¿Violencia intrafamiliar? Por favor, ¡Nosotros los cristianos no tenemos ese problema! Eso es de los no creyentes; en mi familia nos amamos y nos respetamos y nunca tenemos dificultades. Esta ha sido la reacción de muchos líderes de las iglesias ante esta temática.
Aquí tenemos que diferenciar entre “conflicto familiar” y “violencia familiar”. El conflicto no es un indicador de violencia. Es parte natural de una relación en donde interactúan dos seres totalmente diferentes. La violencia es el método que usan algunos miembros de las familias para darle solución a los conflictos. La violencia va desde una mirada cargada de odio, hasta la misma muerte.
Ojalá que la frase: ¡Nosotros los cristianos no tenemos ese problema! fuera vedad. Pero la realidad nos muestra que la violencia familiar se encuentra latente no solo en las familias de los no creyentes, sino también ¡en las familias que componen las iglesias! Y esto está comprobado por las estadísticas.
En una iglesia se descubrió que: en el 60% de las parejas habían episodios cotidianos de violencia verbal, como gritos, insultos y amenazas. El 20% admitió haber tenido explosiones de ira acompañado con empujones y golpes, 30% de las mujeres admitieron haber sido abusadas sexualmente al haber sido obligadas a tener relaciones sexuales en contra de su voluntad.
La violencia familiar, ya sea entre cristianos o no, se presenta como un ciclo en tres fases:
1) Acumulación de tensiones: Comportamiento agresivo más hacia los objetos que hacia el cónyuge. (dar portazos, arrojar objetos, romper cosas, etc.). Poco a poco se mueve desde los objetos hacia la pareja, manifestado en abuso verbal y físico.
2) La violencia se agudiza: Concientemente el abusador elige sus actos de violencia, decide el tiempo y el lugar para los episodios así como qué parte del cuerpo golpear. En algunos casos aquí es donde se da la intervención policial.
3) Calma y arrepentimiento: El agresor asume su responsabilidad y promete cambiar, hay un período de calma, muestras de amor y cariño hacia la pareja. Ambos actúan como si nada hubiera sucedido y prometen que nada de lo sucedido se repetirá.
Transición:
Como creyentes no debemos tratar de evadir este tema sino más bien tomar conciencia de que la violencia familiar se encuentra aun en los hogares de los creyentes. Si esto es así ¿qué es lo que pasa con el creyente que enseña y predica en la iglesia y durante la semana golpea a su cónyuge?
Definitivamente afirmamos que hay un problema que no puede ser tratado por ningún especialista o terapeuta, puesto que la raíz de su comportamiento violento está en proporción con su relación personal con Dios. Así que, basándonos en lo que la Biblia dice en Romanos 8:1-17 veremos dos razones por las cuales la violencia familiar se encuentra arraigada en la vida misma, aun de las familias cristianas.
1. La violencia intrafamiliar es producto del pecado que ha interrumpido todos los niveles de relaciones (v.4)
con un artículo muy interesante en donde la autora Lic. Adriana Silva expone lo siguiente: “...la violencia, obedece a causas múltiples... por un lado las creencias históricas, míticas relacionada con los valores, entre ellos,... la obediencia, lo que debe ser una mujer, lo que debe ser un hombre y lo que debe ser un niño,... lo que son los derechos y obligaciones de cada uno.”
Obviamente, supongo que la definición anterior es puramente psicológica y hasta cierto punto trata de “excusar” el comportamiento humano afirmando que “la violencia obedece a causas múltiples”. Pero ¿qué nos dice la Biblia?
Que la violencia intrafamiliar es el resultado del pecado, manifestado en las concepciones distorsionadas de los valores en cuanto a la familia, el rol de los cónyuges, lo que significan los hijos, y las responsabilidades de cada uno de los que integran el núcleo familiar.
El matrimonio surge como una necesidad del ser humano quien no se siente satisfecho y completo sin un ser semejante a él con quien pueda unir su vida, procrear y disfrutar en familia. ¿De donde, pues, surge la violencia doméstica?
1.1 Surge del deseo de tener poder
Hay hogares cristianos en donde los integrantes de la familia mantienen una lucha interminable por el poder. Y esa lucha es la que muy pronto produce violencia entre la familia. El padre autoritario se olvida de su experiencia con Cristo y del amor que ha sido derramado en su corazón por el Espíritu Santo e impone a todos que se sujeten a su autoridad.
La madre y los hijos como una forma de protesta se rebelan. Y entonces empiezan las manifestaciones de violencia que van desde los gritos hasta los golpes y en algunos casos, la muerte. Pero esto no es nada más ni nada menos que una vida familiar que se vive “según la naturaleza pecaminosa”.
