martes, 4 de diciembre de 2012

Soñar


Cuando el salmista escribe el Salmos 126, escribe acerca de un grupo de gente en específico. El salmista pudo haber dicho que Jehová haría volver la cautividad de Israel o de Judá o de Leví, pero escoge el nombre de Sion. Ese nombre “Sion” tiene que ver con el lugar de adoración, el lugar de consagración, el lugar de reunión.
La palabra Sion la usamos hoy para referirnos a la iglesia. Dios tenía que quitar la cautividad de Sion, porque si él quitaba la cautividad de Sion, todo el pueblo sería libre.
Cuando la iglesia se levante, cuando experimentemos verdaderamente la libertad en nuestros corazones y en nuestra mente, será cuando las naciones podrán experimentar el avivamiento que estamos esperando.
Cristo en nosotros es la esperanza de gloria.
Si adaptáramos el Salmos 126, podríamos decir que, cuando Jehová hiciere volver la cautividad de la iglesia, seremos como los que sueñan. Esa es la importancia de que despertemos a la realidad de la palabra de Dios.
El gobierno va a cambiar cuando los creyentes seamos libres para soñar, libres para creer por cosas grandes.
El problema es que en ocasiones, sin darnos cuenta, los creyentes somos la gente más dócil, adaptándonos y acomodándonos a las circunstancias, porque no queremos ofender a nadie. Porque no queremos que nadie piense o diga algo, porque no nos digan la frase: “y eso, que eres cristiano”.
La presión que te pone el mundo te hace sentir mal.
Tú te mereces prosperar, tú te mereces soñar. Tu nación cambiaría si los creyentes se pararan firmes, no con ideas políticas, sino comprometidos con Dios, quien los dirige a lo que hay que hacer para que la nación sea libre.
Muchos creyentes se sienten culpables, descalificados, pecadores, y piensan que no se merecen nada. Por el pasado, por los errores que cometieron, por las dificultades que han tenido en su vida, sienten que no sirven para nada, que no deberían lograr nada, que su tiempo se acabó, que no deberían aspirar a mucho más, cuando en realidad nosotros los creyentes deberíamos ser las personas que nos sintiéramos libres para soñar, porque si nosotros no soñamos, ¿quién soñará entonces?
Tú tienes que ser libre para visualizar, para ver cosas grandes, para esperar la mano de Dios obrar en tu vida, libre para soñar. Si nosotros no lo hacemos, ¿quién lo va a hacer?

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