Esa experiencia es conocida como el bautismo en el Espíritu Santo.
Hoy se que la sensibilización de mi oído espiritual no depende de mi, sino del Espíritu que mora en mi vida.
Señor, gracias por darme el Espíritu Santo para operar dentro de mi vida la capacidad de escuchar tu voz con claridad y así obedecerla. Amén.
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