jueves, 14 de enero de 2016

Caminar con Dios


Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel. Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos. Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios. Y Aarón y todos los hijos de Israel miraron a Moisés, y he aquí la piel de su rostro era resplandeciente; y tuvieron miedo de acercarse a él. Éxodo 34:27-30
Moisés había estado en la presencia de Dios en muchas ocasiones. En esta ocasión, tuvo una experiencia que provocó que su rostro brillara, pero no fue hasta que bajó del monte, que quienes lo vieron, se dieron cuenta de esto.
El hecho de que estés en la presencia de Dios no te asegura un rostro que brille. Así como entrar a McDonald’s no te convierte en una papita frita, ni entrar al garaje te convierte en un automóvil, entrar a la iglesia no te hace cristiano. Hay mucha gente que ha estado en la presencia de Dios y aun así sus rostros no brillan. No es hasta que tienes una experiencia real con Dios, que entonces hace que tu rostro brille.
¿Por qué prestar tanta importancia a que tu rostro brille o no? Cuando tu rostro brille, el resto del mundo va a notar que hay algo diferente en ti. Cuando llegues a un lugar, solo de mirarte, la gente sabrá, y dirá: Este hombre estuvo con Dios, esta mujer camina con Dios; hay que tratarlo o tratarla con respeto, hay que tener cuidado cómo me acerco a esta persona porque carga algo diferente, esta persona carga algo especial.
Al igual que Moisés, en la Biblia, hubo otros a los que el rostro les brilló a causa de una experiencia con Dios. Más adelante, vemos en el Nuevo Testamento que al mismo Cristo le brilló el rostro en el monte de la transfiguración (Lc. 9:28-36). Esteban, aunque no se predica mucho de él, fue uno de los apóstoles más poderosos, y en Hechos 6:15 dice que, cuando la gente lo miraba, decían que tenía el rostro como el de un ángel. En Hechos 5:15, dice que se sanaban enfermos con la sombra de Pedro; pero esto no sucedió hasta después que los discípulos y los que estaban con ellos tuvieron una experiencia con el Espíritu Santo en el día del Pentecostés (Hch. 2). Pedro provocaba cambios a donde quiera que se presentara.
Debemos, como estas personas, comenzar a caminar con Dios, de manera tal que haga que tu rostro brille, para que puedas influenciar y cambiar tu entorno.  Que la gente a tu alrededor tenga que reconocer que cargas la presencia de Dios, y esto marque sus vidas.
Que cuando la gente vea el rostro de Dios en tu rostro provoque que tu mundo y el mundo a tu alrededor cambie.  Que la gente vea que lo que hablas va en congruencia con lo que tu rostro refleja.  No puedes decirle al mundo que le sirves a un Dios Todopoderoso, que da gozo, paz y alegría, cuando tu rostro refleja amargura, tristeza y sufrimiento.   Dios te ha llamado a caminar con autoridad para que todo el mundo perciba que hay algo diferente en ti.  Que tu presencia cambie la atmósfera del lugar al que entras.
El problema es que hay muchos cristianos que su rostro lo que indica es frustración, sufrimiento, dolor; su rostro no brilla. Deja ya el coraje, la angustia, la frustración la tristeza, la cara de limón amargado, la cara de dolor, de víctima. Robert Gómez, pastor de nuestro Concilio, dice algo muy cierto, que no está en la Biblia, pero debería estarlo: No puedes hacer nada con la cara que tienes, pero sí con la que pones.
Así que pon una buena cara, y declara ahora sobre tu vida que tú vas a comenzar a caminar con Dios, que tu rostro va a brillar, de manera tal que, dondequiera que tú vayas, influenciarás y cambiarás tu entorno. Que la gente que esté a tu alrededor tendrá que acercarse con respeto, tendrá que medir sus palabras alrededor de ti, y le darán peso a lo que digas porque cargarás la presencia de Dios en tu vida, de tal modo que será algo palpable, tangible que marcará la vida de todo aquel que esté alrededor de ti. 

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