La duda fue una de las razones por las que el pueblo de Israel no pudo entrar a la tierra prometida. El pueblo siempre quería oír lo que Dios tenía que decir, pero el problema estaba en que no creían ni hacían lo que Dios decía. Hoy en día sucede lo mismo con muchas personas: Quieren oír una buena palabra de Dios en la iglesia, pero no creen ni la obedecen. Lo que Dios dice trae esperanza, cambia tu vida; pero, cuando escuchas la palabra, ¿te llenas de fe? ¿O hay dudas?
El problema es que, después de la duda, llega la rebelión y lo próximo es la desobediencia. Cuando un hijo se rebela y desobedece, es simplemente porque no cree que lo que el padre le dice es lo que le conviene. Esto mismo sucedió con el pueblo de Israel; no creyeron en lo que Jehová les decía. Se rebelaron, desobedecieron, y por esto no entraron en reposo.
Al escuchar la palabra de Dios, ¿crees que sucederá en ti? ¿O crees sucederá solamente en otros? ¿O simplemente la tomaste como una palabra de motivación? Los seminarios de motivación y preparación son buenos, pero la palabra de Dios es un aliento especial. Es algo que va cargando en tu interior. No le habla a tus emociones ni a tus sentidos, sino a ese gigante dormido que está dentro de ti. Cuando escuches la palabra, saca de dentro de ti toda duda y créele a Dios que algo nuevo va a ocurrir y tu vida dará un giro de 180 grados.
Además, el pueblo de Israel no entró a la tierra prometida porque peleó con la persona incorrecta. El pueblo se quejó de la figura que Dios usó para sacarlos del cautiverio y llevarlos a la victoria. El hombre que fue bueno para sacarlos de Egipto, ahora no era bueno para llevarlos a la tierra prometida. El hombre que Dios usó para levantarles sus miradas y elevaran sus pensamientos a cosas mayores, ahora no era bueno para obtener las bendiciones.
Para algunos, el hombre de Dios es bueno mientras no exija algo de ti. El día que el hombre de Dios exija algo, entonces se usa como excusa que le servimos a Dios y no a los hombres. Como la gente sabe que no se puede quejar de Dios, se queja del hombre de Dios; comienzan a ver sus defectos, sus dificultades, sus fallas. Entonces, a veces el hombre de Dios se carga, como le sucedió a Moisés al punto en que perdió la fe y terminó 40 años dando vueltas en el desierto.
Cada vez que Dios te quiere sacar de un lugar, Dios usará a alguien para que con una vara de poder, te diga: Hay esperanza para tu vida. Tienes que entender que esa misma persona es la que Dios va a usar para ayudarte a llegar a la tierra prometida, por lo que no te puedes rebelar contra él. No permitas que nada ni nadie cancele la imagen de autoridad del hombre o la mujer que Dios ha usado para tu vida. No son perfectos, pero han sido lo suficientemente humildes para dejarse usar por Dios y bendecir tu vida.
Otro problema que tuvo el pueblo de Israel por el cual no tuvo reposo, fue que no tuvo paciencia a esperar los tiempos de Dios. Uno de los eventos más cruciales en el libro de Éxodo fue cuando Moisés sube al monte a hablar con Dios. Moisés tardó en bajar más de lo que ellos pensaban y, cuando baja, Moisés encuentra que el pueblo había hecho un becerro de oro y lo adoraban.
¿Cuántas veces, por tu impaciencia, has cancelado tu entrada a la tierra prometida y el hallar reposo? ¿Cuántas veces, por la impaciencia de no esperar que Dios hable a tu vida en el tiempo correcto, has hecho un becerro de oro para adorar? ¿Cuántas veces has hecho becerros de oro en tu casa, en la empresa, en el trabajo, y te has alejado del plan de Dios para tu vida? ¿Cuántas personas has idealizado, y has hecho amistades con personas que no son las conexiones de Dios?
Aprende a esperar en Dios, porque la impaciencia cancela la entrada a la tierra prometida y no tendrás reposo. Aunque te tardes, será algo seguro. No te pongas presión ni ansiedad. Créele a Dios y aprende a esperar el tiempo de Dios. Si llegó tu tiempo para salir de Egipto, ten paciencia, porque tu tiempo para entrar a la tierra prometida llegará.
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