Si usted tuviera ocasión de revisar, como en una película a colores, cuáles fueron las últimas semanas que pasaron Santiago y Adalgiza antes de contraer matrimonio, encontrará que eran dignas de constituir el argumento de una novela. Los dos estaban muy enamorados, o al menos así lo demostraban.
Las llamadas telefónicas a sus lugares de trabajo eran constantes. Siempre con un "Te amo", pronunciado con tanta emoción, que fácilmente se podría intuir que lo que estaban hablando a mirar sus rostros radiantes de alegría.
Planearon todo meticulosamente, siempre de acuerdo: el estilo de los muebles del hogar, el color pintura con la que decorarían todas las habitaciones, un presupuesto tentativo y los trajes que utilizarían en la boda. No dejaron escapar ningún detalle.
Ese clima amoroso prosiguió... hasta que tuvieron el primer enfrentamiento. Ocurrió dos semanas después de casados. No se ponían de acuerdo en cuanto a las prioridades que debían cubrir con sus ingresos económicos. Ese fue el comienzo de la debacle. El inicio de una caída sin proporciones hasta que –tiempo después---tomaron la decisión de separarse.
Un caso aislado en la infinidad de matrimonios que terminan en ruptura, sentando bases para una crisis sin precedentes que enfrenta la célula fundamental de la sociedad. Múltiples factores inciden en que se haya minado una institución milenaria, concebida por Dios desde la misma creación.
Crisis en los matrimonios
Recientemente la Universidad Lateranense reveló preocupantes estadísticas sobre el cambio dramático que experimenta la institución matrimonial. El país sobre el cual se centró la auscultación fue Italia y comprende un análisis, año por año, entre 1981 y el 2001.
En territorio italiano en 1981 el índice de matrimonios era de 5,6 por cada 1.000 personas. Aquél año se registraron 316.953. Veinte años después, en el 2001, el índice de uniones conyugales ante la iglesia –católica o protestante—había caído a 4,5 matrimonios por cada 1.000 personas, con 260.904 matrimonios en total.
Paralelamente se presenta otro fenómeno. Aumentó el número de parejas que viven juntas, fuera del matrimonio.
En 1993 había 277.000 uniones de hecho en Italia mientras que en el 2001, el número había mostrado un incremento hasta las 453.000. Mons.
Las últimas cifras sobre la familia italiana, hechas públicas por la oficina estatal de estadística del país, ISTAT, respaldan los motivos de preocupación. Para el 2002-03, los solteros sumaron el 25,4%. Esa cifra es mayor que la registrada entre 1994-95 que era de 21,1% de solteros.
Una epidemia social por toda Europa
España también está enfrentando fuertes desafíos a la familia. Un artículo del 3 de junio en el periódico "La Razón" reveló que, de acuerdo con un informe publicado por el Instituto de Política Familiar, se presenta un aumento del 60% en el número de separaciones y divorcios en los últimos 8 años. En el 2004 las rupturas 134.931 casos.
La Oficina Nacional de Estadística puso al descubierto estadísticas según las cuales en el 2003 tuvieron lugar un 41% de nacimientos de niños fuera del matrimonio en Inglaterra y Gales. Diez años antes, es decir en 1993 la tasa de nacimientos era del 12% en parejas sin casarse. En algunas zonas, como en noreste de Inglaterra y Gales, la proporción de nacimientos fuera del matrimonio está por encima del 50%.
Toma fuerza el re-casamiento
Un fenómeno que reviste preocupación es el volumen de personas que desechan el matrimonio para tener un re-casamiento. En Inglaterra en el 2003 sólo el 59% de todos los matrimonios fue de novias y novios que se casaban por primera vez. Además, la media de edad de los primeros matrimonios en Inglaterra y Gales en el 2003 fue de 29 años para las mujeres y 31 para los hombres, comparados con los 23 y 26, respectivamente, de 40 años antes.
Irlanda no se queda atrás en el problema. Tras el referéndum de 1997 sobre el divorcio, las parejas irlandesas han tenido que vivir separadas durante cuatro de los cinco años que preceden al dictamen de divorcio por parte de los tribunales.
