"Lo siento mucho papá, pero creo que ésta es la última vez que me podré dirigir a vos. En serio lo siento mucho. Es tiempo de que sepas la verdad. Voy a ser breve y claro: La droga me mató papá. Conocí a mis asesinos a eso de los 15 o 16 años de edad. Es horrible ¿no es cierto papá?, ¿sabes cómo fue?. Un ciudadano elegantemente vestido, muy elegante realmente y que se expresaba muy bien, nos presentó a nuestro futuro asesino: La droga. Yo intenté rechazarla. De veras lo intenté, pero éste señor se metió en mi dignidad diciéndome que yo era hombre. No es necesario que diga nada más ¿no es cierto?, ingresé al mundo de las drogas.-
No hacía nada sin que las drogas estuvieran presentes. Yo sentía que las demás personas, y la droga, mi amiga, sonreía y sonreía. ¿Sabes papá?, cuando uno comienza, encuentra todo ridículo y muy divertido. Incluso DIOS se encuentra ridículo. Hoy, en éste Hospital, reconozco que DIOS es lo más importante del mundo, sé que sin su ayuda no estaría escribiendo lo que escribo.-
Papá no vas a creerlo, pero la vida de un drogadicto es terrible. Uno se siente desgarrado por dentro, es terrible y todos los jóvenes deben saberlo para no entrar en eso. Yo no puedo dar tres pasos sin cansarme. Los médicos dicen que me voy a curar, pero cuando salen del cuarto mueven la cabeza. Papá sólo tengo un último pedido para hacerte: habla a todos los jóvenes que conoces y mostrarles ésta carta. Deciles que en cada puerta de los colegios y en cada aula, en cada facultad, en cualquier lugar, hay siempre un hombre elegante, que va a mostrarles a su futuro asesino, el que destruirá sus vidas. Por favor, hace esto papá, antes de que sea demasiado tarde para ellos también.-
Perdóname papá, ya sufrí demasiado. Perdóname por hacerte sufrir también mis locuras. Adiós querido papá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario