martes, 1 de abril de 2014

Aliento de vida

Una herida del costado traspasa el corazón de una persona, y se vive por años, y se repite en la mente, y buscamos en todo lugar lo que aparentemente se nos perdió; todo porque el corazón ha sido herido.
A Jacob, sus hijos, un día le dijeron una grande mentira: que su hijo, José, a quien él amaba, estaba muerto. Jacob no había tenido una vida fácil. Peleó desde el vientre de su madre. Peleó con el papá, con su hermano, y terminó peleando con Dios por su bendición. La iglesia debería estar llena de Jacobs; gente que, aunque su vida no sea fácil, siguen luchando todos los días, saben que tienen destino. Jacob caía y se levantaba y echaba hacia adelante, sin importar lo que pasara. Todo esto, hasta que sus hijos le dijeron una mentira. Aquellos que habían salido de sus huesos, le dijeron unas palabras que traspasaron su costado y marcaron su corazón.
Aquel hombre que era apasionado por alcanzar grandes cosas, aquel hombre soñador, que estaba dispuesto a pelear por todo, a tener batallas y a luchar para alcanzar todo lo que Dios le había prometido, de un momento a otro, ya no le importaba nada de lo que pasara en la vida. No tenía deseos de vivir.
Cuando Cristo derramó su sangre, cuando salió sangre y agua de su costado, cuando su corazón fue traspasado, lo que representa es nuestra libertad de todas esas heridas del pasado; representa la restauración de nuestro corazón.
Procura que nada de lo que pase en tu vida dañe tu corazón. Que tú puedas estar ante el pecado, ante la maldad, ante la traición, que puedas llorar, que quizás seas lastimado, pero que tu corazón siga intacto, ante las lanzas de aquellos que quieren asegurarse de que tú estás muerto. Todo el que quiere asegurarse de que tú mueras, no va a lanzar a las piernas o a la cabeza, sino al costado, para atravesar tu corazón, pero aquella sangre derramada en la cruz del Calvario, en vez de traer condenación a tu vida, hoy te trae un corazón restaurado. Dios te levanta y, al igual que Jacob, tu espíritu va a revivir. Recuperas la pasión y la fuerza para vivir una vez más, para entender que hay razón por la que vivir y seguir hacia adelante.
Toda relación que te hirió queda en el pasado. Dios va a traer a tu vida gente que va a hacer lo que otros no estuvieron dispuestos a hacer. Dios se va a meter en el asunto de tu vida.
En ocasiones, estamos dispuestos a dejar todo por ciertas personas y, luego de haber dejado todo por ellas, son esas mismas personas las que traspasan nuestro costado, atravesando nuestro corazón. Pero las heridas de Cristo, él las recibió para que tú entiendas que tu corazón tiene que estar guardado en él.
Dios sabe las heridas que te han causado. Él sabe que hay quienes te han traspasado el costado para asegurarse de que estás muerto. Pero, cuando piensan que estás muerto, es cuando más vida tú tienes, porque es en ese momento en que te preparas para la resurrección más grande de toda tu vida.
Cristo se levantó de la tumba y, cuando lo hizo, fue a buscar a aquellos que lo abandonaron, a aquellos que lo negaron. La lanza fue dolorosa, pero ¿qué peor lanza que la Judas? ¿Qué peor lanza que aquel en quien tú habías confiado te venda y te entregue por treinta monedas de plata? ¿Qué lanza más fuerte que aquel al que le multiplicaste los peces en su barca, aquel al que salvaste cuando se iba a ahogar, niegue quien tú eres para él? ¿Qué peor lanza que aquellos que, por tres años y medio caminaron contigo y estuvieron a tu cuidado, no fueron capaces de estar allí frente aquella cruz? Lo grande de un corazón sanado es que, después que Dios lo resucita, a quienes va a buscar son precisamente a aquellos que lo negaron, aquellos que lo abandonaron. Eso es lo que tú vas a hacer. Dios te va a dar la capacidad de tener un corazón, no de carne, porque un corazón de carne es fácilmente atravesado por las lanzas de que te tiran, sino un corazón resucitado, que es capaz de ir en busca de aquellos que te hirieron en el pasado y te negaron, para bendecirles.
Los que te han negado, cuando los vayas a buscar, van a estar en el mismo sitio donde tiempo atrás los viste: Frustrados, fracasados. No porque tú les desees mal, sino porque, el que vive de esa manera, no le queda más que volver a los mismos lugares de su pasado. Cristo tuvo que ir a buscar a Pedro en el lugar de donde él lo sacó tres años y medio atrás. Lo encontró de la misma manera que lo encontró la primera vez, pero esta vez, no tan solo le llenó las barcas, sino que, cuando Pedro se acercó a la orilla, ya él le tenía un pescado que había estado cocinando para él, y le dijo: Ven y come.
Cristo se presentó a sus discípulos, no con un corazón de carne, sino con un corazón resucitado, vivificado por el Espíritu de Dios.
La sangre de Cristo te habla, vivifica tu corazón. Tu corazón no tiene por qué ser atravesado nunca más.
Hay gente por la que tú has dejado todo, y lo que han hecho ha sido herirte, pero hoy puede comenzar un nuevo tiempo para ti. Pon tu corazón en manos de Dios. Él traerá aliento de vida a tu corazón. Cuida tu mente, cuida tus oídos, cuida lo que ves, pero, más importante aún, cuida tu corazón.

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