Sin embargo, una nueva ley de la Unión Europea, que automáticamente elimina la constitución irlandesa, cambia la situación. La ley, que entró en vigor el 1 de marzo de 2005, permite al cónyuge que haya vivido en el extranjero durante un año, solicitar el divorcio en la jurisdicción de la nación. Y una vez que el caso se inicia en otro país de la Unión Europea, los tribunales irlandeses no tienen ya jurisdicción sobre el asunto.
¿Y en Norteamérica? Situación no es menos grave. Un informe difundido en Canadá mostró un significativo aumento en la repetición de los divorcios. El 16,2% de los divorcios concedidos en el 2003 implicaban a hombres que ya se habían divorciado previamente. La cifra para las mujeres era del 15,7%. En total, hubo 70.828 divorcios en el 2003, casi un 1% sobre los 70.155 del año anterior.
En Canadá se observó igualmente que la proporción de matrimonios que se rompieron antes de alcanzar el 30º aniversario, alcanzó el 38,3% en el 2003. Y mientras los políticos están ocupados en introducir el matrimonio del mismo sexo, no hacen nada para que el marido y la esposa permanezcan juntos.
En Estados Unidos, las cifras de la Oficina del Censo para el 2003 muestran que tanto hombres como mujeres están dejando de lado el matrimonio. Uno de cada tres hombres y una de cada cuatro mujeres entre los 30 y los 34 años nunca se han casado. Esto multiplica casi cuatro veces el índice de 1970.
Los datos de la «Encuesta sobre Población Actual» de la oficina del censo mostraban que la edad en que la gente se casa por primera vez subió de 20,8 para las mujeres y 23,2 para los hombres en 1970, hasta los 25,3 y 27,1, respectivamente en el 2003. El número de nacimientos fuera del matrimonio alcanzó cerca del 35% en el 2003, comparados con el 11% de 1970.
La familia está también amenazada en Australia. Los hogares que comprenden ambos padres y al menos un hijo suman ahora sólo el 47% del total, informaba el 22 de enero el periódico Australian. Aumentan las familias monoparentales, de más de 552.000 en 1991, hasta las 763.000 en el 2001. El periódico basaba su reportaje en la información del Libro del Año 2005 de Australia, publicado por la Oficina de Estadística del país.
Ante esta realidad, ¿qué hacer?
Es fundamental que involucremos a Dios en la relación matrimonial. Un hogar en el que no reina Jesucristo, amenaza con precipitarse al abismo porque no solo los hijos sino los componentes de la pareja, se verán bombardeados con toda suerte de engaños de Satanás en procura de que se produzca el desmoronamiento y ruptura de la unión.
Hay unos principios que le invito a considerar:
1.- Es necesario reconocer la indivisibilidad del matrimonio.
Cuando Dios concibió la unión conyugal, la diseñó para que tuviera sostenibilidad en el tiempo, tal como lo señalan las Escrituras: "Por eso el hombre dejará a un padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos llegan a ser una sola persona" (Génesis 2.24. Versión Popular).
El propio Señor Jesús reafirmó este principio cuando dijo: "Así que ya no son dos, sino uno solo. De modo que el hombre no debe separar lo que Dios ha unido" (Mateo 19:5, 6. versión Popular).Por tanto, Él no avaló la separación conyugal y dejó sentado que no estaba en los planes de Dios (Cf. 1 Corintios 7:10).
Ahora, si tuviéramos la oportunidad de interrogar a nuestro amado Padre respecto a cuál es su criterio sobre el matrimonio, nos respondería tal como lo anota la Biblia: "Encontrar esposa es encontrar lo mejor: es recibir una muestra del favor de Dios" (Proverbios 18:22 VP).
2.- El adulterio atenta contra la institución familiar.
Hace unos cuantos años el adulterio despertaba escándalo en la sociedad. En el pueblo en el que vi transcurrir mi lejana juventud, el adúltero era blanco del señalamiento de todos. No lo apedreaban porque—por supuesto—era ilegal; pero no dudo que lo hubieran hecho. Esa constituía una enorme presión para quienes dejaban entrever la posibilidad de tener un desliz.
