Las últimas palabras de Jesús antes de subir al cielo, fueron las siguientes: Mateo 28:18-20, “Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” Este pasaje se conoce como la gran comisión pero si midiéramos nuestra gestión como comisionados de esta palabra la deberíamos llamar la gran omisión del cristiano. Dios nos ha llamado para que a todas las personas les compartamos el evangelio que dejó Jesucristo.
Yo le pregunto a usted, ¿a cuántas personas les compartió de Jesús esta semana? ¿Por qué no puedo compartirles a más personas? ¿Qué me detiene? Para responder estas preguntas hicimos una encuesta en nuestra urna virtual Manantial de Dios. Primero hice mi propio análisis del por qué no compartimos más, de acuerdo a las expectativas de Dios y luego le pregunté a varias personas su opinión y estos son los resultados:
- No compartimos por temor. El temor es una emoción caracterizada por un intenso sentimiento habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado. Sentimos temor a ser rechazados y esto es muy típico en los colombianos, porque asociamos el hablar de Dios a cuando estábamos en el colegio, y pensamos que nos van a rechazar como a los “Varela” de la serie de décimo grado en los 80’ por sapos. Lo segundo es que sentimos temor a ser señalados, nos sentimos mal cuando nos tildan de aleluyas, de biblias sudadas, fanáticos, locos, y uno último que me gustó nos dicen pastor, pero no cualquier pastor, nos dicen llegó el pastor alemán.
- No compartimos al sentirnos que no somos capaces. Esta respuesta está asociada a la frase es que yo no sé suficiente biblia, eso se deja para usted que es líder o pastor. Pero que se puede esperar de mí, sólo llevo unos meses asistiendo. Yo no sé qué decir en ese momento, la verdad me bloqueo y se me olvida lo poco que yo sé.
- No compartimos pues no nos sentimos completamente personados por Dios. Vienen respuestas como yo no soy digno de hablar de Jesús, me van a seguir viendo como el borracho, el ladrón, el adúltero, el vago, el drogadicto (Salmo 103:3, “Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias”)
- Nos avergonzamos. Esta es una de las grandes realidades, nos preguntan si somos evangélicos y enseguida respondemos, NOOOO…soy cristiano, y sabe por qué, porque pensamos que el evangélico es una persona de menor valor que el resto de la sociedad. Hay personas que han dejado la iglesia porque se avergüenzan de ser evangélicos, piensan que una nube de pobreza, de ignorancia. Sabía usted que el que se avergüence de Jesús, Él va declarar delante del Padre que su vergüenza por esta persona? (Lucas 9:26, “Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras, el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria y en la gloria del Padre y de los santos ángeles”)
- No compartimos pues no es nuestra prioridad al orar. Nos ocupamos mucho de nuestras propias necesidades y creo que en el 90% de nuestras oraciones no oramos para que otros conozcan de Jesús. En el devocional incluimos una casillita que dice: Estoy orando por, para que incluyamos a esas personas por las cuales estoy orando para que conozcan de Dios verdaderamente.
- No compartimos porque nos invade la frustración. Viene el argumento es que ya yo le compartí a todos estos y vea ninguno se ha convertido. Nuestra responsabilidad se limita a compartir, nosotros no somos responsables por el cambio o conversión de una persona, eso lo hace el Espíritu Santo (Filipenses 2:13, “pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad”)
Hay tres palabras que si las guardamos en nuestra mente y en nuestro corazón nos van a ayudar a vencer todos estos obstáculos.
La primera palabra es compasión. La compasión no es sentir lástima, no es decir uff…probrecito. El diccionario define esta palabra como sufrir juntos (Juan 13:34, “Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros”) Para mi compasión es mostrar el amor por otro.
