miércoles, 28 de agosto de 2013

Reflexión


Contaba un predicador que, cuando era niño, su carácter impulsivo lo hacía estallar en cólera a la menor provocación. Luego de que sucedía, casi siempre se sentía avergonzado y 

batallaba por pedir excusas a quien había ofendido.

Un día su maestro, que lo vio dando justificaciones después de una explosión de ira a uno de sus compañeros de clase, lo llevó al salón, le entregó una hoja de papel lisa y le dijo:

—¡Arrúgalo!

El muchacho, no sin cierta sorpresa, obedeció

e hizo con el papel una bolita.

—Ahora —volvió a decirle el maestro— dé-

jalo como estaba antes.

Por supuesto que no pudo dejarlo como estaba. Por más que trataba, el papel siempre permanecía lleno de pliegues y de arrugas. Entonces el maestro remató diciendo:

El corazón de las personas es como ese papel. La huella que dejas con tu ofensa será tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues.

Así aprendió a ser más comprensivo y más paciente, recordando, cuando está a punto de estallar, el ejemplo del papel arrugado.
¿Recuerdas que alguien dijo una vez: «habla cuando tus
palabras sean tan suaves como el silencio»?

Muchas personas se jactan de ser francas, y que dicen las cosas con independencia del sentimiento de los demás. ¿No 
son ellas fabricantes de papeles arrugados por donde quiera que pasan?

Siempre antes de hablar medita,piensa en los sentimientos de la otra persona ,tus paLabras son bendición como tambien pueden ser de destruccion ....DIOS TE BENDIGA..

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