El Matrimonio como unidad básica de la sociedad está enfrentando graves dificultades y desafíos, mas que nunca en la historia de la humanidad. Problemas de comunicación, problemas financieros, falta de intimidad, infidelidad y actitudes agresivas son de los más comunes hoy en día.
Las causas de esos problemas están relacionados fundamentalmente con el enfriamiento espiritual, el egoísmo, el orgullo, la ignorancia de principios fundamentales, raíces de amargura y la rigidez emocional que les impide pedir perdón y perdonar.
El concepto de matrimonio como medio para obtener felicidad ha perdido credibilidad y cada día menos personas ven el matrimonio con esa perspectiva, lo que les conduce a romper sus matrimonios, a no casarse, o a buscar otras alternativas anti-naturales.
El matrimonio si está diseñado para producir felicidad, pero no por vía directa, sino por medio de un proceso de madurez en la relación y una vida espiritual activa que va formando un carácter capaz de vencer las debilidades humanas y avanzar en una relación saludable.
El desafío más grande de la humanidad es el llamado a la madurez espiritual antes que a la felicidad en si misma; porque la madurez espiritual no solamente nos garantiza la salvación, sino que nos provee la felicidad verdadera.
Efesios 4:2-3 con toda humildad y mansedumbre, soportándonos con paciencia los unos a los otros en amor, procurando mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.
No existe mejor oportunidad de madurar espiritualmente que el matrimonio, ya que nos vemos constantemente desafiados a ser humildes, mansos, a soportar con paciencia, a amarnos por encima de nuestras debilidades, y a mantener la paz mediante una unidad espiritual.
Entonces podemos afirmar que la vida espiritual activa, más una actitud de obediencia a la palabra de Dios, nos conducen a una madurez en nuestra manera de vivir. Esa madurez nos permitirá alcanzar el fruto del Espíritu, que es el que va a producir verdadera felicidad en nuestra vida.
Gálatas 5:22-26: Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.
Una persona que vive amor, tiene gozo y tiene paz y todo lo que menciona este versículo, tiene que ser una persona inmensamente feliz. Este fruto no depende de como te traten las personas a tu alrededor, sino de la presencia del Espíritu de Dios en nuestra vida, como consecuencia de nuestra vida espiritual activa y nuestra obediencia a la palabra para formar el carácter en nosotros.
Romanos 12:2. No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Necesitamos renovar nuestra manera de pensar, dejando nuestros conceptos equivocados y tomando la decisión de formar un nuevo carácter fundamentado en una vida espiritual activa y una actitud de obediencia verdadera a la palabra de Dios.
Habla con tu pareja y tomen la decisión de reconocer sus errores, pedirse perdón mutuamente y comenzar a trabajar en la formación de un nuevo carácter dispuesto a la humildad, la mansedumbre, la paciencia, el amor y la unidad espiritual en el vínculo de la paz.
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