lunes, 12 de enero de 2015

Recibir

El tiempo en que Jesús nació era una época muy oscura, muy difícil. El pueblo había experimentado el silencio de Dios por cuatrocientos años, pero había una palabra que había sido declarada, de que vendría el Libertador.
Y, cuando nace esta criatura, hay todo tipo de reacción, en diferentes personas. María reacciona sorprendida, pero se llena de fe y valentía para recibir a esa criatura. José se fue, y Dios tuvo que hablarle, y entonces crió a la criatura. Juan el Bautista, en el vientre de su madre, dio un brinco. Herodes, se asusta, y manda a matar a los niños menores de 2 años. Los pastores ven la estrella y comienzan a anunciar que el Salvador había nacido. Los hombres sabios, los reyes, vieron la estrella y se encaminaron por más de 2 años hacia aquel lugar.
En Lucas 2, cuando Jesús va al templo, en brazos de sus padres, para cumplir con la ley en cuanto a la circuncisión y la ofrenda, dice el verso 25, que “había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel”.
¿Estarás tú esperando la consolación de tu país? ¿Serás tú como Simeón? ¿Reconoces que tu pueblo necesita consolación, que necesita esperanza?
Pues, independientemente de la situación difícil que pueda estar atravesando tu país, no importa el gobierno que esté, nuestra esperanza no viene de la decisión de un hombre, sino de que hace 2,000 años atrás Dios envió la consolación más grande que puede tener cualquier persona, que es Emmanuel, Dios con nosotros, el Hijo de Dios.
Pero sí, muchos nos preguntamos: ¿Cuándo llegará el consuelo de mi país? Los justos esperamos este consuelo.
Por cuatrocientos años, Dios no había hablado. Simeón dependía de lo que le enseñaron sus padres, sus abuelos, de lo que decían los libros. Y, dice la Biblia que “el Espíritu Santo estaba sobre él.” Este es un punto interesante, porque todavía el Espíritu Santo no había sido derramado. Y, sigue diciendo la palabra que “le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor.” Y, dice el verso 27 que “movido por el Espíritu, vino al templo”. Es interesante que, alguien que está esperando la consolación, a donde es movido por el Espíritu es al templo.
Uno de los problemas que hay en nuestros países es que la gente ha dejado de ir al templo. Se ha dejado esa costumbre, ese principio, sin darse cuenta que todo el que está esperando consolación de parte de Dios, el Espíritu Santo lo va a llevar a un solo lugar; todo el que está esperando una solución, una respuesta, aquellos que son justos y piadosos y están esperando ver la consolación de Dios sobre el pueblo, el Espíritu Santo donde los dirige es a la casa de Dios.
Y es que no hay consolación si no vamos al templo; no hay consolación si no vamos a la casa de Dios. No hay consolación si no somos capaces de ser dirigidos por el Espíritu de Dios, para ir a la casa de Dios a recibir lo que él tiene para nosotros.

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