Honroso es el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgara Dios.
Hebreos 13:4
Una consulta hecha por un joven a los miembros de Devocional Diario.com. durante la semana pasada y la respuesta que le di a este joven, me hizo pensar en lo importante que es que nos sentemos a reflexionar sobre el tema y nos pongamos de acuerdo en los principios básicos que debemos de tener en cuenta en una relación sentimental, si queremos tener un matrimonio exitoso y agradar a Dios en nuestra vida, pero especialmente por el mundo en que vivimos y las condiciones, culturas y leyes que constantemente están cambiando y pueden crear confusión y hacer tambalear aun a los creyentes e hijos de Dios. Las costumbres, culturas y leyes humanas cambian constantemente con el tiempo y lo que ayer parecía malo, hoy puede verse como bueno, humanista, no tan malo, tolerancia, respeto, libre expresión y libertad.
Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. (Hebreos 13:8). El no cambia y Su Palabra no cambia, antes bien, todo pasara (pues el cambio es una ley constante del tiempo), menos Su Palabra, que permanece para siempre y ésta debe ser nuestra máxima norma de guía en todos los aspectos de nuestra vida y decisiones en cada paso que tomemos.
El matrimonio no debe ser tomado a la ligera, ni debe ser decidido en forma tan rápida, antes de estar seguros que la persona con la que vamos a unir nuestra vida es la persona idónea, la correcta, la que Dios tiene para nosotros, la que necesitamos, porque sin ella, nos faltaría una parte de nuestro ser.
Lo más importante en una relación, es el amor. (1ª Corintios 13) El amor es Sacrificio. Sin embargo, hoy en día la mayoría de los matrimonios se celebran por conveniencia económica, status o familiares y culturales y tristemente vemos que el matrimonio se ha convertido en un negocio, donde los contrayentes mas que amantes, son socios a partes iguales, entonces se firman acuerdos pre-matrimoniales y aun antes de casarse, ya se esta pensando en cómo se van a divorciar; otros se casan por motivos no económicos sino mas carnales, se casan por sexo, por legalizar su concubinato y algunos por miedo: a la soledad, a la vejez, etc. Pero, ¿Como saber que si lo que nos mueve en una relación es el amor y no otros intereses? Hazte la siguiente pregunta: ¿Qué estoy dispuesto(a) a sacrificar por esta persona, para ganar su corazón? y dependiendo de tu respuesta, sabrás si hay o no amor, porque el verdadero amor esta siempre dispuesto a sacrificarse por el ser amado, esta siempre dispuesto a dar, aunque no reciba en la misma medida y esta dispuesto a todo, pues el amor todo lo puede; el verdadero amor no se cansa y no se desilusiona, siempre perdona y nunca deja de ser.
Si amas tu libertad, tu carácter, tu fortuna, casa o status, tu independencia y tu privacidad, más que a tú futura pareja, entonces no te cases; cuando uno se casa se fusiona con su pareja y vienen a ser una sola persona, pierden su independencia y no existe la privacidad entre dos seres que viven bajo el mismo techo.
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creo; varón y hembra los creó. (Génesis 1:27) Somos seres tridimensionales. (Espíritu, Alma y Cuerpo) y debemos estar seguros que existe afinidad en estas tres dimensiones de nuestro ser. En primer lugar, debe haber una afinidad espiritual, creer en el mismo Dios y en los mismos principios y preceptos, de otro modo cada uno va a jalar para su lado y la cuerda se romperá; segundo, debe haber afinidades en nuestras personalidades, en la forma en que se piensa, en como se actúa, como se siente, como se reacciona ante determinadas circunstancias, ¿Que corazón tiene para Dios y donde esta Su Palabra viva y eficaz? Y tercero, es importante la afinidad física, la atracción y el respeto mutuo por el cuerpo, que es el templo del Dios Viviente (El Espíritu Santo). Observemos cuidadosamente el orden de importancia que se le da a nuestro ser: 1º. Espíritu, 2º. Alma (esta en el centro) y 3º. El cuerpo. En el mundo el orden esta errado y por ello se fracasa con frecuencia porque se le da demasiada importancia al cuerpo, a la atracción, al sexo y después al status, lo social y económico e intelectual y por ultimo (si es que se toma en cuenta) lo espiritual. Algunas parejas no tienen mucho en común, pero aun así deciden casarse por diferentes motivos en su corazón y lo que pensaba que les traería felicidad, les trae gran decepción y terminan con diferentes casos de divorcio, con sus vidas sentimentales y económicas destrozadas y si han tenido hijos, éstos serán los que finalmente paguen las consecuencias de los errores de sus padres.
Nosotros debemos atender y obedecer a las señales que Dios siempre nos muestra y si tenemos dudas, pidamos ayuda del cielo, oremos y no tomemos decisiones de las que después podemos arrepentirnos. En negocios hay un principio que bien podría aplicarse a este tipo de relación y es que debemos analizar la forma de entrar (si el camino se ve fácil o difícil, costoso o problemático, si hay demasiados obstáculos, cuales van a ser los rendimientos, utilidades y beneficios.) y siempre pre-ver la salida. (Si abra buenas oportunidades de reventa, de liquidación, de terminación, de disolución, etc.) Y ésta constituye la parte más importante de una negociación, pues si no puedes visualizar como salirte, es porque no podrás salirte sin perdida o con ganancia. Un matrimonio debe verse o proyectarse a largo plazo, como va a afectar a cada uno, como afectara a los hijos, a su sociedad, familia y aun como afectara su eternidad, y finalmente tener en mente los objetivos, para no claudicar al primer obstáculo.
Objetivos del Matrimonio.
1º. La Unidad. Cuando contraemos matrimonio nuestra individualidad termina, somos una sola carne en el cuerpo y un solo espíritu en Cristo; debemos aprender a tener unidad y la mejor forma es aprender a tener unidad en el hogar, porque sino no vamos a poder tener unidad en la Iglesia, ni en la Sociedad, ni en el cielo.
2º. La Santidad. La vida matrimonial no es para nada fácil y a veces los jóvenes se casan porque creen que su pareja “los va ha hacer felices”, pero Dios creo el matrimonio, no para que fuéramos felices, sino para santificarnos; para preservar la familia, los hijos, el patrimonio y Su palabra, pues a través del diario vivir y la obediencia a Su palabra y voluntad, la mujer santifica al marido y el marido a la mujer; crecen los lazos afectivos y florece el verdadero amor de pareja que es tan perfecto como el amor de Cristo por Su Iglesia.
3º. Conocimiento y crecimiento. En la Palabra de Dios, en lo espiritual, en fortaleza, fe y en bienestar que favorezca a todos los miembros de la familia y que les permita edificar para Dios y Su Iglesia. Pues un buen matrimonio, guiado y protegido por Dios, siempre será un buen ejemplo para otros que están empezando.
4º. Educar a nuestros hijos. Desde el hogar, los hijos deben conocer los principios y valores de una familia, conocer de Dios y del temor de Dios y saber diferenciar lo que es de Dios y lo que es del mundo y aprender a tomar decisiones basados en el conocimiento de La Palabra y ver el ejemplo de amor y respeto entre sus padres y su fidelidad a Dios. Los hijos no son nuestros, son de Dios, y El nos los encarga para que los amemos, los cuidemos y hagamos de ellos personas de gran valor para Dios y para la sociedad.
No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; Porque ¿Qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?
2ª Corintios 6:14
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