jueves, 8 de octubre de 2015

Oración

10 Habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y salidos, pasaron una calle, y luego el ángel se apartó de él. Hechos 12:10
Hechos 12 nos narra el momento en que Pedro es encarcelado por Herodes y, luego, es liberado por un ángel del Señor. Pedro iba siguiendo al ángel; cuando llegaron a la puerta de hierro, habían ya pasado todos los guardias que estaban velando. Pedro estaba atado de manos y, en ese momento de visitación, las cadenas que estaban en las manos de Pedro, cayeron. Pedro comienza a caminar, y se encuentra tras aquella puerta de hierro.
A través de toda la Biblia, en la mayoría de las ocasiones en que se habla de algo de hierro, se habla de la maldición de la esclavitud; se refiere a duro trabajo, a una persona atada, sin posibilidades, sin oportunidad de salir. En Deuteronomio 28, dice la Biblia que sería puesto sobre el cuello del pueblo un yugo de hierro, de esclavitud, como una de las maldiciones, consecuencia de la desobediencia.
Cuando observamos este momento de liberación divina que se nos narra en Hechos 12, es una señal profética para nosotros en el día de hoy, que te dice que no hay nada que te haya querido esclavizar, que te haya querido detener, que te quiera encerrar y separar de la oportunidad y de la posibilidad que Dios tiene para ti, que pueda resistirse a la presencia de Dios que va contigo.
Tú tienes demasiado potencial, hay demasiado poder en tu vida, hay demasiadas posibilidades, hay demasiado invertido en ti, para que te quedes encerrado detrás de algún hierro de esclavitud, de algo que te ha detenido por tanto tiempo. Hay un momento en que tienes que entender y creer que, delante de ti, se va a abrir toda puerta que te ha querido encerrar, y esa puerta de hierro que parece imposible que pueda abrirse, que parece que nadie en tu familia lo va a poder lograr, tiene que haber alguien que rompa con esa maldición, y que pueda decir: Yo seré el primero que comenzaré a caminar, hasta alcanzar la libertad que Dios me ha prometido.
Ahora, la pregunta es: ¿Cuál fue la clave de Pedro? ¿Qué hizo Pedro para provocar que se abriera aquella puerta?
Cuando observamos, hay varias cosas que están ocurriendo en este ambiente. En el verso 5, dice que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él. Herodes los había mandado a encerrar, pero la iglesia oraba. Podemos contrastar esta historia con otros momentos como, por ejemplo, cuando Pablo y Silas estaban también en la cárcel, pero la Biblia nos dice que, cuando ellos comenzaron a cantar, el ángel de Dios llegó, las puertas se abrieron, y ellos salieron. Pero, en esta ocasión, la respuesta no viene de primera intención de lo que Pedro está haciendo en la cárcel.
Pedro estaba durmiendo. Era la iglesia la que estaba orando.
No hay puerta de hierro que pueda permanecer firme, cuando hay una iglesia que está orando. El problema es que la iglesia quiere, a veces, hacer muchas cosas, menos las que tenemos que hacer. Pensamos que lo que va a sacar a la gente de sus prisiones son los programas que tengamos en la iglesia, lo que podamos ofrecer, las obras de teatro, la danza, el grupo de niños, el de jóvenes. Hay un desespero por hacer programas, sin darnos cuenta que, muchas veces, lo que hacemos es entretener a los mismos cristianos que ya han sido libertados. No hay nada de malo con estos programas, pero nunca puede hacerse pretendiendo sustituir el poder de la oración.
Un concierto no puede liberar a un familiar tuyo, como tú orar, de día y de noche, y saber que las puertas se van a abrir. Ningún servicio ni nada que puedas hacer va a hacer que un familiar tuyo tenga la experiencia que tiene que tener. Entiende que es a través de la oración, de la declaración de la palabra, a través de creer, y hacerlo sin cesar.
A veces, queremos tantas cosas sofisticadas, cuando todo lo que hace falta es que volvamos a lo mismo que debemos haber hecho hace mucho tiempo atrás, que es mantenernos en los principios básicos espirituales y poderosos, que son la verdadera clave del éxito.
No hay nada malo con ir a un psicólogo, a un psiquiatra, a un doctor, a un abogado; mientras más consejos puedas recibir, mejor; pero nada va a sustituir el poder de tú orar y declarar, y hacerlo día y noche. No importa qué tan profunda sea la prisión del Pedro de tu vida; o quizás no es un familiar, sino tú quien está encerrado, y no ves salida. Entiende que nada puede sustituir el que la iglesia se ponga a orar y a declarar la palabra del Señor.
Es tu oración lo que va a hacer que las puertas verdaderamente se abran en tu vida. 

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