Mientras te acostumbras a leer tu Biblia, trata de adquirir el hábito de buscar las promesas que Dios te hace. Hay tantas en las Escrituras, que no puedes leer ni siquiera un pasaje corto sin encontrártelas. Pero incluso cuando las estamos buscando, tenemos la tendencia a pasar por alto las promesas que siguen después de cualquier tipo de instrucción. Algunas veces la instrucción, lo que Dios nos dice que hagamos, oscurece la bendición prometida, justo como cuando éramos niños, el sabor de los hongos oscurecían todo lo demás.
En cada uno de los mandamientos del Señor hay una bendición declarada o implicada para nuestra felicidad y nuestro bienestar, aunque no reconozcamos lo bien que saben.
La promesa que en la mayoría de los casos sigue a la palabra escucha es: “Para que te vaya bien.” Dios quiere que obedezcamos Su voz para que Él pueda darnos toda Su herencia en forma muy parecida a las clases privadas con un profesional de golf que nos capacitan para sacarle el mejor partido a nuestro swing.
¿Por qué intentar resolver todo por nosotros mismos cuando Dios ofrece lecciones gratuitas?
El poner atención a lo que el profesional nos dice, y ajustar nuestro swing como corresponde, disminuirá el número de golpes en tu puntuación.
Una de las metáforas que encontrarás en la Biblia es la ilustración de la Tierra Prometida a la cual Dios llamó a Su pueblo. Claro que se trata de un país verdadero donde las tribus de Israel vivían, pero también representa la medida completa de la vida espiritual que Dios quiere que disfrutemos. Somos librados de la cautividad en Egipto y transferidos al “reino de Su Hijo amado,” la Tierra Prometida.
Es por eso que hoy quiero atender a sus promesas y sobre notar como están ligadas sus promesas a la Obediencia.
Señor, Gracias por ser mi Padre y darme tus promesas que me aseguran un futuro brillante y de triunfo. Hoy quiero atender a tus promesas. En el Nombre de Jesús.
Dr. Daniel A. Brown.
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