Cuando Dios dice, en Génesis 3, que la simiente de la mujer va a aplastarle la cabeza al enemigo, que va a poner fin al enemigo en nuestra vida, tenemos que entender que lo único que puede hacer una mujer es recibir una semilla.
El vientre de la mujer no produce semilla. Un vientre alberga, guarda, protege y lleva la semilla a dar fruto. Y esto es lo mismo que puede hacer nuestra mente.
Pero, aunque muchos buenos motivadores te pueden decir palabras que te emocionen y te hagan brincar, si esa palabra no está cimentada en la palabra de Dios, no importa cuánto te emociones ni cuánto brinques, ni cuántas veces repitas cualquier frase positiva, si tú no tienes la palabra de Dios para sustentar eso, eso no va a dar fruto, porque lo que da fruto no es tan solo la semilla, ni el vientre en donde es albergada, sino que es la palabra de Dios que está dentro de esa semilla.
¿Qué es una semilla? ¿Dónde está el poder de una semilla? Podríamos pensar que el poder de la semilla está cuando se siembra en la tierra, pero, en realidad, el poder de una semilla está en el momento en el que Dios la creó, aquel momento en el que Dios dijo lo que cada semilla iba a producir. Una semilla no es otra cosa que un contenedor de la palabra de Dios.
Una semilla de aguacate produce aguacate, porque Dios lo dijo. Dentro de una semilla de aguacate está encerrada la palabra de Dios, quien, cuando la creó, decidió contener en ella su palabra, diciendo que, cuando fuera sembrada, iba a crecer un árbol de aguacate. Tú puedes orar para que salga un árbol de china, puedes ofrendar para que salga un árbol de china, pero la palabra de Dios ya está contenida dentro de esa semilla, y tú no lo puedes cambiar.
¿Qué palabra Dios ha sembrado dentro de ti? ¿Qué palabra tú tienes en tu vientre espiritual? ¿Cuál es el fruto que Dios ha dicho que tú vas a producir?
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