1.2 Surge del deseo egoísta innato en el ser humano
Hay en todo ser humano un sentimiento egoísta innato. Y esto como consecuencia del pecado que nos asedia día a día. Este egoísmo es el que violenta la armonía y las buenas relaciones familiares. Por eso como cristianos tenemos siempre que examinar nuestras intenciones, nuestras acciones, nuestros pensamientos, y pedirle al Señor que nos ayude a eliminar toda clase de sentimientos egoístas.
Es el egoísmo el que nos lleva a pisotear y maltratar a nuestro cónyuge y por extensión a nuestros hijos. El egoísmo es el que produce celos, desconfianza y hasta malos pensamientos acerca del cónyuge. Por eso los crímenes pasionales.
Las estadísticas indican que las víctimas de la violencia, en la mayoría de los casos, son las mujeres y los niños. Pero no debemos olvidar que estos sentimientos de poder y egoísmo son actitudes que se manifiestan tanto en los hombres, como en las mujeres y también en los hijos. Y esto es corroborado por las Escrituras: “...todos se han descarriado, a una se han corrompido. No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo!” (Sal.14:1-3 NVI).
He aquí la pregunta que nos plantea la Escritura: “¿De dónde surgen las guerra y los conflictos entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que luchan dentro de ustedes mismos?” (Stg. 4:1-2 NVI).
¿De donde surge la violencia, la lucha por el poder, el egoísmo y los celos en nuestros hogares? ¿No es precisamente de las pasiones que luchan dentro de cada uno de los que integramos la familia? Escuchen ahora familias de Betel, amados redimidos por Cristo, en el nombre del Señor no vivamos en nuestra familia “según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu”.
2. La violencia intrafamiliar es un pecado desagradable e inadmisible ante Dios (v.7).
2.1 Atenta contra el plan de Dios para la familia
Tanto el adulterio, la fornicación, como la violencia intrafamiliar es un pecado desagradable delante de Dios. Porque atenta contra el propósito de Dios para la familia. Parece extraño que sea el ambiente familiar en donde las personas reciben más maltrato que en cualquier otro lugar. Y esto es así aun en las familias cristianas.
¿Qué tan desagradable es la violencia intrafamiliar a los ojos de Dios? Veamos el primer acto de violencia intrafamiliar registrado en la Biblia: Génesis 4:1-10.
El plan de Dios para la familia no es que esta viva en continuo conflicto. Sino que sea un lugar en donde Cristo sea el Señor. Un lugar en donde sus miembros puedan encontrar amor, seguridad, comprensión y apoyo necesario para crecer sanamente. Un lugar en donde se instruya a los hijos a amar y temer a Dios y a servirle.
Pero paradójicamente, es en el núcleo familiar en donde se vive la batalla campal de la violencia. Una familia cristiana caracterizada por actos de violencia hacia sus miembros, a parte de ser un mal testimonio, no puede agradar a Dios.
2.2 Atenta contra la dignidad de la persona
Los actos de violencia, cualesquiera sean, no sólo atentan contra la salud mental de la persona, sino también contra su dignidad como ser humano. Los maltratos emocionales, psicológicos y físicos degradan al ser humano y dejan huellas que muchas veces son difíciles de borrar.
Pero es aun más triste cuando confirmamos que en las familias cristianas se vive este tipo de conflictos. Qué dolor tan grande nos causa cuando nos damos cuenta que un hermano de la iglesia ha maltratado a su esposa, o una esposa iracunda que envió a su esposo al hospital porque le pegó en la cabeza con una sartén marca “Tfal”.
O cuando vemos el trato que el esposo le da a la esposa en frente de los demás miembros de la iglesia, o le grita muy feo a sus hijos, o ridiculiza a su esposa llamándola despectivamente, o hace burla de ella porque ha subido un poco de peso, o porque ya se le notan los años.
Conclusión:
La violencia no es sana. No es de Dios y no estaba en los planes de Dios para la familia. La violencia vino a causa del pecado del hombre.
La familia cristiana no es está exenta de ser víctima de la violencia intrafamiliar. La violencia intrafamiliar no respeta religión, cultura, status social, nivel educativo, etc. porque es producto del pecado. Y el pecado y sus diferentes manifestaciones se encuentra en todo el mundo.
Dios instituyó a la familia a fin de de que sus miembros fueran capaces de experimentar y establecer relaciones basadas en el amor, la igualdad, el respeto y la tolerancia mutuas, pues hemos sido creados a imagen y semejanza de Aquel que instituyó a la familia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario