En Mateo 16, Jesús pregunta a sus discípulos: ¿Quién dicen que soy? Pedro contesta: ¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente! 17 Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no la dominarán. 19 Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos: Todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos.
El día que recibes la revelación de que Cristo es el Hijo del Dios viviente, no hay puerta que permanezca cerrada. Luego de tener revelación, no hay manera de encerrarte detrás de una puerta.
Revelación no es lo mismo que conocimiento o creer en algo. Revelación es experimentar algo de tal manera que no se puede volver atrás. Es un hecho que Cristo vino, murió y resucitó, pero esto no cambia la vida de la gente. Lo que provoca un cambio que marca una vida es estar convencido de que Cristo vino y resucitó. Revelación es que el Espíritu Santo te dé la convicción de que Cristo lo hizo para darte una vida en libertad.
Dios te dé hoy revelación espiritual que te haga trascender en tu vida, de tal manera que las circunstancias adversas no te hagan encerrarte y volver atrás. La batalla más grande que puedes tener en tu vida es con tu mente. Debes saber que el enemigo sabe que, si cambia tus circunstancias, puede lograr cambiar tus pensamientos y, si logra esto, puede lograr cambiar tu mente. Si el enemigo logra cambiar tu mente, te encierra y, no hay manera de salir.
Dios desea que vivas en libertad, que salgas de esos viejos patrones que te tienen encerrado en esos pensamientos donde no ves solución, que puedas vivir la vida de bendición que te ha prometido.
El enemigo te ha hecho encerrar y huir, pero eres demasiado importante y valioso para que vivas encerrado detrás de una puerta; Dios no ha invertido tanto por tu vida, para que vivas encerrado.
Esta es la historia del ser humano desde el principio de la creación, cuando Dios sopla vida sobre el hombre. El enemigo convence a Eva de que las intenciones de Dios no eran buenas, y ella come del fruto del árbol que era prohibido y, luego, lo hace Adán. Pero lo que Eva parece que no sabía es que aun cuando todo es bueno y perfecto, hay cosas a las que te debes someter, y permanecer obediente a la voz de Dios.
Dios llama a Adán, y él responde: Oí tu voz y me escondí. Cuántas veces has oído la voz de Dios que te dice: Te quiero bendecir; pero tu reacción es esconderte. El hombre siempre ha huido a la voz de Dios. Por esto, existe la lucha del hombre de asistir o no asistir a la iglesia; el mundo siempre está en batalla con la iglesia, porque sabe que, si escuchas la palabra de Dios que recibes en la iglesia, vas a salir del escondite, y jamás serás igual.
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