Las necesidades y las crisis son la atmósfera perfecta para que tú puedas provocar un milagro en tu vida. Cuando no hay necesidad, podemos pensar que no hay razón por la cual ejercitar nuestra fe. Hay personas que piensan que no tienen nada por lo que creer; se han acomodado a vivir con lo que han alcanzado. Pero la palabra de Dios nos lleva a retarnos, nos lleva a creerle a Dios por encima de nuestras necesidades y por encima de nuestras comodidades; nos lleva a creer por el plan de Dios en nuestras vidas, por aquellas cosas que solo él nos puede dar.
En 2 Reyes 4:8, en adelante, vemos la historia de una mujer que, cada vez que Eliseo pasaba por su casa, ella lo invitaba insistentemente a comer y, cuando él pasaba por allí, comía en casa de esta mujer. Ella y su esposo prepararon un cuarto para Eliseo y, cuando pasó nuevamente por aquel lugar, durmió allí. Eliseo quiso hacer algo por la sunamita, y pensó hablar ante el rey a favor de ella, pero ella no necesitaba esto. Entonces, Giezi, siervo de Eliseo, le sugiere que la mujer no tenía hijo y su marido era ya viejo.
15 Dijo entonces: Llámala. Y él la llamó, y ella se paró a la puerta.16 Y él le dijo: El año que viene, por este tiempo, abrazarás un hijo. Y ella dijo: No, señor mío, varón de Dios, no hagas burla de tu sierva.17 Mas la mujer concibió, y dio a luz un hijo el año siguiente, en el tiempo que Eliseo le había dicho. 2 Reyes 4:15-17
Eliseo la llamó y la hizo parar a la puerta, a la puerta que ella había abierto. Aquella mujer, sin darse cuenta, con un acto de fe, por percibir lo correcto de Dios para su vida, abrió una puerta para obtener lo que, de otra manera, ella jamás iba a poder alcanzar. De la misma manera, hay actos de fe en nuestra vida que, sin darnos cuenta, nos abren puertas a una dimensión sobrenatural que, en un momento divino, provocan que se cumpla la palabra de Dios en nuestra vida.
En contraste, la viuda de Sarepta sale a la puerta de la ciudad, y allí llega también el profeta a su encuentro. Dios le dice al profeta que una viuda lo sostendría, pero Elías se encontró con una viuda en necesidad. A la viuda, Dios le había dicho que le enviaría a alguien, pero ese alguien llegó pidiendo, en lugar de darle. Ambos tuvieron que vencer su percepción, para que aquella conexión divina liberara el milagro que Dios tenía para ellos.
Hay momentos en los que crees, o crees; no hay opción. Estos son los momentos en los que, como aquella viuda, no tienes nada que perder. Ella pensaba comerse aquella torta, junto a su hijo, y morir. Daba lo mismo que se la diera al profeta. No tenía nada que perder. Y, cuando tú no tienes nada que perder, es uno de los mejores momentos para tú actuar en fe, para ir a la puerta a recibir instrucción de parte del Señor. Cuando no tienes nada que perder, tu única opción es Dios.
Pero, en 2 Reyes, vemos a una mujer en otro estrato social. Aquella mujer no estaba en necesidad. Pero el acto de fe de aquella sunamita, su percepción espiritual, la estaba dirigiendo a abrir una puerta para entrar en una dimensión sobrenatural en su futuro.
Aun en momentos de escasez, muchos no hemos llegado al punto de no tener para nuestra próxima comida. Y, entonces, no nos damos cuenta de que Dios comienza a moverse en temporadas en nuestra vida donde necesitamos percibir lo que él está haciendo, no porque necesitemos algo hoy, sino porque vamos a necesitar esa puerta mañana. Y puede que no sepas cuándo la vas a necesitar, pero la necesitas abierta.
Quizás no necesitas que alguien hable de ti ante otro, no necesitas conexiones; pero que tu vida no esté tan llena de tantos contactos que no te des cuenta que ninguno de esos contactos te puede dar lo que solo Dios te puede dar.
Hay algo que Dios te quiere dar que tú jamás pensaste que tendrías. Percibe el momento divino y haz lo que tienes que hacer y, algún día, te pararás en esa puerta que hoy abras, y recibirás lo que solo Dios te puede dar.
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