El creyente, cuando enfrenta problemas y dificultades en su vida, pasa por un proceso mental o emocional diferente que aquel que no conoce, ni ha recibido la palabra de Dios. En medio de tus circunstancias, siempre hay algo que te sostiene: La palabra poderosa que ha sido sembrada en tu interior. Aunque te sientas débil y caigas, la palabra dice que diga el débil: Fuerte soy.
Ante una situación difícil, la mente te va a pedir explicaciones, las emociones te van a pedir consuelo, pero tu espíritu depende de la revelación.
Hay cosas que no tienen explicación, y otras que, por más que le des explicaciones a tu mente, tu mente no va a estar satisfecha.Cuando los hijos están en desacuerdo con los padres, comienzan a preguntar: ¿Por qué? ¿Por qué no? ¿Y por qué aquel sí y a mí no? Aunque les expliques y les vuelvas a explicar, no lo van a entender. Esto nos sucede con Dios. Hay situaciones que, por más que nos las explique, no entendemos; pero el espíritu despierta la palabra en tu interior y te da la revelación que necesitas.
Las emociones necesitan consuelo, no explicaciones. En momentos difíciles, buscamos que nos consuelen. Tendemos a buscar canciones y música para consolarnos y, con todo, no recibimos consuelo. Pero siempre, siempre, habrá una revelación que arda en ti, una palabra que haga que tu espíritu despierte el deseo de la revelación de la palabra de Dios.
Mientras tu mente busca explicaciones y tus emociones buscan consuelo, el espíritu lo que está buscando y esperando es que despiertes la palabra de Dios, aquello que él ha dicho que va hacer.
Despierta el deseo y la pasión por la revelación de la palabra.
Cuando recibimos palabra de parte de Dios, es que pensamos y sentimos que la palabra está dormida. Pensamos que nada ocurre, porque la palabra, a veces, no da las explicaciones que la mente demanda, ni el consuelo que nuestras emociones buscan. Esto provoca en el interior algo que no se puede entender. Vemos lo que no esperamos, y no se cumple la palabra. Pero, cuando Dios declara algo desde los cielos sobre tu vida, el que la palabra no se haya cumplido, no quiere decir que nada esté pasando para su cumplimiento.
Dios le dijo a José que le haría el primero. Por trece años, ocurrieron sucesos tras sucesos que, aparentemente eran contrarios a lo que Dios le había dicho. No era que la palabra estuviese dormida y que nada estuviese pasando. Todo lo que estaba pasando era precisamente para el cumplimiento de la palabra. Hasta que llegó el momento que la palabra despertó en su espíritu y se hizo realidad.
Aunque pienses que la palabra no se está cumpliendo, no vivas buscando explicaciones, ni buscando consuelo, sino sostenido por una sola cosa: La revelación de la palabra; porque, si Dios lo dijo, él lo va hacer, y él apresura el cumplimiento de su palabra sobre tu vida.
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