Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín. Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham. Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor. Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive. Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro. Hebreos 7:4-10
El diezmo no da promesas, sino que, el que tiene las promesas, es quien diezma. Por eso es que no se ofrenda para recibir algo material; se hace por las promesas que ya se tiene. El que tiene promesas diezma y ofrenda porque sabe que lo que tiene hoy no es lo único que tendrá. El que es generoso no obra basado en lo que tiene, sino porque sabe que tendrá más. Dios, a través de Melquisedec, bendijo al que tenía promesas.
El diezmo es un acto de reconocer a alguien mayor que uno mismo. La gente no diezma ni ofrenda, porque este es un acto de reconocer que hay alguien a quien respetan. La gente dice: Yo no le doy al hombre; pero no puedes honrar y respetar a alguien, si no hay una dádiva de por medio; hay un intercambio que se debe hacer. Al diezmar, se reconoce, implícitamente, que en ese altar hay algo mayor de parte de Dios. Por eso es que la gente no lo quiere hacer.
No existe tal cosa como dar los diezmos a los pobres. Se diezma a alguien que carga algo que puede liberar las promesas sobre tu vida. Cuando alguien diezma y ofrenda, se identifica con el altar de Dios y con el lugar del altar o la persona a cargo de ese altar. Abraham, voluntariamente, dio sus diezmos como una reacción de que había encontrado a alguien mayor que Él, con quien se había identificado y que puso orden, y dirección, a su vida para alcanzar lo que Dios le había prometido.
El diezmar es un acto de honra, de humillación delante de Dios. El problema de mucha gente, aun de los cristianos, es que hablan de someterse, pero nadie lo quiere hacer. Hay muchos que quieren hacer la iglesia como ellos quieren y no como está establecida, porque no se quieren someter a alguien. Sin embargo, sale un producto con el nombre de su artista preferido y lo compran sin pensarlo. ¿Por qué sucede esto? El mundo tiene muchos ídolos, con los que se identifica y a los que respeta: Artistas, atletas, líderes, gobernantes. Visten y calzan con marcas costosas de esos hombres y mujeres; pero, en la iglesia, lamentablemente, con el pretexto de que no quieren llegar al extremo de la idolatría, han perdido de vista el reconocer y respetar al hombre de Dios.
Pero tú, creé que Dios te puede prosperar y bendecir. Honra a Dios con tus diezmos y ofrendas, y no temas respetar e identificarte con el hombre de Dios, pues así reconoces que Dios ha puesto a alguien sobre ti que te bendice y desata algo que de otra manera no sería desatado sobre tu vida.
¿Qué se desata en tu vida? Orden. La Biblia menciona muy pocas veces al rey Melquisedec, pero, cuando lo hace, se repite una frase: El orden de Melquisedec. Melquisedec son la gente que Dios pone en tu vida y que traen a ella, a través de Su palabra, orden y dirección. Dios te pone en un lugar donde, a través de la palabra, te dice todo lo que puedes lograr, para que alcances el destino de Dios para tu vida. El orden de Melquisedec te dice quién eres y para dónde vas, para que entonces actúes como lo que eres. Eres un hijo de Dios, hecho a su imagen y semejanza, lavado con la sangre del Cordero de Dios.
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