jueves, 9 de mayo de 2013

Declaramos vida

En Ezequiel 37, Ezequiel trata de describirnos el valle de huesos secos al que lo llevó el Espíritu de Jehová. Primero nos dice que aquel valle estaba lleno de huesos, pero, al acercarse, nos dice que eran muchísimos huesos. No era suficiente con decir que el valle estaba lleno de huesos. Tuvo que especificarnos que eran muchísimos.
Ezequiel nos describe también los huesos, diciendo que estaban secos en gran manera.
Quizás estás pasando un momento, no solo de escasez, sino de mucha escasez. No es lo mismo tener una necesidad, que tener mucha necesidad. No es lo mismo tener un problema, que tener muchos problemas. Y eso es de lo que nos está hablando este pasaje.
Dios le pregunta a Ezequiel: ¿Vivirán estos huesos? Aquello no eran tres esqueletos. Eran muchísimos huesos. Y muchísimos huesos que estaban secos en gran manera. Ezequiel respondió: Señor Jehová, tú lo sabes. Queriendo decir que, si vivirían o no, él no lo sabía, pero tenía la certeza de que Dios sí lo sabía.
Entonces Dios le dijo que profetizara sobre aquellos huesos, diciéndoles que espíritu entraría en ellos y vivirían. Ezequiel hizo como se le mandó, y sobre los huesos hubo tendones, carne, y piel. Luego Dios le dijo que profetizara al espíritu, para que viniera de los cuatro vientos y soplara sobre ellos, entrando en ellos, y así lo hizo. Y aquellos huesos se transformaron en un ejército grande en extremo.
Ezequiel tiene que haberse preguntado: ¿Para qué Dios me trajo a este lugar?
El Espíritu paseó a Ezequiel por aquel valle, y lo único que él veía era huesos y más huesos secos. Ezequiel tiene que haberse estado preguntando qué hacía el allí, cuando entonces Dios le empieza a decir que profetice, que hable, que deposite palabra, palabra que, claramente dice esta escritura que, llevaría consigo espíritu y vida. Lo que Ezequiel habló sobre aquellos huesos fue exactamente lo que comenzó a suceder sobre aquellos huesos, pero esto sucedió a consecuencia de la obediencia de Ezequiel de comenzar a declarar la palabra que Dios le había dicho a él.
Aunque Ezequiel se encontraba en un lugar en el que no entendía lo que estaba pasando, todo lo que tuvo que hacer fue comenzar a repetir exactamente lo que Dios había depositado dentro de él. Quizás para él no tenía significado, quizás él no sabía lo que sucedería, porque, lo que le dijo la voz de Dios y lo que él veía con sus ojos era completamente diferente, opuesto.
Lo que tú ves, muchas veces, no tiene congruencia con lo que Dios deposita en tu corazón para que tú comiences a hablar, pero eso no quita que digas lo que Dios ha depositado en tu corazón. A lo mejor no lo puedes entender, a lo mejor no lo puedes expresar, pero todo lo que tú tienes que hacer es repetir la palabra que Dios ha depositado porque, aunque tú no lo puedas entender, aunque tú no lo puedas explicar, esa palabra que carga vida y que carga espíritu, va a empezar a producir resultado, porque se convierte en una semilla que va a dar su fruto.
Dios le dijo a Ezequiel que dijera a los huesos que se juntaran, y eso fue lo que él hizo. Ezequiel debe haber estado sorprendido porque, delante de sus ojos, donde no había materia, la palabra que carga espíritu y carga vida se encargó de la creación de la materia y, lo que parecía completamente imposible, se convirtió en posible.
Esto pasa constantemente en la palabra de Dios. Una de las veces que más nos sorprende el producto de la palabra se encuentra en Génesis capítulo 1, cuando Dios dice: Sea la luz. Dios dijo esto en el primer día de la creación, sin embargo, en el día cuarto es que él crea las lumbreras. El sol, que es lo que produce la luz que vemos, no se hizo sino hasta tres días después.
Quizás tú estás en un valle de huesos secos, en el que estás viendo algo que no hace congruencia, y Dios te está dando una palabra que tú no tienes de dónde agarrarla, no tienes de donde sostenerla, pero, si tú declaras esa palabra que Dios está depositando en tu interior, aunque Dios tenga que hacer las lumbreras tres días más tarde, lo que no hace sentido hoy, más tarde Dios se va a encargar de que haga sentido, Dios se va a encargar de suplir todo lo que os falte, conforme a sus riquezas en gloria.
Aunque tú te sientas ridículo confesando algo que tú no tienes de dónde agarrarlo, porque no hace sentido, tú tienes que entender que el Dios al que le servimos es capaz de depositar en ti una palabra que quizás tú no puedes sostener, pero él va a ser fiel a su palabra y, más adelante, él te va a dar aquello que tú necesitas para sostener esa palabra.
Quizás Dios te ha dicho que te va a dar una casa, y quizás tú no tienes un centavo para la casa que Dios te dijo que te va a dar, pero, si Dios te dijo que te la va a dar, aunque sea tres días más tarde, él te va a suplir las finanzas. Todo lo que tú tienes que hacer es empezar a decir desde hoy: “Esa casa en mía. Vivan los huesos secos.”
Dios deposita en nuestro espíritu cosas que no podemos expresar con palabras y que, cuando las expresamos, no hacen sentido, pero tus palabras no tienen que hacer sentido para el mundo, tus palabras tienen que hacer sentido para Dios.

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