martes, 4 de septiembre de 2012

Matrimonio, divorcio


El tema del divorcio y volverse a casar es muy importante y de mucha seriedad. Expositores bíblicos han escrito mucho, denunciándolo como contrario a la voluntad de Dios y los historiadores lo ven como un mal inevitable que arruina a la sociedad. Es un problema grave que también afronta la iglesia.
En esta ocasión quiero considerar con ustedes unos pensamientos de la palabra de Dios en relación con esta materia. Primeramente veamos el matrimonio. Nuestro texto bíblico se encuentra en Mateo 19.1-9.
El matrimonio es divino
Es una institución divina. El Dios del cielo en su voluntad y en su sabiduría instituyó el primer matrimonio en el huerto del Edén. Por lo tanto, el matrimonio es institución divina. Es una necesidad del hombre (humanidad) por el compañerismo que ofrece para complementarlo, hacerlo lleno, total y completo; y también es para la reproducción del género humano. Por medio del matrimonio Dios da provisiones para el hombre como relación permanente: “Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19.6).
El matrimonio da la oportunidad para amar y ser amado en la forma como el ser humano lo necesita para poder ser feliz. “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne” (Génesis 2.24).
El divorcio según Cristo
“Cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación…” (Mateo 19.9). Es bueno notar ante las palabras de Jesús que había dos escuelas comunes en cuanto al divorcio. La de Hillel que decía que por cualquier causa se podían divorciar. La de Shammai que decía que sólo por causa de fornicación. La escuela de Hillel era la que sobresalía. El caso de la mujer samaritana no era extraño (Juan 4). Los matrimonios múltiples eran muy comunes en Palestina. En ocasiones he pensado: ¿qué sería lo que el Señor hizo en casos tan enredados? Algunos creen que saben lo que el Señor hizo en el caso de la mujer con los cinco maridos, pero tales personas sólo piensan y quizá no con mucho sabiduría. La Escritura allí guarda silencio. En Mateo 19 Jesús vuelve a enfatizar la ley antigua, la original de un hombre para una mujer y una mujer para un hombre. Este es el plan de Dios para el matrimonio.
Volverse a casar
La persona que ha quedado viuda puede volverse a casar (Romanos 7). La ley de Dios en el matrimonio que une una mujer a un hombre establece que están ligados el uno al otro mientras los dos viven. Una vez muerto el marido, la mujer queda libre de esa unión; puede volverse a casar. Esto está muy claro aquí en Romanos. Es bueno notar que Pablo no está específicamente hablando aquí de las leyes que rigen al matrimonio, sino que lo usa como una ilustración para señalar la relación del judío con la ley de Moisés mientras la ley vivía o estaba en vigor. Pero esa ley murió cuando Cristo la clavó en la cruz (Colosenses 2.14-17). El judío que se convirtió a Cristo murió a esa ley antigua para pertenecer a otro marido, en ese caso a Cristo el Señor.
La persona que es víctima de infidelidad en el matrimonio también está claro que puede divorciarse. El cónyuge, la persona inocente (si es que en verdad no contribuyó para que su compañero tuviera relaciones con otra persona) puede volverse a casar por segunda vez, sin cometer pecado y sin cometer adulterio. Esto es dado por autoridad de Cristo.
El cometer el acto del adulterio no constituye el divorcio. Jesús aquí no lo manda, ni lo recomienda. Un espíritu de verdadero arrepentimiento, un espíritu de perdón será mucho mejor.
El matrimonio provee para las necesidades emocionales del hombre y de la mujer. Es allí donde esos sentimientos románticos e intensos pueden ser expresados, comprendidos y correspondidos mutuamente. Necesidades espirituales también son satisfechas mediante el servicio del uno al otro y uniéndose para servir a sus hijos como también a otros; y sobre todo en sus servicios al Dios eterno. Las necesidades físicas sexuales son saciadas en la unión marital, la cual provee la oportunidad para conocerse el uno al otro en la intimidad y ternura que dos personas y dos cuerpos necesitan para formar “una sola carne”. El primer matrimonio fue ordenado por Dios; es de origen divino. Incluyó a una pareja: un hombre y una mujer. Ese lazo matrimonial debe ser para toda una vida.
El divorcio
El primer matrimonio lo constituyó Dios; el matrimonio es de Dios. El primer divorcio lo constituyó el diablo; él lo provocó; él lo motivó; por lo tanto el divorcio es del diablo.
El divorcio en el Antiguo Testamento (Mateo 19.8,9; Deuteronomio 24) fue permitido o tolerado por Moisés. Moisés no dio una ley sino una concesión. Sólo lo permitió en el peor de los casos. La reglamentación mosaica no era más que una concesión a la naturaleza humana caída; fue una concesión frente a un ideal perdido. El ideal del matrimonio hay que buscarlo en la unión inseparable, perfecta de Adán y Eva. Eso es lo que se propuso Dios con el matrimonio.
El divorcio en el mundo grecorromano vino a ser una cosa muy común. Un comentarista relata que el hombre de Roma podía repudiar a su esposa por cualquier causa mínima, y que las mujeres podían con la misma facilidad divorciar a sus esposos. El matrimonio había perdido su santidad, y en él se entraba fácilmente y fácilmente se anulaba. Otro escritor dice que en la sociedad romana del primer siglo el voto matrimonial tenía menor valor que cualquier contrato de negocio. Se dice que el divorcio llegó a tal extremo que la gente que se divorciaba hasta intercambiaba regalos como señal de que no había resentimiento entre ellos. A una sociedad como ésta, adúltera, fornicaria y pecadora vino Cristo. A este mundo perdido en su ignorancia e impiedad se le ofrece el perdón de pecados por medio del sacrificio de Cristo.
El divorcio también habrá de afectar la vida de las personas. Habrá sentimientos de culpabilidad, de fracaso, problemas sociales; también afectará para lo malo en la vida de los hijos, si éstos existen.
Conclusión
El plan de Dios para el matrimonio es “hasta que la muerte los separe”. No hay ningún estado honorable para ambos compañeros que deshagan la relación del matrimonio antes de la muerte. Jesús enseñó “que en el principio no fue así” (v.8). Moisés permitió el divorcio, pero en el principio Dios los hizo a ellos hombre y mujer, y ambos habían de ser una carne con su cónyuge. El divorcio no tuvo lugar en el plan original de Dios. Jesús dio una excepción para el divorcio y fue “por causa de fornicación” (v.9). El matrimonio, y sobre todo un matrimonio cristiano, es el modo para que un hombre y una mujer vivan juntos. El matrimonio satisface las necesidades más íntimas del hombre como también las necesidades físicas. El matrimonio cristiano ofrece en su plenitud las mejores riquezas de la vida para el ser humano. Un matrimonio cristiano habrá de resolver muchos problemas que azotan al hogar, iglesia, comunidad y al mundo entero.
El matrimonio es de Dios, incluye un hombre y una mujer para formar un hogar. Jesús dijo; “Lo que Dios juntó no lo separe el hombre” (v.6).

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