Arrepentimiento no es lo mismo que remordimiento. Remordimiento es sentirte mal por lo que hiciste, mientras que arrepentimiento es tomar una nueva decisión que te permita alcanzar todo lo que Dios te ha prometido.
En la vida, hay situaciones que nos llevan a un punto en que tenemos que tomar una decisión: Seguir viviendo como lo hemos estado haciendo, o ser transformados; o regresamos al pasado, o cambiamos nuestro destino, a través del poder de Dios.
En Marcos 9, luego de la transfiguración, Jesús llega a donde estaban los discípulos, y un hombre, de en medio de la multitud, le pide por su hijo quien desde pequeño era atormentado por un espíritu inmundo. Este hombre le dijo a Jesús: Si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos. A lo que Jesús respondió: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. Y dice la Biblia que el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.
Aquello puede parecer algo contradictorio. ¿Crees? ¿O tienes incredulidad? Pero es que no es indispensable eliminar todas tus dudas para creer. De hecho, es poderoso cuando aprendes a creer, a pesar de tus dudas. Es ahí que ocurre el milagro. El problema es que la gente quiere eliminar sus dudas para creer.
Tener dudas no es una limitación para ejercitar tu fe y alcanzar el milagro que estás esperando. En realidad, nuestra fuerza espiritual la podemos ver cuando, a pesar de la duda, estamos dispuestos a creer; cuando, a pesar de lo que te dice tu mente, estás dispuesto a creer.
La fe no se produce en la mente, sino en el espíritu; mientras que la duda no se produce en el espíritu, sino en tu mente. Y es poderoso cuando, a pesar de tus dudas, te atreves a creer.
Este hombre dijo: Creo, ayuda mi incredulidad. Y lo interesante es que Jesús no lo regañó a él, no respondió a esa declaración porque no era relevante. Jesús respondió molesto hacia sus discípulos por no haber podido realizar el milagro.
Todos, en algún momento, nos encontramos en una encrucijada en la que, si no creemos, nos toca regresar a la vida de la que queremos salir. Si no empujas tu fe, lo único que te queda es aceptar la vida de la que quieres salir. O crees, o regresas al problema.
Cuando crees, a pesar de tus dudas, recibes lo que estás esperando de parte de Dios.
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