jueves, 5 de noviembre de 2015

Sujeta

Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. Apocalipsis 3:7-8
La iglesia de Filadelfia era la más pequeña. De todas, era la más débil; pero era una iglesia generosa. Cuando Pablo estuvo en problemas, esa fue la iglesia que, en su necesidad, enviaba ofrendas, aportaba al evangelio. En medio de sus debilidades, esta iglesia tenía una confianza que otros no habían podido desarrollar. Por eso es que, a ellos, el Señor les dice: Yo soy tu puerta abierta; la puerta que yo voy a abrir, nadie la puede cerrar. Y aclara por qué fue abierta la puerta, cuando dice: Has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.
Las puertas que tienen que ser abiertas para nuestra vida no van a depender de nuestra fuerza. No puedes limitarte, pensando que eres tú quien tiene que abrir la puerta, el acceso, la oportunidad. Dios hace la aclaración de que tú no puedes abrir esta puerta, cuando reconoce:Tienes poca fuerza. No tienes la capacidad de abrirla y, si la abres, tal vez alguien te la cierra; pero, cuando sea Dios quien la abra, en medio de tus debilidades, nadie la podrá cerrar.
Las puertas abiertas delante de ti no dependen de tu circunstancia actual, de tus capacidades, de lo que puedes hacer, de los recursos que tienes en tu mano; sino que dependen de otras actitudes, de otras acciones. Y lo primero que nos aclara el Señor es que esta iglesia guardó su palabra.
En Juan 14, en adelante, podemos ver lo que implica guardar la palabra del Señor, cuando Jesús les dice a sus discípulos, en el verso 23: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. En otras palabras, la certeza de que el Señor estará contigo, está en una sola cosa: Que guardes su palabra, sus mandamientos.
Esa palabra guardar, en el original, quiere decir sujetar; sujetar nuestra alma a todo lo que Dios tiene que decir. Se refiere a cuando el hombre es capaz de sujetar su alma a la palabra de Dios. No es únicamente memorizarte un verso bíblico, o andar con la Biblia debajo del brazo; guardar la palabra es cuando, en medio de tus peores momentos, de tus peores crisis, tú eres capaz de sujetar tu alma, tus pensamientos. Por eso, Isaías dice: Tú guardarás en perfecta paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado. La clave sigue siendo la misma, en Josué 1, cuando Dios le habla a Josué, diciéndole: Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
El problema de muchos creyentes es que, lamentablemente, no pueden ver el beneficio de someter su mente a la palabra de Dios, no pueden ver el beneficio de someter sus pensamientos a lo que Dios ha dicho. Tomamos la palabra del Señor, a veces, como un amuleto, como buenas ideas, buenas enseñanzas de ciertos principios, sin darnos cuenta que la seguridad de nuestra alma, de nuestros pensamientos, se encuentra en lo que es la palabra del Señor. La palabra dice:¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. ¿A dónde vas a ir, si solo sus palabras son la que te calman, si solo sus palabras son las que te dan vida?
A veces, sin darnos cuenta, menospreciamos el poder de la palabra de Dios en nuestra vida y, cuando más en problemas estamos, es cuando más tenemos que depender de la palabra del Señor. Tenemos que agarrar la palabra y ponerla en nuestra mente, en nuestra boca, en nuestro corazón; ponla en tu cuarto, en tus paredes, en tu refrigerador. Declara la palabra, día y noche.
Un solo verso es capaz de mantenerte firme, de vencer toda tentación. La única manera que el mismo Cristo fue capaz de vencer al enemigo, fue declarando lo que estaba escrito. Y es que no es lo que tú piensas, o lo que crees que el pastor dijo, sino como dice la palabra del Señor. Escrito está: No tan solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
El problema es que, como cristianos, dependemos de un mensaje, de un servicio, de ir a la iglesia a escuchar una palabra. Y gloria a Dios por la palabra que se te revela a tu vida en la iglesia; pero, en realidad, eso es tan solo parte de lo que debería pasar en toda tu semana. ¿Cuántos versos bíblicos te sabes? ¿Cuánta palabra puedes recitar y reclamar?
En medio de tu problema, no necesariamente vas a recordar una de estas prédicas, porque no es de acuerdo a lo que el pastor dice, sino que es de acuerdo a lo que dice la palabra de Dios… Y nada como sujetar tu mente a lo que Dios ha establecido en su palabra. 

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