Ni una promesa más, es seguramente la frase que viene a su mente cuando ahogado por los problemas, bien sean espirituales, familiares, físicos, económicos, legales, emocionales, mentales e incluso laborales, decide no atender a los llamados de prosperidad y bendición que escucha en repetidas oportunidades ofreciéndole una solución, una mejora, una salida, y sin importar cuánto lo crea o lo espere, no suceden.
Si siente desilusión por ello, está en lo correcto; pero si piensa que es la única persona que lo está viviendo, debo comunicarle que allí se equivoca.
Es muy posible que no haya elegido pasar por semejante dificultad, no obstante, sí puede elegir qué hacer mientras ésta dura. Dios permitió que viviera esta circunstancia en particular, no porque quisiera martirizarlo ni tampoco porque disfrute verle en sufrimiento mas sí, porque está interesado en verle crecer y mejorar.
Se preguntará entonces: ¿Cómo pueden tantos problemas ser un camino al crecimiento y a la mejoría? O parafraseando a alguien que escribió una vez: “Si esta es tu manera de quererme, te importaría quererme un poquito menos…”
La respuesta puede hallarla en el fuego, ya que el mismo es utilizado para revelar la pureza del oro, la fortaleza del acero, la fertilidad de la tierra, y en su caso personal: la Grandeza de Dios.
Usted y yo somos su obra maestra y no debería extrañar que Él desee mejorarla, pues aún y cuando Él permitió lo que posiblemente ahora esté viviendo, también es cierto que, le dará la solución.
Escrito está en I Pedro, capítulo 1 verso 7: “para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”, piénsalo bien.
Si Dios te está probando es porque va a sacar lo mejor de ti y a deshacerse de aquello que no sirve. Terminarás convirtiéndote en la mejor versión de ti mismo, y eso es algo que no habías logrado solo ni mucho menos, un resultado que hubieses obtenido de haberte evitado todo eso.
Siéntase agradecido y privilegiado, a través de su dolor, otros recibirán valor, coraje, fe y una razón de peso para resistir su propia prueba, un poco más. Lo que ahora vive, le dará fuerza, sabiduría, paz y la capacidad de amar incondicionalmente a quienes le rodean.
¿Es un precio muy alto a pagar por semejante bendición?
Dese la oportunidad de ser en las manos de Dios un instrumento de enseñanza, un conducto de su voz, el espejo de su amor. Por supuesto, no debe consolarse porque otros sufran o hayan sufrido igual que usted, pero es necesario que entienda que cuando Dios tiene el centro de su vida, esos problemas pierden el protagonismo.
Dios está con usted dondequiera que vaya, esa es una promesa que no debe dejar de recordar, por muy desesperante que resulte la situación. En el libro de Josué, del Antiguo Testamento, en el primer capítulo se relata cómo Josué sucedió a Moisés en el liderazgo del pueblo de Israel.
Se encontraban frente a la tierra prometida. Una tierra que esperaban recibir durante cuarenta (40) años que vagaron en el desierto, y no fue sino hasta la muerte de Moisés, cuando por fin llegó la tan ansiada respuesta.
Sin embargo, nótese la siguiente particularidad, en ese primer capítulo de Josué, titulado Preparativos para la Conquista, Dios le habla a Josué y en tres (3) ocasiones, no fueron una ni dos sino tres, le dijo: “Esfuérzate y sé muy valiente”. Esto se puede leer en los versos 6, 7 y 9; y como si no fuera suficiente, el capítulo lo remata la voz del pueblo que ahora debía dirigir al decirle en el verso 18: “…solamente que te esfuerces y seas valiente.”
La tarea que Josué debía enfrentar no era poca cosa (como tampoco lo debe de ser la suya). El nivel de responsabilidad que le estaba siendo otorgado era bastante elevado, y tal fue así que Dios mismo se comprometió a acompañarlo y ayudarlo, pero con una condición: debía esforzarse y ser valiente.
Con Dios de nuestro lado, la victoria es segura pero sí no ponemos de nuestra parte, esa victoria no se materializará en una realidad.
Cuando llegue el momento de la prueba y debas doblar rodillas, ruega a Dios que sea tu fortaleza y que te dé el valor necesario para conquistar la meta que tienes por delante, del mismo modo que Josué tenía frente a sí, la Tierra Prometida.
Tenga en cuenta lo que dice Su Palabra en 1 Corintios capítulo verso 13: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.”; así que, puede sentarse a llorar por lo que está viviendo o puede darle gracias a Dios por pensar en usted, obrando para su bienestar.
Quienes han optado por este último camino, han experimentado grandes bendiciones y victorias que hoy día son recordadas, tanto por lo desagradable como por la intervención divina en el momento preciso y de la forma más amorosa.
Usted, no es la excepción. ¿Qué decide? ¿Confiará en Dios sin importar el tamaño de su problema o improvisará vías de escape, que lejos de ayudarle, le perjudiquen aún más?
La decisión es suya y las promesas de Dios para su vida, también, si las quiere.
Recuerde: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24: 35)
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