Gálatas 3:6-9, dice que Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia. Dice además que, los que tienen fe, estos son hijos de Abraham, y que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, por lo que dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: «En ti serán benditas todas las naciones.» De modo que los que tienen fe son bendecidos con el creyente Abraham.
El pacto que tenemos, a través de la sangre de Cristo, cuando muere en la cruz del Calvario, ratifica el pacto que Dios le había dado a Abraham. La diferencia en nuestros tiempos es que el sacrificio de Cristo es uno perpetuo y nos da acceso constante al pacto que Dios le dio a Abraham. En el Antiguo Testamento, por causa de la condición del hombre y por no haberse consumado aún el plan divino de redención, el hombre necesitaba expiación constante de sus pecados para acceder al pacto. Cristo resuelve esto de una vez y por todas, y ahora tenemos acceso directo a esas mismas promesas que le dio a Abraham, y aún mucho más.
En Génesis 12, podemos ver algunas promesas de Dios a Abraham. En Génesis 17, vemos que, mientras más Abraham entraba en un nuevo nivel de relación con Dios, seguía Dios ampliando el pacto. El sacrificio de Cristo no anula esto, sino que lo ratifica y lo hace más posible.
Este pacto se conoce como el pacto de promesas. Es un compromiso de múltiples promesas como salvación, paz, gozo, sanidad, restauración familiar, larga vida, prosperidad tanto en el valle como en el monte, etc. Este pacto está basado en la misma actitud de fe de Abraham, que no era por obra, sino porque estaba creyendo en aquello que Dios le había prometido.
Una de las promesas que siempre debes recordar, es que eres un bendecido. A través de toda la palabra, cuando los hombres de Dios tenían problemas, no iban llorando delante de Jehová; ellos activaban y reclamaban esas promesas de Dios: “Tú prometiste, tú lo dijiste…”. Todas esas promesas están vigentes en el día de hoy para nosotros. Si conoces estas promesas y entiendes el pacto de Dios a través de la sangre de nuestro Señor Jesucristo, deberías estar pidiendo a través de esto.
En el texto original de Efesios 2:11, el apóstol Pablo nos dice que antes estábamos ajenos al pacto y sin esperanza, sin Dios en el mundo, pero a través de la sangre de Cristo tenemos acceso. ¿Cómo tienes a Dios en tu mundo? Tienes a Dios en tu mundo, cuando sabes y crees que tienes un pacto lleno de múltiples promesas.
¿Quieres meter a Dios en tu mundo? Tienes que entender el beneficio del pacto de las promesas de Dios a tu vida. Tienes que creerlo, reclamarlo y declararlo. Tienes que entender que tienes derecho, no según la carne, sino según la fe; creer que tienes derecho y que hay múltiples beneficios.
Cabe señalar que uno de esos beneficios es la bendición financiera. Cuando Dios sacó al pueblo de Israel de Egipto, dice en Salmo 105, que los saco con plata y con oro y no estaban enfermos. Dios los bendijo en todo el sentido de la palabra.
Olvídate de aquellos que digan lo contrario. Tú tienes un pacto con Dios y Dios tiene un pacto contigo. Este pacto es para ahora, y para la vida eterna. Es para ti, para tu familia y tus generaciones. Tienes que acceder y creer en ese pacto. Haz como el pueblo de Israel que, cuando necesitaba, reclamaba las promesas.
No dejes de creer, aunque los demás no crean. Atrévete a reclamar como la mujer sirofenicia, que aún los discípulos le decían que se fuera, e incluso Jesús le dijo que no era bueno darles el pan de los hijos a los perros, pero esto no la detuvo. Ella insistió, y le contestó a Jesús que aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de su señor. Esta mujer lo hizo su Señor y, cuando Jesús vio esto, se maravilló por su fe y su hija fue sana.
No importa lo que los demás digan. Si Dios lo prometió, por dura que se vea la situación, él lo va a hacer.
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