En Lucas 5, le hacen una pregunta al Señor acerca del ayuno. Entonces, Jesús responde con una alegoría, relacionada al vino, la cual cierra diciendo que ninguno que pruebe el vino añejo, desea luego el nuevo, porque dice: El añejo es mejor.
Con esto, Jesús no está diciendo que lo viejo es lo mejor y que hay que quedarse con lo viejo, sino que el que probó lo viejo, no acepta lo nuevo. El que probó lo del ayer, no recibe lo nuevo, porque, en su mente, lo viejo es mejor, porque esa es la experiencia que ha tenido, es lo que ha vivido. Por eso, muchos se reúsan a los cambios, a las transiciones en su vida; porque lo que conocen es lo único que se atreven a vivir.
¿Por qué pensamos que lo de ayer es mejor? Porque nos basamos en lo que hemos vivido. Pero tiene que llegar un momento en que aceptes lo nuevo de Dios para tu vida, porque lo que Dios ya te dio no es lo único que él tiene para ti.
En el libro de Josué, luego de cuarenta años en el desierto, el pueblo de Israel entró a la tierra prometida y, una vez allí, comenzaron a comer del fruto de la tierra y, en cuanto esto pasó, el maná cesó.
Al igual que al pueblo de Israel, Dios te está preparando para que nunca más comas comida de desierto. La comida de desierto lo que te recuerda es que estás dando vueltas en el mismo lugar.
El maná no podía ser acumulado; si cogías de más, se dañaba; era tan solo lo suficiente para caminar un día más. Pero Dios tenía preparado para ellos un fruto del que podrían comer por todo un año.
Dios te va a hacer entrar a una experiencia en la que él ya tiene provisión preparada para ti. No vas a tener que vivir de día en día, de cheque en cheque. No tienes que seguir viviendo de esa manera. Entra a lo nuevo que Dios tiene para ti.
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