No importa que tan buena madre seas, ¡no siempre podrás ser su guardaespaldas las veinticuatro horas del día! No, únicamente Dios puede estar en todo lugar, a toda hora; sólo Él tiene el poder de guardar a tu familia en todo momento, al separarte cada mañana para ir al trabajo, a la escuela o a jugar.
Debes poner en las manos de Dios a tus bellos tesoros diariamente en oración, reconociendo que de Él depende su bienestar físico y espiritual.
En el Antiguo Testamento, Ana es un verdadero ejemplo de madre que ora fiel y diligentemente. Ella buscó al Señor por las necesidades de su familia. A pesar de no poder tener hijos propios, ella oraba sinceramente a Dios para que le diera un hijo. Deseaba un hijo con todo su corazón.
Si Dios le daba un hijo ella prometió: “Yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida” (1 Samuel 1:10).
Luego de un tiempo que nació Samuel, su hijo, Ana regresó a la casa de Dios, adónde Samuel trabajaría para el Señor, y dejó a su hijo con el sacerdote Elí. He aquí las palabras de Ana al sacerdote Eli: “Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová” (1 Samuel 1:27,28).
Ana fue una madre piadosa que oró por su hijo consagrándolo y entregándolo totalmente a Dios. Ana no pudo estar con su hijo mientras crecía, pero afortunadamente, ella era una mujer de oración y probablemente le pedía al Señor protección por su hijo. Como resultado de eso: “el joven Samuel iba creciendo, y era acepto delante de Dios y delante de los hombres (1 Samuel 2:26). Tiempo después Samuel se convirtió en un profeta de Dios que guió al pueblo de Israel durante muchos años.
Como Ana, no podrás tomar de la mano a tus hijos cada vez que enfrenten un reto o se les atraviese un obstáculo en el camino. Pero puedes orar por ellos y descansar segura que Dios está con ellos cuidándolos y moldeándolos para hacer de ellos las personas que Él quiere que sean.
¡Nunca dejes de orar por tus hijos! Dios siempre escucha la oración de una madre, porque ¡una madre que ora puede mucho!
No importa que tan buena madre seas, ¡no siempre podrás ser su guardaespaldas las veinticuatro horas del día! No, únicamente Dios puede estar en todo lugar, a toda hora; sólo Él tiene el poder de guardar a tu familia en todo momento, al separarte cada mañana para ir al trabajo, a la escuela o a jugar.
Debes poner en las manos de Dios a tus bellos tesoros diariamente en oración, reconociendo que de Él depende su bienestar físico y espiritual.
En el Antiguo Testamento, Ana es un verdadero ejemplo de madre que ora fiel y diligentemente. Ella buscó al Señor por las necesidades de su familia. A pesar de no poder tener hijos propios, ella oraba sinceramente a Dios para que le diera un hijo. Deseaba un hijo con todo su corazón.
Si Dios le daba un hijo ella prometió: “Yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida” (1 Samuel 1:10).
Luego de un tiempo que nació Samuel, su hijo, Ana regresó a la casa de Dios, adónde Samuel trabajaría para el Señor, y dejó a su hijo con el sacerdote Elí. He aquí las palabras de Ana al sacerdote Eli: “Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová” (1 Samuel 1:27,28).
Ana fue una madre piadosa que oró por su hijo consagrándolo y entregándolo totalmente a Dios. Ana no pudo estar con su hijo mientras crecía, pero afortunadamente, ella era una mujer de oración y probablemente le pedía al Señor protección por su hijo. Como resultado de eso: “el joven Samuel iba creciendo, y era acepto delante de Dios y delante de los hombres (1 Samuel 2:26). Tiempo después Samuel se convirtió en un profeta de Dios que guió al pueblo de Israel durante muchos años.
Como Ana, no podrás tomar de la mano a tus hijos cada vez que enfrenten un reto o se les atraviese un obstáculo en el camino. Pero puedes orar por ellos y descansar segura que Dios está con ellos cuidándolos y moldeándolos para hacer de ellos las personas que Él quiere que sean.
¡Nunca dejes de orar por tus hijos! Dios siempre escucha la oración de una madre, porque ¡una madre que ora puede mucho!
¡LO MÁS CERCANO AL CORAZÓN DE DIOS, ES EL CORAZÓN DE UNA MADRE!
Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová. (1 Samuel 1:27.28 RV60)
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