domingo, 15 de diciembre de 2013

Primero Dios y su casa

El primero que dejó su trono y sus riquezas porque nos amaba tal y como somos fue nuestro Señor Jesús.  La biblia dice: Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.  Todos deseamos ser amados de esta manera, y todos, en nuestro interior, deseamos amar de esta manera, pero a veces pasan situaciones difíciles que, al no tener la entereza, cambian los deseos.
En 2 Reyes 6, la biblia nos relata de una madre que estaba pasando por un tiempo de hambre.  Había una situación económica precaria en la tierra, a tal grado que se comían los burros, los animales prohibidos.  Frente a su casa, pasa un jefe del ejército y le da el olor a carne quemada.  Le preguntan dónde estaba la carne que cocinó, a lo que ella contesta que tenían tanta hambre que cocinaron a su propio hijo, e incluso le preguntó si quería un poco.
La situación de esta mujer era tan difícil que cambió lo que es parte de su naturaleza de madre, el amar tanto que es capaz hasta de dar su vida por un hijo, al punto de llevarla a comérselo.  ¿Cuánta gente que has amado te ha quemado y te ha comido, porque ha pasado por un momento difícil?
En 1 Reyes, hay un contraste bien poderoso que mostró la sabiduría del rey Salomón.  Había dos mujeres que vivían juntas, y cada una de ellas tenía un bebé.  Mientras dormían, una de ellas mata a su bebé.  Al darse cuenta que su hijo había muerto, intercambia el bebé por el de la otra mujer, que estaba vivo.  Llevan el pleito ante el rey Salomón, y cada una de ellas reclamaba que el bebé vivo le pertenecía.  El rey decide que piquen al bebé por la mitad y le entreguen una mitad a cada una.  Una de ellas, al escuchar esta decisión, pide que no hicieran tal cosa y que se lo entregaran a la otra mujer.  Es aquí que el rey Salomón descubre cual es la verdadera madre y hace que se lo entreguen.
La fama del rey Salomón se propagó por todo lugar.  Lo que hizo famoso al rey Salomón fue descubrir el verdadero carácter de una persona que sabe amar.  Pudo descubrir, con un solo acto, que el que ama está dispuesto a sacrificar y abandonar, simplemente porque tiene afecto.
Es muy triste que las circunstancias difíciles de la vida te hagan actuar en contra de la naturaleza de quien tú eres.  Nadie quiere actuar de manera indebida, pero las presiones de la vida, en ocasiones, son tan grandes que trastocan de quienes somos.  El afecto viene de la naturaleza del hombre.  Tú naciste de Dios, fuiste hecho para amar.  Es por esto que no debes permitir que las circunstancias te hagan matar y comerte lo que tanto amas.  No permitas que un error de un pastor, de un líder o de alguien que amas, cambie tu afecto por la casa de Dios.  Es Dios quien te ha amado.
Es en tu capacidad de entrega y sacrificio que se experimenta ese amor.  Es dejando de ser quien eres, para ser lo que esa persona necesita, que experimentas ese amor. Es amar tanto a Dios, que estés dispuesto a hacer todo lo posible para hacer lo que él hizo por ti.
Muchas veces, actúas fuera del carácter de quien tú deberías ser.  Cuando haces esto, no vives al máximo que deberías vivir y no eres feliz, porque has dejado que las circunstancias cambien el afecto, primeramente hacia Dios, y hacia la casa de Dios.

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