jueves, 15 de octubre de 2015

Respiro

Pablo, en Hechos 20, nos dice algo bien interesante:29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.30 Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.  Pablo le estaba diciendo a esa iglesia que se iba, y que quizás no lo iban a volver a ver jamás, y les decía: Pero ustedes tienen que entender que tienen que cuidar el rebaño, que tienen que cuidar lo que el espíritu ha hablado; y les dijo lo que iba a pasar: Iban a venir lobos de afuera a querer sonsacar a los de adentro.
Qué triste es cuando vemos a personas sonsacando a otros de las cosas del Señor.  Pablo tenía tanta pasión por aquel rebaño que le dejó muy claro a esa iglesia que, aunque no se volvieran a ver de nuevo, por favor, cuidaran ese rebaño y la palabra que Dios le había dado.  Y nosotros tenemos que levantarnos como aquellos que cuidaron su rebaño con celo, con pasión y con fuego.
Lo segundo que Pablo les dijo que pasaría, es que no solo vendría gente de afuera, sino que vendría gente también de adentro que querría hacer lo mismo.  Es por esta razón que tenemos que cuidar nuestra familia.  Si triste es cuando hay presiones externas tratando de entrar, peor es cuando, de adentro, se levantan para sonsacar a los demás.
Tenemos que cuidar nuestra vida de las cosas que oímos, a quién le prestamos atención.  Cuando uno le sirve al Señor, debe procurar que los demás también sigan sirviendo al Señor, y no sonsacarlos.  Debemos cuidar nuestras vidas y nuestros testimonios, para que nada desanime al pueblo o le dé una razón para ellos también fallar.
Hay cosas que nos pueden hacer perder la pasión, como cuando convertimos cosas importantes en algo común.  La familiaridad causa menosprecio.  Demostramos menosprecio con nuestras acciones, y cuando ponemos nuestra atención a las cosas que no debemos.  
Otra actitud que quita nuestra pasión es cuando dependemos de ser aceptados.  Lo único que debe importarnos es lo que el Señor piensa sobre nosotros.  La opinión pública es importante, cuando viene de la gente importarte de tu alrededor, pero ninguna es más importante que la del Señor.  Pregúntate si tu vida es como Dios quiere que sea.  
Las rutinas sin sentido también quitan la pasión.  Es mejor tomarse un tiempo para refrescarse y cargar esas pasiones de nuevo para regresar a hacer lo que nos apasionaba.  De la misma manera, cuando no activamos los dones que Dios nos ha dado, cuando nos reservamos nuestros dones, entones hay muchas cosas que, a veces, no se pueden realizar.  Siempre debemos poner nuestros dones y talentos ante Dios.
La culpabilidad de no aceptar el perdón de Dios en nuestra vida nos quita la pasión. No podemos permitir que los errores del pasado detengan nuestro potencial.  Tus errores del pasado solo se graban en tu mente.  A Dios no le importa y, seguramente, la gente a tu alrededor ni se acuerda.
Cuando tenemos las prioridades incorrectas, también perdemos la pasión.  No te quedes apagado; Dios quiere levantar ese fuego de la pasión dentro de ti.  Aviva el fuego que está dentro de ti.  Tenemos que tener un lugar en nuestra vida para poder prender ese fuego, y ese lugar es tu corazón.  
Cuando tenemos una pasión, tenemos que aprender a enfocar ese fuego en nuestro corazón y pensamientos.  Quizás has tenido la pasión apagada o un fuego pequeño, pero Dios te dice: Mantente en el lugar correcto.  
Aunque sientas que el fuego se está apagando, dale el oxígeno que necesita, que es Dios.  Dios te dice que tomes un nuevo respiro, un aire nuevo. A veces, necesitamos tiempo para ubicarnos y acomodar nuestra pasión de nuevo.  No dejes que nada ni nadie extinga esa pasión que Dios ha levantado en ti.  No hay fuego que pueda vivir eternamente, sin alguien que lo cuide, que lo alimente.

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