lunes, 19 de agosto de 2013

Una cena

Después de varios años de matrimonio descubrí una nueva manera de mantener viva la chispa del amor.


Desde hace poco había comenzado a salir con otra mujer. En realidad había sido idea de mi esposa.

- "Tú sabes que la amas - me dijo un día, tomándome por sorpresa - la vida es muy corta, dedícale tiempo"

- "Pero yo te amo a ti" - protesté.

- "Lo sé. Pero también la amas a Ella"

La otra mujer a quien mi esposa quería que yo visitara, era mi Madre, viuda desde hace unos años; pero las exigencias de mi trabajo y mis hijos hacían que sólo la visitara ocasionalmente.

Esa noche la llamé para invitarla a cenar y al cine.

- "¿Qué te ocurre? ¿Estás bien?" - me preguntó.

Mi Madre es el tipo de mujer que una llamada tarde, en la noche o una invitación sorpresa es indicio de malas noticias.

- "Creí que sería agradable pasar algún tiempo contigo - le respondí - los dos solitos… ¿qué opinas?"
Reflexionó sobre ello un momento:

- "Me gustaría muchísimo" - dijo.

Ese viernes mientras conducía para recogerla después de mi trabajo me encontraba nervioso.

Era el nerviosismo que antecede una cita… Y, cuando llegué a su casa, vi que Ella también estaba muy emocionada.
Me esperaba en la puerta con su viejo abrigo puesto, se había rizado el cabello y usaba el vestido con que celebró su último aniversario de bodas, su rostro sonreía, irradiaba luz como un ángel.

-"Les dije a mis amigas que iba a salir con mi hijo y se mostraron muy emocionadas - me comentó mientras subía a mi auto - No podrán esperar hasta mañana para escuchar acerca de nuestra velada"

Fuimos a un restaurante no muy elegante, pero si muy acogedor. Mi Madre se aferró a mi brazo como si fuera "La Primera Dama de la Nación".

Cuando nos sentamos tuve que leerle el menú… sus ojos sólo veían grandes figuras.

Cuando iba por la mitad de las entradas, levante la vista; mi Madre estaba sentada al otro lado de la mesa y sólo me miraba. Una sonrisa nostálgica se le delineaba en los labios.

-"Era Yo quien te leía el menú cuando eras pequeño. ¿Recuerdas?" - me dijo.

-"Entonces es hora que te relajes y me permitas devolverte el favor" - respondí.

Durante la cena tuvimos una agradable conversación, nada extraordinario, sólo ponernos al día uno con la vida del otro. Hablamos tanto que perdimos el cine.

-"Saldré contigo otra vez, pero sólo si me dejas invitar" - dijo mi Madre cuando la llevé a su casa. Asentí, la besé, la abracé.

-"¿Cómo estuvo la cita?" - quiso saber mi esposa cuando llegué aquella noche.
-"Muy agradable, gracias. Mucho más de lo que imaginé" - le contesté.

Días más tarde mi Madre murió de un infarto masivo. Todo fue tan rápido… No pude hacer nada.

Al poco tiempo recibí un sobre del restaurante donde habíamos cenado con mi Madre, y una nota que decía:

-“La cena está pagada por anticipado.

Estaba casi segura que no podría estar allí, pero igual pagué para dos, para Ti y para tu Esposa. Jamás podrás entender lo que aquella noche significó para Mí. ¡TE AMO!”.

En ese momento comprendí la importancia de decir a tiempo “TE AMO” y darle a nuestros seres queridos el espacio que se merecen.

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