Lamentablemente hoy no ocurre igual. Conocer sobre alguien que falló a su cónyuge, no despierta más que un comentario superficial, como si se tratara de algo común. Y tal vez es así, como se corrobora al leer de nuevo las estadísticas que acompañan este estudio bíblico.
¿Qué dice la Biblia? Es enfática en rechazar el adulterio. Es una ofensa delante del Señor: "¿Y aún preguntan ustedes por qué? Pues porque el Señor es testigo de que tú has faltado a las promesas que le hiciste a la mujer con quien te casaste cuando eras joven. ¡Era tu compañera, y tú le prometiste fidelidad!" (Malaquías 2:14).
Es más, las Escrituras indican que es con el cónyuge con quien se debe disfrutar al máximo todo el acopio de sentimientos que rodean una relación, lo mismo que la sexualidad: "Calma tu sed con el agua que brota de tu propio pozo. No derrames el agua de tu manantial; no la desperdicies derramándola por la calle. ¡Bendita sea tu propia fuente! Goza con la compañera de tu juventud, delicada y amorosa..." (Proverbios 5:15-19 a. Versión Popular).
El ciclo de la familia no debe truncarse sino proseguir, tal como está en la voluntad divina.
3.- Es necesario recobrar el respeto muto en el matrimonio.
Una joven a la que acompañé en Consejería Pastoral luego que incurrió en infidelidad matrimonial, esgrimió el siguiente argumento: "Le falté a mi esposo porque él me falló primero. No creo que haya hecho nada malo porque simplemente le pagué con la misma moneda."
Como ella, sin duda muchas personas piensan igual. Les asiste el convencimiento de que si les son infieles, deben obrar en consonancia. Pero tal filosofía riñe con la Biblia cuando leemos: "Que todos respeten el matrimonio y mantengan la pureza de sus relaciones matrimoniales; porque dios juzgará a los que cometen inmoralidades sexuales y a los que cometen adulterio..." (Hebreos 13:4. Versión Popular).
Hay aquí un concepto que deseo compartirles. Por supuesto, sé que muchos estarán en contra. Lo digo porque así lo leo en los textos sagrados: Se es infiel con el pensamiento e incluso, apreciando imágenes pornográficas. Si con escenas eróticas e incluso con lo que pienso, concibo siquiera la fantasía de sostener un encuentro sexual con alguien distinto a mi cónyuge, ¿no es acaso infidelidad? El concepto bíblico del versículo que estamos leyendo es "inmoralidad sexual", la que sin duda alguna abunda en nuestro tiempo.
Quienes acarician tales pensamientos obra de acuerdo con aquello que están sembrando en su mente y en el corazón, como lo anota el apóstol Pablo: "Es fácil ver lo que hacen quienes siguen los malos deseos: cometen inmoralidades sexuales, hacen cosas impuras y viciosas..." (Gálatas 5:19. Versión Popular).
Comportarnos así nos aleja del gobierno de Dios, tal como lo advierte la Biblia: "Pues tengan por cierto que quien comete inmoralidades sexuales, o hacen cosas impuras, no se dejan llevar por la avaricia (que es una forma de idolatría), no puede tener parte en el reino de Cristo y de Dios." (Efesios 5:5. Versión Popular).
La solución está en permitir que Dios ocupe el primer lugar en la relación matrimonial. Y si surgen problemas, es menester ir también a Él. Con su divina ayuda es posible encontrar salidas a los períodos de crisis.
Es probable que su hogar esté convertido en un caos. No hay entendimiento con su pareja. Enfrentan choques permanentes y cada nuevo enfrentamiento genera nuevas heridas emocionales. Es probable incluso que considere que no hay alternativa. Lo ha intentado todo pero nada resulta. ¿Ya entregó ese problema al Señor Jesucristo? Hágalo. Los resultados le sorprenderán...
Fernando Alexis Jiménez .
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