En la Biblia, podrás encontrar muchos hombres de Dios que pasaron por una crisis de identidad. Estas crisis se pueden ver en Adán, Caín, Abel, Abraham y en varios de los grandes hombres de Dios a través de toda la historia. Sus crisis de identidad se ven claramente en el momento en que son llamados por Dios. La baja autoestima y el poco valor que sentían de sí mismos, se ven cuando comparan el llamado de Dios para sus vidas, con las circunstancias que están viviendo en el momento se su llamado. Cuestionan cómo pueden llegar a ser lo que Dios dice que serán. Lo que están diciendo es: ¿Cómo tú dices que yo soy algo, si mis circunstancias dicen lo contrario?
Por ejemplo, Dios se presenta frente a Gedeón, y le dice: Hombre esforzado y valiente, gran guerrero, gran hombre de Dios; y este le contesta: ¿Por qué tú dices eso? Yo soy el más pequeño de la tribu, mira las dificultades que tengo, mira las circunstancias que estoy viviendo. Lo mismo con Moisés; cuando Dios lo llama por primera vez, Moisés le dice a Dios: ¿Quién soy yo para ir? ¿Quién soy yo para libertar al pueblo? ¿Quién soy yo para hacer este trabajo que me estás pidiendo? Le pasó a Abraham; Dios le dice: Te voy a bendecir, serás padre de mucha gente; a lo que Abraham responde: Señor, pero ¿cómo va a ser, si no tengo ni un hijo? Dios no estaba sujetando el llamado y el propósito de estos hombres a su situación natural, actual, sino que les estaba diciendo lo que harían y quiénes eran para Él, Dios les estaba mostrando lo que Él veía en ellos.
Cuando se recibe el llamado de Dios, ocurre una crisis de identidad. Lo primero que se cuestiona es: ¿Cómo podré lograr ser lo que Dios dice que soy? Tu identidad es enfrentada, cuando vez la grandeza del propósito de lo que Dios dice que eres, en contraste con la manera en que te vez en ese momento. Ahí es que te das cuenta si verdaderamente crees que eres lo que Dios dice que eres.
Mucha gente va a la iglesia porque necesitan y esperan que se cubra una necesidad. Quieren que Dios les sane, les restaure, les prospere; y no hay nada malo en eso; esa es una de las formas que muchos comienzan a relacionarse con Dios. Hay otros que no creen en eso; simplemente, viven su vida creyendo que la voluntad de Dios para sus vidas es el estado en que se encuentran. Pero existe un nivel más grande, que es cuando se va a la casa de Dios, no para que las necesidades sean cubiertas y las circunstancias cambiadas, sino para entender lo que Dios quiere que seas. Cuando logras entender lo que Dios quiere que seas y te atreves creer en eso, a pesar de la circunstancias, entonces tu vida cambia para siempre. Pero, para eso, tienes que estar seguro y segura de quién eres, en Cristo Jesús.
Juan 1:29 dice, El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Esta es la primera descripción que hace Juan acerca de Cristo. Cuando lo ve, lo primero que le dice es: Esto es lo que tú vienes a hacer; vienes a quitar el pecado del mundo. Más adelante, cuando Juan bautiza al Maestro, se abre el cielo y se oye una gran voz que dice: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia (Mt. 3:17). Dios le dice a Jesús: Sin hacer nada, yo te amo; sin hacer nada, tú me traes placer; sin que tú hayas hecho nada, esto es lo que pienso de ti. El Dios Padre lo identifica, no por lo que va hacer, sino por quien es él.
Después de ser bautizado y recibir la aprobación del Padre, Jesús es llevado al monte por el Espíritu, y es tentado por Satanás.
Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Mateo 4:3-4
Jesús, en otras palabras, le contesta a Satanás, diciendo: No tengo que cambiar las piedras en pan para mostrarte quien soy. Le dice: Te voy a vencer, no por lo que puedo hacer, sino por quién soy. Yo sé que soy Hijo de Dios, y eso es suficiente.
El enemigo está derrotado, cuando encuentra un creyente firme en quién es, en Cristo Jesús. Cuando encuentra a un creyente que no se encuentra en una crisis de identidad, porque ha creído en lo que Dios ha dicho que va a hacer. Así que, a pesar de lo que el enemigo robe o quiera destruir, sigue creyendo en quien Dios dice que eres.
Hoy Dios te dice: Tu situación actual no define quien eres para mí. Lo que hiciste, lo que haces o lo que harás no define quien eres para mí. Yo sé quién eres, y lo que me trae placer es la conciencia de quién eres. Cree lo que te digo.
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