Orar a Dios
Miles de creyentes de todas las edades y condiciones oran a Dios,
porque tienen graves problemas, oran y no parece haber respuesta, ¿Será que Dios no oye mi oración?
¿Será que no le invoco de la manera correcta?
¿Será que no sé orar?
Esta ha sido la duda que a los hijos de Dios les ha preocupado
siempre cuando parece no haber respuesta a sus oraciones.
¡Quizás yo no sepa orar!
Pedid y se os dará, dice la Escritura, pero esa sencilla parece no funcionar conmigo, a pesar de su extrema sencillez, y nos gustaría poder hacer como los discípulos y decirle a Jesús abiertamente: “Enséñanos a orar”. (Lucas 11:1)
Jesús entonces les da el “Padre nuestro”,
no como una oración repetitiva ni como algo mágico
sino como un modelo un guión de lo que una oración debe contener.
Pero sus enseñanzas van más aún y a continuación les da a los discípulos, unos consejos de cómo tener una oración eficaz y poderosa.
Yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; lamad, y se os abrirá. Lucas 11:9
Orar es hablar con Dios.
¿No es grandioso que nosotros, que vivimos en el minúsculo planeta Tierra, podamos hablar con el Dios Todopoderoso?
Orar es una conversación de nuestro corazón con Dios.
Así como cualquier conversación no queda sin efecto en nosotros y en nuestro interlocutor, lo mismo ocurre cuando conversamos con Dios. En nosotros hay un cambio.
¿De qué se habla en una oración?
Podemos hablar libre, abierta y sinceramente a Dios.
No hay temas que no podamos mencionar.
¡Tal es la bondad y la gracia de Dios!
¿Y cómo contesta Dios a nuestras oraciones?
Muy a menudo éstas consisten en pedidos y deseos.
Quisiéramos obtener algo de él, anhelamos que cambie algo
en nuestra vida o en la de otros.
Al orar a Dios debemos contar con toda clase de respuestas,
respuestas que siempre vienen de su corazón lleno de amor.
-Quizás él diga «Sí» y cumpla nuestro deseo “mucho más abundantemente de lo que pedimos o
entendemos” (Efesios 3:20).
-Puede suceder que nos diga «No», porque lo que le pedimos podría dañarnos o no ser útil. Él sabe mejor lo que es bueno para nosotros y tiene las mejores intenciones.
-A veces nos dice: «Espera un poco».
-También puede responder de otra manera a nuestro pedido.
Contesta, pero no como lo habíamos imaginado.
Y también nos invita a perseverar en la oración aún cuando ésta no sea respondida de la manera que queremos, y nos recuerda que un buen padre siempre quiere lo mejor para sus hijos.
Pero una cosa es segura:
cuando le hablamos sinceramente, cada uno de nosotros debe saber:
Dios me oye y me comprende. No me olvida porque me ama.
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