Cuando eres capaz de amar como Dios ama, conoces lo más grande que hay en ti, y conoces mucho más del amor de Dios hacia ti.
Afecto, en el contexto bíblico, es una intensidad de amor que va mucho más allá de cualquier experiencia que se pueda tener. En 1 Crónicas 29:3, el rey David expresa que su afecto está en la casa de Dios. Y, cuando estudiamos al salmista, nos es evidente este afecto que tiene para con la casa de Dios.
Cuando vamos al original texto original de las escrituras, la palabra que se utiliza para “afecto” se refiere a una expresión profunda del corazón hacia un objeto o persona. Es algo que viene muy profundo del corazón, que se puede expresar únicamente hacia ciertas cosas o personas, en momentos específicos.
Por ejemplo, podemos amar a los sobrinos, pero el afecto hacia los hijos es diferente, porque es una intensidad mucho mayor. Para tener verdadero afecto hace falta más que un juicio mental o pensamientos, hace falta juicio moral. Tiene que haber carácter moral en la persona. Esto no tiene que ver con el pecado, pues David había pecado. O sea, que una cosa son las acciones, y otra el carácter, la conciencia y reacción ante el pecado. David, cuando cometió pecado, se arrepintió de todo corazón. El inmoral peca y no se arrepiente.
Hay dos etapas básicas en el amor hacia una persona. Cuando se tiene el objeto de nuestro afecto, y cuando no se tiene. Cuando no lo tienes, lo deseas y hay mucha adrenalina. Cuando lo tienes, entonces hay que aprender a disfrutarlo. Deseas lo que no tienes, pero, cuando ya lo tienes, hay que buscar cómo disfrutar y sentir, no deseo, sino satisfacción.
A muchos les gusta buscar a Dios, porque hay adrenalina en buscarle, pero no saben vivir con Dios. No saben encontrar satisfacción en el día a día con Dios. Pablo decía, en Filipenses 3: Trato de asir, aquello que me ha asido primero. En otras palabras: Ya él me amarró a mí, ya no busco lo que tengo, sino que trato de intensificar este nivel en mi vida.
Mantener el estado de afecto por lo que ya tienes es donde está realmente el éxito. Porque, si tienes tu afecto en tu esposa, en tus hijos, y en Dios, entonces la satisfacción no viene en tratar de conseguirlo, sino en saber disfrutarlo al máximo, y hacer todo lo que tengas que hacer para que continúe.
Hay quienes se enamoran, sin saber de qué se enamoraron, y cometen el grave error de pensar que su amor y su afecto cambiarán a esa persona con la que se ilusionaron. Es aquí que comienzan los grandes conflictos en el matrimonio.
La única manera de nosotros poder llegar a experimentar el amor verdadero de Dios, es amar como él nos ha amado. Dios no te salvó para cambiarte. Te salvó porque te ama, y su amor te transforma. La biblia dice que Dios envió a su Hijo al mundo a morir, porque de tal manera amó al mundo; no por otra cosa, sino por amor.
El único que realmente puede amar a alguien, sin quererlo cambiar, es Dios. Por esto, merece toda nuestra adoración, porque es el único que nos ama tal y como somos.
Puede que tu pareja hoy no te desee, pero Dios te ama. Puede que te hayan dicho, en el trabajo, que no sirves, pero Dios sigue creyendo en lo mejor de ti. Dios sigue buscándote, dondequiera que vayas, porque te ama. El salmista decía: Puedo hacer mi cama en el Seol, y allí tú estás.
La única persona que siempre te va a desear y te va a buscar, no por lo que vayas a ser, sino por lo que eres para él, es Dios. Es imposible que alguien conozca este amor y no sea transformado para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario