Es triste que, por nuestra aparente madurez en el evangelio, perdamos de vista la verdad de lo que hizo Cristo en la cruz del Calvario y nos olvidemos de que toda nuestra vida gira específicamente alrededor de ese sacrificio.
En nuestras iglesias, más a menudo nos hace falta recordar lo que representa para nosotros la muerte y la resurrección de Cristo, lo que representa ese sacrificio. Si Jesús no hubiese muerto en la cruz del calvario y resucitado al tercer día, nada de lo que hacemos tendría valor, sentido, ni poder.
En los próximos, días celebraremos y recordaremos el más grande evento que ha cambiado la historia de la humanidad y la de todo aquel que ha creído en lo que Cristo hizo por nosotros. Ese evento es importante, no tan solo por la trascendencia espiritual que tiene hacia la promesa de la vida eterna en el más allá, sino que nos permite comenzar a vivir y experimentar la vida eterna aquí en la tierra, al momento de darnos cuenta del poder detrás de aceptar ese sacrificio.
Cuando ponemos nuestros ojos en Jesús, que entregó su vida por ti y por mí, nos corresponde a nosotros levantar las manos caídas. Lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz del Calvario debe darte la esperanza para sacar esas rodillas paralizadas, que no te permiten moverte hacia adelante por causa de miedos, para que tú y yo hagamos sendas derechas para nuestros pies.
Tiene que llegar un momento en tu vida donde dejes de tropezar y caer en la misma piedra.
Hay muchos versos donde Dios promete levantar tus manos, darte pies como los de sierva y en las alturas llevarte a andar, pero cuando ponemos la mirada en lo que Jesús hizo, la responsabilidad de levantar las manos caídas es nuestra, la responsabilidad de caminar es de nosotros, la responsabilidad de enderezar lo torcido nos pertenece a ti y a mí.
Cuando entendemos lo que Jesús hizo en la cruz del Calvario, es cuando el hombre comienza a empoderar su vida, no tan solo para el futuro en el más allá, sino para aquí en la tierra. No estarías paralizado en tristeza y amargura, si realmente entendieras el sacrificio de Cristo.
Lamentablemente, nos convertimos en cristianos profesionales, que sabemos de tanta teología, tanto griego, tantas palabras nuevas y conceptos interesantes. Está bien que estudiemos, pero nunca sin perder de perspectiva que lo que cambio tu vida no fue el griego ni el hebreo, ni una palabra mágica que aprendiste. Lo que cambio tu vida fue que un día pusiste tu mirada en Aquel que murió en la cruz del Calvario, el que entregó su vida por ti y tomó tu lugar.
A veces, en la iglesia celebramos muchísimas otras cosas menos eso, y quitamos la mirada de Aquel que tomó nuestro lugar. Cuando mantenemos la mirada en el verdadero significado de su sacrificio, empoderamos nuestra vida para transformar y cambiar, para vivir la vida como debemos vivirla, para tener el éxito que debemos tener y alcanzar el destino que Dios tiene para cada uno de nosotros.
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