Para entender un poco esta palabra quiero que veamos el testimonio de Pablo. Antes de conocer a Jesús en el camino a Damasco, Pablo era conocido como Saulo. Saulo era un orgulloso fariseo, un hombre religioso que se sentía superior a otros, producto de su formación y crianza. Era un hombre adinerado que odiaba a la Iglesia y trataba de destruirla y era considerado como una de los principales enemigos de los cristianos de los primeros tiempos. En el camino a Damasco tuvo un encuentro con Jesús y pasó de ser Saulo a Pablo, uno de los hombres más influyentes en el cristianismo occidental. Pablo sintió amor no sólo por los judíos, su amor por otros lo llevó a predicar a aquellos que eran considerados como lejanos para la familia de Dios, alcanzó a miles de gentiles. Los buscaba, oraba por ellos y les suplicaba que vinieran a Cristo. Este antiguo perseguidor y muchas veces verdugo, se convirtió en predicador del evangelio sin importar lo que dijera la gente o el grupo al cual pertenecía. La compasión vence la cobardía, el temor y produce valor (1 Juan 4:17-18, “En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor”) Si usted tiene compasión vencerá los temores y podrá compartir de Jesús sin miedo.
La segunda palabra es comunicación. Esto es transmitir lo que queremos a quien queremos usando las herramientas adecuadas para ello. Muchas veces cometemos errores en lo que queremos comunicar, en este caso en llevar el mensaje de salvación de Jesucristo. Veamos algunos errores frecuentes a la hora de comunicar el evangelio.
- Quiero comunicar el mensaje de Jesús con mi testimonio únicamente.
- Quiero compartir a Jesús defendiendo mi fe. Surgen las discusiones con las personas y sólo hablamos de que se va a ir al infierno.
- Nos enfocamos en los resultados. Nos preguntamos cuántas personas se han convertido producto de que yo les compartí. Ve a las personas como una estadística (1 Corintios 3:5-6, “Después de todo, ¿qué es Apolos? ¿Y qué es Pablo? Nada más que servidores por medio de los cuales ustedes llegaron a creer, según lo que el Señor le asignó a cada uno. Yo sembré, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento”)
Pero entonces, ¿qué es lo que debo comunicar? El hombre está en problemas con Dios por causa de sus pecados, porque Dios en Su justicia dará a cada uno lo que merece; pero Él mismo proveyó el medio a través del cual Su justicia quedó plenamente satisfecha y los pecadores pueden ser perdonados: la obra redentora de Su propio Hijo, nuestro Señor Jesucristo, de la cual nos apropiamos por medio del arrepentimiento y la fe.
¿Cómo comunicar que Jesús, el Hijo de Dios nos perdona y que necesitamos creer en Él para tener vida eterna?
- Debemos orar por estas personas, inclusive si tiene un encuentro casual como en un avión, en un taxi, usted debe orar antes de hablar. Esta es la sombrilla que cubre los siguientes puntos.
- Memorice estas 4 palabras y llámelas sus 4 llaves para compartir de Jesús
Juan 3:16, “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo *unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”
Apocalipsis 3:20, “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo”
Juan 14:6, “Señor, no sabemos a dónde vas, así que ¿cómo podemos conocer el camino? Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí”
Romanos 10:8-10, “Ésta es la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser *justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo”
- Use su propio testimonio de salvación
- Comparta lo que Dios le ha enseñado en su vida
- Ocúpese de su cambio personal
La tercera y última palabra que me van a permitir ser efectivo a la hora de divulgar el evangelio de la salvación es confianza. En otras palabras tenga fe. Volviendo al caso de Pablo si estudiamos su vida el siempre testificaba con fe. Pablo creía en el llamado que Dios le había hecho y creía siempre lo mismo sin importar si estaba frente a reyes, jueces, captores. Hoy debemos esperar a que Dios nos use para alcanzar almas y podemos estar seguros que Él lo hará.
Nos vamos a enfrentar a personas que nos van a decir hoy no, otros nos van a decir no necesito de un salvador, otros le dirán es que en la iglesia hay demasiados hipócritas, otros dirán es demasiado tarde, ya no hay nada que hacer para mi vida, otros dirán es que no puedo dejar mis amigos, otros le dirán seré perseguido, no importa el corazón, su misión es lanzar la semilla, convencido de que Dios hará el resto. Usted procure trabajar en estas tres palabras, compasión, comunicación, confianza. Alcancemos a esos perdidos que nos encontramos cada día.
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