En Números 13:28-29, dice la palabra del Señor que diez de los doce espías que Moisés envió a reconocer la tierra de Canaán, encontraron que el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; también vimos allí a los hijos de Anac. Amalec habita el Neguev; el heteo, el jebuseo y el amorreo habitan en el monte; el cananeo habita junto al mar y a la ribera del Jordán.
El pueblo de Israel no creía que podía entrar a la tierra prometida, porque se enfocó en cinco pueblos: el amalecita, el heteo, el jebuseo, el amorreo, y el cananeo.
Amalec es descendiente de Esaú. Y uno de los significados de Esaú, en hebreo, es ojo torcido, en referencia a la persona que mira las cosas incorrectas. Esaú torció su mirada y vendió su primogenitura por un plato de lentejas, de la misma manera que el pueblo de Israel estaba torciendo su mirada, enfocándose en los amalecitas que habitaban parte de aquella tierra, tierra que Dios les había prometido.
Cuando tienes un ojo torcido, no puedes poseer la tierra que Dios tiene para tu vida.
Una persona con ojo torcido no tiene las prioridades correctas. Pone lo natural como espiritual, y lo espiritual como natural. Además, siempre está viendo lo bueno y lo malo. Son los Esaú de la vida, personas que se quedan dando vueltas en el desierto, personas indecisas.
En cambio, la persona que vive con fe, en lo único que se enfoca, es en la bendición que Dios tiene para su vida. No se enfoca en los gigantes ni en los enemigos, sino que solamente ve los frutos que hay en esa tierra.
Enfócate en las bendiciones de la tierra que Dios te ha prometido. Entra y posee.
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