lunes, 31 de enero de 2011

Dios integro la sexualidad con espiritualidad

¿Qué sucede cuando descartamos lo que Dios creó por unas pocas zanahorias podridas? El sexo con nuestro marido se convierte en una rutina y está despojado de pasión. No nos permitimos a nosotras mismas sentir una entrega salvaje o un placer erótico porque eso sería muy parecido al mundo. Desviamos la pasión que podríamos disfrutar en la intimidad sexual con nuestros maridos, hacia otras iniciativas como el trabajo, los hijos o el crecimiento espiritual.
Leslie, aunque es indiferente en la cama, es apasionada cuando se trata de su relación con Dios. «Cuanto más crezco como cristiana, lo físico es menos importante. Quiero que mi énfasis esté en lo espiritual», dice. Ella justifica sus pensamientos con Escrituras como: «Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne» (Gálatas 5.16) y «Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra» (Colosenses 3.2).

Muchas mujeres caen en esa trampa, como lo dijo una de ellas: «Es como si viviera en una casa de dos pisos. El piso de arriba es mi espiritualidad y el de abajo mi sexualidad. Entre los dos pisos hay una barrera de ladrillos separando mi ser espiritual de mi ser sexual. Como quiero ser devota, no puedo permitirme ser demasiado terrenal, y el sexo es definitivamente terrenal. Me permito experimentar placer, pero hasta cierto punto. Si me dejo llevar, sería “demasiado carnal”». Querida amiga, eso no debería ser así. Cuando Dios nos creó femeninas, integró nuestra sexualidad con nuestra espiritualidad. Su intención fue mezclar lo espiritual y lo sexual. ¿Por qué otro motivo tomó Dios el acto sexual supremo entre esposo y esposa, y lo asoció con la experiencia espiritual suprema, la unión de Cristo y la iglesia (Efesios 5:31-32)?

Tal como el esposo y la esposa experimentan una alegría profunda al soltarse y unirse en el momento del clímax sexual, nosotros experimentamos la alegría máxima a medida que nos convertimos en uno con Jesucristo, en una unión que nos conduce a una alegría incomprensible. El acto sexual refleja nuestra relación con Dios y provoca que lo adoremos por darnos este buen don. La intimidad espiritual y el placer no se oponen a la intimidad sexual y el placer. La intimidad espiritual se encuentra en realidad en medio del placer carnal y relacional de la unión sexual.
Extracto del libro Temas de intimidad por Linda Dillow y Lorraine Pintus

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